Letra Clásica
Optimismo europeo y recetas posibles con Macron y Merkel de fondo
Los economistas César Molinas y Fernando Ramírez exhiben el músculo europeo en 'La crisis existencial de Europa', con recetas ambiciosas, pero posibles
22 enero, 2018 00:00El eje franco-alemán vuelve. Y con brío, aunque la ilusión que pueda despertar ahora Europa es mínima. Los economistas César Molinas y Fernando Ramírez quieren romper esa constante, la de la decepción permanente. Y exhiben músculo europeo, plasmado en La crisis existencial de Europa (Deusto, 2017), un libro que se ha anticipado al proyecto que acaban de impulsar el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, con un paquete de propuestas lanzadas por economistas franceses y alemanes que buscan cómo reorientar la arquitectura institucional del euro y de los mecanismos de coordinación europeos.
Porque, ¿qué ha sucedido, cómo se explica el distanciamiento, cuando no la bronca y el rechazo a Europa? En todo el planeta, explican Molinas y Ramírez, los procesos de globalización y digitalización han provocado una disminución de la desigualdad, pero, al mismo tiempo, ha aumentado la desigualdad en los países desarrollados. Los pactos alcanzados tras la II Guerra Mundial, con un Estado de bienestar ambicioso, se han roto, en gran medida por los cambios en el mercado de trabajo y por las transformaciones demográficas.
La desigualdad comporta que se instale la percepción de que aumenta la injusticia. Y eso, en Europa, "lleva a una nueva crisis de legitimidad, tanto a nivel de Estado como de la Unión Europea". La pregunta que surge es que "cómo pueden ser legítimas unas instituciones que propician o toleran el aumento de la desigualdad". Y las respuestas son fáciles desde algunos ámbitos políticos: crecen los movimientos políticos y sociales de extrema derecha o de extrema izquierda que ponen en cuestión la democracia representativa, pero también las instituciones que representaron ese modelo político y social europeo de la segunda mitad del siglo XX.
Portada del libro 'La crisis existencial de Europa, de César Molinas y Fernando Ramírez Mazarredo.
Los dos economistas señalan que los Estados han conservado su soberanía en materia de mercado de trabajo y de Estado del bienestar, pero los gobiernos nacionales no tienen ninguna manía en culpar a la Unión Europea de todos los males --los gobiernos irresponsables, claro-- desde la crisis de los refugiados, la crisis de la deuda y de la falta de solidaridad con los excluidos del mercado laboral. “Se trata de una actitud cínica y peligrosa, parcialmente responsable del auge de los movimientos xenófobos, antieuropeos y antisistema que florecen por doquier”, aseguran los autores de La crisis existencial de Europa. Y para afrontar todos esos cambios se debe plantear un debate abierto que desembocará en pedir más Europa para algunas circunstancias, y en menos Europa para otras. Y que se debe formular de forma abierta, con transparencia y claridad.
Un FBI europeo
Lo que se desgrana es un paquete largo, abierto, que pasa por impulsar infraestructuras de transporte y medioambientales; un Tesoro europeo con capacidad de endeudamiento que pueda financiar proyectos orientados a “acelerar la convergencia real de las economías de la UE”; apuesta por programas paneuropeos para las elecciones al Parlamento europeo; integración en Defensa; un FBI europeo; y una política distinta respecto a Rusia, con una estrategia de “palo y zanahoria en la que la zanahoria sea la posibilidad de un acuerdo comercial preferencial tan ambicioso como sea posible”.
Es decir, cuestiones más agradables, como esas inversiones en infraestructuras, que cohesionen a los distintos miembros de la Unión, pero también la asunción de responsabilidades en materia de defensa y de investigación. Esa especie de FBI a la europea se considera urgente: “La mera coordinación de servicios de seguridad e inteligencia no funciona ni tan siquiera dentro de cada país; y en ningún país del mundo. La labor antiterrorista debe ser dirigida por un organismo europeo con superioridad jerárquica respecto a los distintos servicios nacionales”.
Las guerras para saber que todo es ahora excepcional
César Molinas, economista y consultor, que fue director general de planificación en el Ministerio de Economía y Hacienda, y director de análisis económico en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), y Fernando Ramírez, economista, exdirector general adjunto de La Caixa, y uno de los creadores de la CNMV, ponen sobre la mesa una cuestión esencial que se ha olvidado: por qué se creó la Unión Europea.
Sin guerras, sin la percepción de que se puede perder todo en un instante, es difícil valorar qué tenemos los europeos entre manos. Y la fotografía que ilustra el libro es elocuente.
Todo el texto, con sus propuestas y sus aportaciones también de carácter filosófico sobre cómo se ha desgastado la Unión Europea, es una larga reflexión sobre la fotografía tomada el 22 de septiembre de 1984, cuando el canciller alemán Helmut Kohl y el presidente francés François Mitterrand se dan la mano en Verdún en un acto de homenaje a los muertos de ambos lados en los diez meses que duró el sitio a la ciudad, en la Primera Guerra Mundial.
Tres datos para todos los europeos
Se trataba de dejar claro que se pasaba página a tres guerras brutales franco-alemanas. Molinas y Ramírez sostienen que, en contra de lo que se narra, del día a día, Europa ha comenzado una nueva etapa que estará marcada por su integración política. Y siempre con la retina en aquellas sangrientas guerras, para valorar, realmente, cómo se ha avanzado.
Y la realidad sigue sorprendiendo. Todos los europeos deberíamos saber tres porcentajes de memoria, para saber que gozamos de algo extraordinario: Europa aloja al 7% de la población mundial; produce el 25% del PIB total, y gestiona el 50% del gasto social del planeta.
Los planes de los economistas que han sido llamados por Francia y Alemania van, precisamente, en la línea de lo apuntado por Molinas y Ramírez, con una constante que es la clave de bóveda de todo el edificio europeo: reducción de riesgos, disciplina de mercado y posibilidad, si todo eso se cumple, de compartir riesgos.
Nada ocurrirá en ninguno de esos campos, si no se cumplen los otros. Más claro: hacer caso a las reglas alemanas, y afrontar la solidaridad que reclama Francia. En realidad, una apuesta determinada por “la política, porque ha llegado la hora de la Política”. Optimismo, sí, pero con recetas y con los pies en el suelo.