'Discurso fúnebre de Pericles en Atenas' (1877), una obra de Philipp von Foltz. La Grecia de las Pausanias

'Discurso fúnebre de Pericles en Atenas' (1877), una obra de Philipp von Foltz. La Grecia de las Pausanias

Filosofía

El azar salvará la democracia

El sorteo cívico y la deliberación entre ciudadanos anónimos pueden ser herramientas para evitar que la democracia sea sustituida por regímenes radicales

11 octubre, 2020 00:10

Me llaman para participar en un grupo deliberativo. Tendré expertos como asesores y podré ofrecer mi visión sobre una cuestión compleja. ¿No me veo capaz de afrontarlo? Bueno, ¿y los políticos profesionales, solventan esas mismas complejidades con más eficacia? No lo parece. La democracia ha entrado en un colapso, con una enorme polarización, con partidos enfrentados, sin que se vislumbre una luz que lleve al consenso y a la resolución de conflictos, que están ahí, que se deben afrontar con más valentía. Esa reflexión, con todas las consecuencias, pero sin pretender que sea una panacea, es la que plantean Ernesto Ganuza, sociólogo en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, y Arantxa Mendiharat, gestora cultural, cofundadora de democraciaporsorteo.org y Deliberativa y de la red internacional Democracy R&D. Sus propuestas las han planteado en La democracia es posible (Consonni).

La democracia por sorteo nos lleva a la Atenas clásica, a esas asambleas de hombres libres, pocos, muy pocos, y a la Venecia renacentista, que empleó el sorteo para designar al jefe de la república durante 500 años. Y a la Edad Media, cuando algunos monarcas utilizaban el sorteo para designar los gobernantes en los municipios y evitar las guerras que se sucedían por alcanzar el poder, algo que ocurría de forma frecuente en la Corona de Aragón, y algo menos en la Corona de Castilla. Pero no es cosa del pasado. Multitud de iniciativas se suceden ahora en todo el mundo, experiencias deliberativas en distintos niveles territoriales, local o estatal, que tienen una referencia exitosa que explica buena parte de lo que supone el movimiento: el referéndum en Irlanda en 2016 sobre el aborto.

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Los tiempos son de extrema polarización, en gran medida porque los agentes políticos, los partidos políticos, promocionan esas posiciones. ¿Por qué? El debate en el seno de un partido, o de un grupo de personas afines, deriva hacia la posición más radical. Es complicado el disenso, a partir de una idea en la que ya se han sumado, previamente, diferentes argumentos en una misma dirección. Los partidos políticos en Irlanda eran incapaces de variar sus posiciones anteriores sobre el aborto, y el bloqueo era permanente. El debate de fondo, desde fuera de Irlanda, se basaba en el carácter y en la religión de los irlandeses: en cuestiones como el aborto no hay nada que hacer, son ultra-católicos, y no cambiarán, se pensaba. Era un prejuicio, porque en la sociedad irlandesa la pluralidad era mucho mayor. ¿Qué sucedió?

Irlanda, como gran asamblea

El gobierno irlandés solicitó a una asamblea ciudadana sorteada debatir sobre el problema. Y la asamblea, compuesta por ciudadanos que habían sido elegidos por sorteo, que no se conocían previamente, y con postulados distintos, propuso al gobierno –tras profundas deliberaciones y contrastar las opiniones de expertos a favor o en contra de una ley más permisiva–, la organización de un referéndum, en el que se pedía la aceptación de una ley homologable a la que existe en la mayoría de países europeos o su rechazo. La propuesta iba acompañada de un informe con información sobre las dos posiciones de forma ecuánime. Y la población irlandesa se pronunció, en referéndum, con una mayoría clara a favor de la propuesta, del 66%.  El diario The Guardian realizó una serie de entrevistas para un reportaje sobre la experiencia. Y uno de los participantes en la asamblea irlandesa ofreció una de las conclusiones que sirve para entender qué pasa cuando se ponen en marcha esos mecanismos de la democracia por sorteo: “Sacó el debate del reino del cálculo temeroso de los intereses propios de los partidos”.

Esa es la cuestión de fondo. Las democracias liberales están en peligro. Ya no se trata de una advertencia académica. Los partidos populistas y extremos proliferan, no por una maldición divina, sino porque hay ciudadanos que han considerado un engaño la actuación diaria de los partidos profesionales encuadrados en el eje tradicional de la izquierda y la derecha. Ese deterioro, muy claro en países como España, en el que no hay manera de establecer consensos sobre casi nada, puede verse corregido por medidas como la democracia por sorteo y la deliberación, para cuestiones concretas. Esa es la posición de los dos autores de La democracia es posible, que señalan cómo se ha establecido un mantra sobre la imposibilidad de dejar a los ciudadanos que tomen cartas en los asuntos públicos, porque ni saben, ni quieren, ni están preparados para ello. Pero, ¿los políticos profesionales lo están, y quieren realmente hallar soluciones en beneficio del bien común o han establecido un reino propio de intereses?

