Una imagen de la película 'Jóvenes y brujas', que incorpora la perspectiva de género / MOVISTAR

Una imagen de la película 'Jóvenes y brujas', que incorpora la perspectiva de género / MOVISTAR

Letra Clásica

La innecesaria perspectiva de género

'Jóvenes y brujas', versión de una exitosa película de 1996, comete el error, habitual ya en el mundo audiovisual, de abrazar un posicionamiento equivocado

30 junio, 2021 00:00

A mediados de los 90 pasó por Barcelona uno de mis escritores favoritos de novela negra, el norteamericano Lawrence Block, y lo entrevisté para El País. Cuando le pregunté por las (escasas) adaptaciones de sus novelas al cine, resumió sus impresiones al respecto de la siguiente manera: “Adaptaron una historia del ladrón Bernie Rodhenbarr, uno de mis personajes recurrentes. Como usted sabe, Bernie es un varón blanco. ¿A quién le cayó el papel en la película? ¡A Whoopi Goldberg!”. Si se llega a quejar de eso hoy día, le habrían montado una campaña de descrédito e insultos en las redes sociales a la que no sé si habría sobrevivido.

En principio, uno no tiene nada contra la llamada perspectiva de género, pero en el sector audiovisual se aplica de la forma más estúpida posible. En la mediocre serie de televisión Elementary, el doctor Watson, hombre occidental, se convirtió en una mujer asiática (Lucy Liu). No para de hablarse de que el próximo James Bond podría ser una mujer negra. Y hasta en un clásico de la BBC como Doctor Who, que lleva emitiéndose desde los tiempos en que aquí triunfaban Los Chiripitifláuticos, la innecesaria perspectiva de género ha acabado imponiéndose: después de que el doctor Who se convirtiera en la doctora Who (Jodie Whittaker), ahora anuncian que el próximo científico paranormal será un hombre homosexual (Olly Alexander, protagonista de la serie It´s a sin, quien, además de ser gay, es de los que te pasa su gayness por las narices te pongas como te pongas).

Hasta ahora, el cine de terror se había librado de esta plaga, pero ya ha llegado. Pese a encontrarse bajo mínimos (en los últimos años solo cabe celebrar a cineastas como Ari Aster o Jordan Peele), el género me interesa, aunque no me da muchas alegrías últimamente: cada vez que veo algo en el canal Dark, de Movistar, suelo lamentarlo. Hace unas noches --una de esas veladas en las que el coco no te da para nada muy profundo--, cometí el error de tragarme en Movistar Jóvenes y brujas (The craft: Legacy), remake o reboot, según se mire, de una exitosa película de 1996 del mismo título en español y casi el mismo en inglés (The craft, a secas). Dirigida por la para mí desconocida Zoe Lister-Jones, Jóvenes y brujas venía con el sello de calidad de Blumhouse, productora que, a lo largo de los últimos años, ha estrenado varias películas de cierto mérito. Pero enseguida comprobé que, esta vez, el habitualmente eficaz Jason Blum se había lucido.

¿Una mujer negra para el nuevo James Bond? 

El original era la típica película de terror para adolescentes ambientada en un instituto y protagonizada por tres chicas raras y marginales que practicaban la brujería y fichaban a una cuarta, que acababa de llegar al pueblo, para acabar haciéndole la vida imposible. En la nueva versión, por el contrario, impera la sororidad y una de las chicas, como no podía ser de otra forma, es transexual. Gracias a un conjuro, convierten al machista más recalcitrante de la clase en un muchacho sensible que hasta reconoce haberse acostado con otro chico, aunque recalca que a él le va todo y no le hace ascos a nada. Empoderadas a más no poder, las cuatro brujas deben enfrentarse a un ensayista que defiende la superioridad masculina (el pobre David Duchovny, inolvidable agente Mulder en Expediente X), quien pretende arrebatarles sus poderes para hacer el machista aún más a gusto y, se intuye, ampliar sus planes de world domination.

Como pueden ver, la cosa no es penosa, sino lo siguiente. Partiendo de una premisa no muy brillante, la película consigue entontecerla aún más con su innecesaria perspectiva de género, su defensa del mundo queer y su ridícula denuncia del machismo (que existir, existe, pero estos no son ni el lugar ni las maneras de plantarle cara, sobre todo de una forma tan hipócrita y pedestre). Si ni el cine de terror está a salvo de la funesta influencia de una perspectiva de género equivocada, ya no sé en qué podrá confiar uno para sus noches de encefalograma plano. Mancha infamante en la hasta ahora espléndida hoja de servicios del señor Blum, Jóvenes y brujas confirma el avance de la tontería transversal en la época que nos ha tocado vivir. Puede que el asunto les parezca irrelevante e inofensivo, pero a mí me preocupa un mundo en el que el doctor Watson pueda ser una china, James Bond una negra, el doctor Who una mujer o un gaylor y Bernie Rodehnbarr, Whoopi Goldberg. Llámenme racista y cavernícola y pónganme verde en las redes, pero no pienso bajarme del burro.