Víctor Gómez Pin: "La duda es si hoy a Delibes le darían el premio Cervantes"
El filósofo, autor de ‘La España que tanto quisimos’, sostiene que la izquierda le está poniendo las cosas “fáciles” a Vox con su debate nominalista
11 junio, 2022 22:00Esa izquierda que se busca, que plantea debates que no sabe resolver y que confunde al conjunto de la ciudadanía. En la izquierda se reconoce Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944), pero el filósofo eleva la mirada, y se muestra preocupado. Las cosas no pintan bien, el lenguaje se enreda y se ha dejado de pensar en lo que “importa”, en la “defensa del ser humano”. Gómez Pin acaba de publicar La España que tanto quisimos (Arpa) y señala, en una entrevista con Letra Global, que los tiempos ahora llevan a una duda, la que ilustra un premio, el de más prestigio en España, el Premio Cervantes: “La duda es si hoy a Delibes le darían el premio Cervantes”, señala, aunque esa duda es casi un 'no' rotundo, porque el actual contexto complicaría “mucho las cosas al jurado”.
¿Qué se plantea Gómez Pin? El autor del libro sobre una España que pudo ser, y que tal vez ya no será, estudió Filosofía en la Sorbona, aprendió muchas lenguas, la vasca entre ellas, y asumió, a lo largo de su vida profesional y personal todo el legado popular de España. Y es ahí donde nacen muchas dudas. “El euskera es una lengua que debería haber sido patrimonio español, porque es una riqueza excepcional, pero no se ha asumido, por muchas razones, toda esa pluralidad”.
Sin reconocimiento afectivo
Sin embargo, España es otra. La España de las autonomías es también la España de sus diversas lenguas. Cuando Gómez Pin desmenuza la afirmación, cierra los ojos. Su respuesta es clara: “Lo digo a mi pesar, pero desgraciadamente creo que hay un compartir el domicilio, sin un reconocimiento afectivo”.
Su análisis parte de ese legado popular, de un poso cultural en España “excepcional”. Es lo que explica en su libro, con el ánimo de superar divisiones que no llevan a ninguna parte. ¿Los toros, el flamenco, el catalán, el euskera, a quién pertenecen, o quién los debe reivindicar? ¿Cómo se apropia cada uno la cultura que debería ser de todos?
“No se trata de culpar a nadie, o de decir que nos pasan las cosas porque hay unos malos. Han sido las circunstancias que no han favorecido ese lugar común. Lo digo yo, que me considero español, pero tengo la percepción de que el ADN lingüístico catalán molesta, siguiendo a Salvador Espriu. Hay un peso que no hemos sabido eliminar, y por eso decía que no hay un reconocimiento de carácter afectivo”.
Su posición es difícil. Gómez Pin criticó la actuación policial el 1 de octubre de 2017. Defendió a los policías, pero no a quienes los habían enviado. Y reflexiona ahora sobre lo sucedido: “Se hizo daño a Cataluña, pero en nombre del Estado español también se ha conseguido hacer daño a España”.
¿Por qué? A juicio de Gómez Pin la actuación del Gobierno y del conjunto del Estado impidió “la asunción de responsabilidad política, de verdad, de los protagonistas en Cataluña, que no tenían ningún proyecto alternativo, que no sabían lo que estaban haciendo”. La izquierda española, una parte, la que ha representado en estos años Pablo Iglesias, al frente de Podemos, también tiene una responsabilidad importante, a su juicio, que va más allá del caso catalán. “Iglesias dijo algo así como que los independentistas no iban a conseguir la independencia, pero sí podían resucitar el franquismo. Y yo ahora le diría que con la actitud de esa cierta izquierda, nominalista, no va a conseguir abolir la caza, pero sí que los cazadores que pudieran votar socialista pasen a votar a Vox. Y ya sé que me diría que defiende una causa moral. Y es que todo el mundo cree defender una causa moral”.
Hoy, 2022, ¿se puede clamar Viva España? Gómez Pin no lo tiene claro. En Francia o en Italia no ofrecería mayor problema. “¡En Italia es un grito garibaldiano!”.
“Mi posición es que los que nos sentimos españoles y reivindicamos un legado popular de España, debemos decir un ‘qué le vamos a hacer’. Es decir, qué le vamos a hacer si cuando escuchamos esa proclama no sentimos que sea la nuestra. Porque la han acaparado personas que no nos dejan encontrar un lugar común de arraigo. Yo intento evitar esa expresión, qué le vamos a hacer”.
Pero eso no es incompatible con lo que intenta transmitir Gómez Pin, una posición muchas veces incomprendida. Y que apela a esa izquierda “nominalista”. ¿Qué le sucede? “Ocurre que el proyecto ilustrado debe ser y lo es en países como Francia, Italia, Alemania o Austria, en los que he vivido, compatible con el legado popular de los pueblos. Hay que pensar que muchos ilustrados taurinos, por ejemplo, fueron fusilados en España por los contrarios a la ilustración. Y cuando se dice que los taurinos son sádicos, en defensa del animalismo, yo lo que digo es ‘cuidado’, porque chocas con algo con lo que el pueblo tiene simpatía”.
Muy fácil para Vox
¿Se lo pone fácil esa izquierda a Vox? “Demasiado fácil, sí”, responde Gómez Pin, que añade que responsables políticos en Barcelona han señalado que los que van a los toros son abusadores de mujeres en potencia. “Esas barbaridades meten a miles de españoles en un pozo”, sentencia.
¿Problema gordo que ha provocado la corrección política? “Lo comentaba con unos amigos hace poco, y es que la duda es si hoy a Delibes le darían el Premio Cervantes. La mayoría consideró que seguramente no. Delibes escribió sobre el mundo de la caza, con una defensa de la ecología enorme. Creo que en estos momentos, y es una pena, el jurado del premio se vería muy comprometido. Y realmente eso no pueder ser. Si hay alguna posibilidad de que eso sucediera, y sabemos que sí, porque la corrección política no lo tolera, debemos señalar que no puede ser, que es una ofensa para los españoles de buena ley”.
¿La izquierda se ha metido en un callejón sin salida? “Sigo perteneciendo a ese mundo de la izquierda, pero creo que ha pasado una cosa: cuando las circunstancias objetivas dificultan la transformación social, se pasa a un debate nominalista”.
Gómez Pin se pone trascendental con una cuestión, la que le atañe más como filósofo: la debilidad de la civilización. ¿Hay un rasgo que lo evidencia? Su reacción es rauda: “Cuando en los aviones desde Afganistán se intentaba salvar a gatos y perros, para que salieran del país, y se decía que eso era prueba de la civilización, me llevaba las manos a la cabeza. Es signo de todo lo contrario, del repudio de la civilización, que debe tener como objetivo que el ser de razón no sea instrumentalizado. Es decir, no se pueden invertir las jerarquías. Antes está el ser humano".