Retrato de Benjamin Constant (1847) : LINA VALLIER

Retrato de Benjamin Constant (1847) / LINA VALLIER

Buena parte de culpa –qué paradojas—la tiene Benjamin Constant. Su ensayo De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos fue escrito en 1819, y sigue vigente. Su idea de que tener unos representantes que se ocupaban de la vida pública, para que otros, el resto de ciudadanos, se ocuparan de la vida privada, para dedicar el tiempo a los asuntos particulares, es la base de la actual democracia. Yo tengo unos políticos, que se ocupan de las cosas que yo no quiero hacer. Son profesionales, y a mí me permite dedicarme a la vida profesional y familiar. Sí, ha sido efectivo, pero tal vez ya no lo es. Porque ha desmovilizado a los ciudadanos, porque la distancia con los asuntos públicos es sideral, porque se les ha apartado y se ha logrado con ello una animadversión contra la política, contra la propia democracia, aunque no se verbalice de esa manera. ¿Cómo explicar el fenómeno Vox sin esas consideraciones previas?

El corsé de los partidos

El movimiento de la democracia por sorteo reclama una mayor atención a la propia vida democrática. No va en contra del sistema, sino a favor, a diferencia de lo que ha defendido Pablo Iglesias, que se pronunció en los congresos de Vistalegre de Podemos como un defensor sin matices del político profesional. Comparó el experimento de la democracia por sorteo, que algunos militantes pedían incorporar en el ideario del partido, con la selección de baloncesto que en 1984 ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, al entender que se gana con profesionales que forman un equipo, con los mejores. Sin embargo, esa posición presenta muchos agujeros en un momento como el actual, en España, en Europa y en el mundo.

¿Por qué? Ganuza y Mendiharatlo explican al abordar el funcionamiento de la democracia parlamentaria que conocemos, con votaciones sin discusión en el Congreso, con medidas que se aprueban sin tener en cuenta a los afectados, con pocas memorias económicas o sobre los efectos posteriores de las leyes que se aprueban –ley de limitación de los alquileres en Cataluña– y con un férreo control de la vida interna de los partidos:

“¿Quién va a romper la lanza por un argumento contrario al que la mayoría dice cuando gran parte de los argumentos van en la misma dirección? Ciertamente, el hecho de que muchos partidos hayan introducido recientemente elecciones primarias abiertas a los militantes ayuda a presentar ideas diferentes. Pero una vez elegida la persona que lidera, la situación es la misma o incluso peor, pues con la legitimidad de las elecciones ganadas se puede emplear más fuerza aún en la generación de espacios de debate homogeneizados, como, por ejemplo, desterrar de los órganos de decisión del partido a aquellas personas que no votaron por la persona ganadora”.

Benjamin Constant

Los autoritarios, al acecho

La reflexión cobra una enorme actualidad, con procesos vividos en España por varios partidos. La cuestión es saber, antes de utilizar determinadas herramientas, qué sociedad se quiere. Y, si por una parte los movimientos que inciden en la deliberación creen que pueden profundizar en la democracia liberal, para acercarla e involucrar al ciudadano –los procesos de democracia por sorteo están bien estudiados y son posibles, como muestran las distintas iniciativas en lugares tan dispares y variados como Madrid, Oregón, Irlanda o Francia hay otras ofertas que defienden lo contrario.

El hecho de que las democracias liberales hayan entrado en un colapso, con la polarización que no permite el consenso y el acuerdo, ha provocado que se pidan un gobierno de elites, de expertos que sí saben lo que hay que hacer y que, de hecho, ya han tomado cuerpo –uno de los elementos que van en esa dirección se identifica con la independencia de los Bancos Centrales, que dirigen la política monetaria ajenos a las mayorías parlamentarias que rigen en cada país– y que piden que se prescinda de los ciudadanos. Lo que abogan, como hace Garett Jones, un profesor de Economía de Estados Unidos, es que se impongan estructuras políticas menos democráticas, como explica en 10% less democracy: why you should trust elites a little more and the masses a little less (Stanford University Press 2020).

10% Less Democracy

Habrá que optar, la disyuntiva se presenta con urgencia. Y el poso cultural en cada país será decisivo. La inclinación por lo autoritario ha tenido siempre una predilección en entornos más latinos que anglosajones, pero eso también ha comenzado a cambiar. La apuesta por lo tecnocrático, por esos gobiernos de las elites, ha cobrado peso en países como Estados Unidos o el Reino Unido, tras comprobar cómo los ciudadanos se decantaban con su voto por fórmulas populistas.

El sorteo cívico, esa democracia más participativa, se expande para paliar el efecto contrario. La OCDE ha contabilizado hasta 755 experiencias de sorteo cívico en todo el mundo, con más de 40 en 2019. El punto culminante, para explicar por qué puede tener éxito sigue siendo esa experiencia en Irlanda, una asamblea de 99 personas, elegidas por sorteo, que se reunían los fines de semana. Hoy Irlanda es un país que ha legislado, como uno más en Europa, sobre el aborto, y ha dejado de ser esa república ultracatólica impenetrable. ¿Más democracia o menos? Habrá que optar.