Machado según Malpartida
El crítico literario tributa al poeta una admiración no exenta de crítica en su último ensayo
3 junio, 2018 00:00Quizá si hubiera nacido y vivido en otro país Antonio Machado hubiera sido también el autor popular que es, una presencia en los libros de texto de bachillerato y letrista para canciones, pero a diferencia de lo que le sucede en España también hubiera sido escuchado, atendido, en su faceta de intelectual de inteligencia crítica y compleja, y refinada, estudioso de Kant, de Leibnitz, de Bergson, con pensamiento propio sobre el yo y el tiempo, el yo y la otredad. Creo que esto es lo que piensa Juan Malpartida, autor de Antonio Machado, vida y pensamiento de un poeta.
Es como si al poeta lo diésemos ya por descontado, como si sus Campos de Castilla (1912), esa devoción por la estética y la mística de unas comarcas de áspera austeridad y cárdenos roquedales, lo relegase en la conciencia de muchos al baúl de lo carpetovetónico y castizo, del cual sólo se le permitiera salir de vez en cuando como monumento a la tragedia de la Guerra Civil y paradigma de la derrota de la cultura bajo la bota de la barbarie, para asistir a algún homenaje en el cementerio de Colliure.
Pero algunos todavía vuelven a su Juan de Mairena o a sus Galerías con la conciencia de que allí se halla un gran legado, un estímulo poderoso para el pensamiento, como hacía Valverde, que solía diseccionar el terrorífico poema de la conversación del poeta angustiado con la Noche sabia, que acaba: "...no sé si en las hondas bóvedas del alma / el llanto es una voz o un eco. / Para escuchar tu queja de tus labios / yo te busqué en tu sueño, / y allí te vi vagando en un borroso / laberinto de espejos".
El poeta y ensayista Iñaki Ezkerra vuelve siempre al Machado pensador, a quien tributa la misma devoción que a las mayores figuras de la modernidad del siglo XX europeo. El ensayo de Juan Malpartida enlaza como en los bucles de una espiral los avatares biográficos y sociales y el desarrollo del pensamiento sobre la lírica, sobre el erotismo, sobre el yo y el otro, sobre el tiempo, de un poeta y pensador siempre preocupado por sacar al sujeto del laberinto de la soledad.
A partir de la copiosa bibliografía sobre Machado, especialmente la biografía de Ian Gibson (2006), el fraseo de Malpartida se despliega --igual que en su dietario Estación de Cercanías-- con una asombrosa naturalidad y fluidez, como el monólogo de una persona inteligente que está explicando algo evidente, aunque complejo, quizá en una carta, y va y viene entre la anécdota biográfica significativa, el comentario estilístico y la elaboración de las ideas abstractas con la misma desenvoltura. Reclama para Machado, o para él y sus complementarios Abel Martín y Juan de Mairena, "que hicieron de él el escritor moderno y complejo que es", a un pensador fragmentario pero sólido del ser, la Nada, la identidad porosa, el otro, lo otro. "Machado --la crítica lo ha visto claramente-- quiso refutar el solipsismo del yo absoluto y del subjetivismo [...] cuando la conciencia se vuelve sobre sí misma, acaba en la desazón de toparse no con una realidad en sí sino en una renitencia continua hacia lo otro". Es decir que cuando el ser se piensa a sí mismo advierte que no coincide.
Malpartida le tributa a Machado una admiración que no es incondicional, sino crítica, por ejemplo respecto a la relativa misoginia del poeta que reservaba a la mujer un papel de "reverso" inaceptable hoy, y también ayer. O por ejemplo respecto a unos versos "de poco valor". O cuando explica que el poeta asistió en París al mismo curso de filosofía de Bergson al que asistió T. S. Eliot, pero a la salida éste escribe La canción de amor de J. Alfred Prufrock, ("Venga, salgamos juntos / ahora que el atardecer se extiende sobre el cielo / como un paciente anestesiado sobre una cama..."), que anunciaba la modernidad en la poesía, mientras Machado escribió el largo romance La tierra de Alvargonzález, un paso atrás.