Letra Clásica
El hombre que fue Jesucristo
El barcelonés Enrique Irazoqui interpretó al hijo de Dios en la película de Pier Paolo Pasolini, 'El evangelio según Mateo', antes de cumplir los 20 años
21 septiembre, 2020 00:10Durante mucho tiempo, si uno estaba en Cadaqués y se sentaba a tomar algo en la terraza del bar Maritim, tenía muchas posibilidades de toparse en la mesa de al lado --o algunas más allá-- con un hombre enjuto, de escaso cabello canoso y aspecto de disfrutar de una gran serenidad mental que solía hallarse en compañía de una atractiva y madura mujer nórdica de pelo rubio y ojos azules. El hombre se llamaba Enrique Irazoqui y no daba la impresión de tener que pasar por el molesto trámite de trabajar para llegar a fin de mes, pues su aspecto y el aire que desprendía era el de un desocupado sin problemas financieros de ningún tipo (la mujer nórdica era su compañera sentimental, cuyo nombre me dijeron varias veces, pero nunca logré memorizar). El señor Irazoqui nació en Barcelona en 1944 (ha muerto en septiembre de 2020), hijo de padre vasco y madre italiana, y poco se sabía de él. Se contaba que era economista, que había impartido clases de literatura y que era un experto en ajedrez. Pero el dato que lo identificaba era que, antes de cumplir los 20 años, había interpretado el rol de Jesucristo en la película de Pier Paolo Pasolini El evangelio según Mateo.
Aunque nunca te hayas planteado una carrera como actor, empezarla dando vida al hijo de Dios es como entrar por la puerta grande o jugar a la carta más alta. ¿Qué puedes hacer después de eso? Tras rodar Rey de reyes, poco más se supo de aquel galancillo norteamericano llamado Jeffrey Hunter. Willem Dafoe sobrevivió dignamente a La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, pero tenía una carrera previa y nunca más volvió a topar con la iglesia (a veces no hace falta llegar tan alto en la jerarquía católica: tras rodar El cardenal con Otto Preminger, Tom Tryon se dedicó a escribir best sellers firmados como Thomas Tryon). Después de El evangelio según san Mateo, el señor Irazoqui cayó en manos de la temible Escuela de Barcelona y rodó Noche de vino tinto (1966), de José María Nunes, y Dante no es únicamente severo, dirigida al alimón por Jacinto Esteva y Joaquín Jordà. Nunes lo rescató en 2008 para A la soledat, y Joan Vall Karsunke lo puso a recitar unas frases de Nunes en Cenestesia (2019), cinta inspirada en el libro homónimo de ese cineasta portugués incrustado en la gauche divine al que volveremos en otro momento, pues merece un texto para él solo. Y esa fue toda la carrera cinematográfica de Enrique Irazoqui, iniciada gracias a un viaje a Italia en representación del ilegal Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona en busca de fondos para la organización. En ese periplo conoció a Rafael Alberti, Vasco Pratolini y Giorgio Bassani. Y un amigo comunista lo llevó a ver a Pasolini, de quien se cuenta que, nada más topárselo en la puerta de su domicilio, llamó a su amante Ninetto Davoli, que corría por allí, y le dijo: “Tenemos a Jesús en casa”. El amigo Irazoqui no levantó un duro para la causa, pero acabó participando en una película que ha pasado a la historia del cine. Algo es algo.
Para mí siempre fue un enigma. Alguna vez, si llevaba un par de copas de más, me sentí tentado de acercarme a su mesa en el Maritim a darle conversación, desde mi punto de vista, o la tabarra, intuía que según el suyo. Probablemente, estaba hasta las narices de que lo abordaran desconocidos para preguntarle no por él, sino por el difunto Pasolini (aunque sé que no le hacía ascos a actos y cónclaves sobre su obra). Nunca reuní el valor de abordarle y no lo lamento. En realidad, me bastaba con su digna figura y la extraña paz que emanaba de él y que nunca sabré si se debía a la benéfica influencia del papel de Jesús en su juventud o a disfrutar de una posición económica desahogada que lo eximía de eso que los argentinos denominan el duro laburo.
Un buen día desapareció de Cadaqués y no se le volvió a ver por la terraza del Maritim (hay quien dice que se trasladó a Llansá). También yo dejé de ir por Cadaqués con la frecuencia habitual, cansado de cruzarme los fines de semana con los mismos pelmazos a los que daba esquinazo en Barcelona de lunes a viernes. En 2014 se afilió a Podemos, pero se dio de baja rápidamente: desocupado, puede; tonto, ni hablar.