Portada de 'República encantada' de José María Ridao / TUSQUETS

Portada de 'República encantada' de José María Ridao / TUSQUETS

Filosofía

España, sorda ante la cultura liberal

La falta de una construcción del Estado liberal dificulta ahora el diálogo en España, como plasma José María Ridao en el ensayo 'República encantada'

23 mayo, 2021 00:10

Lejos, muy lejos. Solo actitudes personales privadas. Gestos, como la tolerancia, pero el fondo es escaso. La cultural liberal en España ha tenido muchas dificultades para consolidarse. ¿Gregorio Marañón, Ortega y Gasset? Habría que leer con atención muchos de sus escritos, pero queda una primera idea y es que están más cerca de una concepción sobre la nación exclusiva, atada a la religión, y que se opone a los otros. ¿Sorpresa? El escritor y diplomático José María Ridao, autor de importantes obras como La elección de la barbarie, La paz sin excusa o La estrategia del malestar, busca un nuevo camino para descubrir las razones de la derrota histórica de las propuestas liberales en República encantada, (Tusquests) donde cobra una especial atención la presencia musulmana en España y la dificultad para diferenciar la patria de la nación.

Se trata de un “bolero” como apunta Ridao, que no ha dejado de sonar, y que se advierte en la actualidad, con un cruce constante de descalificaciones que siempre cargan contra los mitos de las naciones de los otros. Aunque los principales dirigentes políticos destacan una y otra vez los índices internacionales en los que se compara la calidad de las democracias, con España incluida en el grupo de las mejores, lo que se dirime es la naturaleza de las discusiones públicas, el sustrato de un debate que no toma en consideración a esos pensadores liberales que elevaron la mirada, por encima de la nación, y que buscaron cómo construir verdaderas instituciones que nos permitieran a cada uno de los ciudadanos defender una propia concepción del bien.

Ridao, con una mirada fría, va reconstruyendo el pasado de España, con sus escritores y sus pensadores, con sus referencias, como Cervantes, Ortega o Azaña. Lo que se encuentra es una confusión permanente, muy lejos de las enseñanzas de Isaiah Berlin o de John Rawls. El escritor y diplomático no duda en ponerse las manos en la cabeza cuando sus propios mitos, los de tantos españoles que han buscado asideros a los que agarrarse, son desnudados y acaban en un mal lugar, más cercanos a ideologías totalitarias que a un liberalismo que posibilite una democracia robusta, con instituciones fuertes en las que se integren todos los ciudadanos.

José Ortega y GassetUno de los grandes equívocos en España es considerar que el liberal es aquel que se sitúa en un punto medio entre dos extremos. Tanto Marañón como Ortega incurren en ese error. Lo señala Ridao: “Ambos, Ortega y Marañón, dan muestras de creer que la distancia entre los extremos políticos que desgarraron el siglo XX alberga un punto central en el que se encontraría el liberalismo, y que de algún modo emparentaría con la virtud moral y el justo medio aristotélico. Pero esa distancia es una ilusión, porque no existe ninguna escala ideológica en la que en un lado se sitúe el fascismo, en el otro el comunismo y, en medio, el liberalismo”.

Uno de los grandes equívocos en España es considerar que el liberal es aquel que se sitúa en un punto medio entre dos extremos. Tanto Marañón como Ortega incurren en ese error. Lo señala Ridao: “Ambos, Ortega y Marañón, dan muestras de creer que la distancia entre los extremos políticos que desgarraron el siglo XX alberga un punto central en el que se encontraría el liberalismo, y que de algún modo emparentaría con la virtud moral y el justo medio aristotélico. Pero esa distancia es una ilusión,

Esa idea que podía propugnar Marañón le llevaría a prologar un libro de un dirigente nazi, acusado de crímenes contra la humanidad, o a redactar algunos ensayos sobre la historia de España como Expulsión y diáspora de los moriscos españoles que “dejaba al descubierto ideas, observaciones y principios difícilmente compatibles con el liberalismo”. Y es que consideraba que la actitud de Isabel de Castilla y sus sucesores hacia aquellos españoles que habían caído en desgracia era “sinceramente religiosa”.

En el caso de Ortega, Ridao revisita España invertebrada: “Descubrí, entre el asombro y la repugnancia, que Ortega tributaba al fundador del apartheid, Cecil Rhodes, frases de admiración que solo pueden producir estupor a cualquiera que haya sido testigo de los efectos de su monstruoso sistema sobre los africanos”. Y añade el autor de República encantada una cuestión que sería determinante para ese poso cultural que se ha ido reproduciendo en España: “La tarea que aguardaba al Cecil Rhodes español que reclamaba Ortega no era afirmar la superioridad del hombre blanco, sino imponer desde Castilla un programa político vertebrador que tratara a los habitantes del País Vasco, Cataluña y Galicia como nuestros propios nativos sobre la base de que ‘solo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral’”.

santos julia

santos julia

Ridao señala que ha existido una conversación pública sobre esa tradición, una discusión sobre cómo se ha construido ese discurso, y que, siguiendo a Juan Goytisolo y a Santos Juliá, ha considerado que en la historia de las ideas en España se podía establecer una diferencia radical entre el pasado y el presente, “de manera que acciones que hoy se tendrían por expresiones de fanatismo se toman, en cambio, por manifestaciones de liberalismo”.

Por un lado, se podría entender que los rasgos de ese llamado liberalismo español han sido diferentes a los del resto de mundo, “como ha pretendido hacer la historiografía que incluye a Ortega y Marañón entre los autores liberales”. Pero hay otra explicación, y es que la genealogía del liberalismo pudiera estar mal fundada en España, y su tradición “fuera otra tradición”. En esa línea estaría Américo Castro y Juan Goytisolo, según la cual los heterodoxos eran españoles. Esos heterodoxos formarían parte de lo que Santiago López-Ríos señaló como la “mejor España”.

Goytisolo versus Goytisolo: viaje al sur, última morada

Goytisolo versus Goytisolo: viaje al sur, última morada

Esa discusión, que pudiera ser bizantina, enlaza con una corriente historiográfica de los últimos años. No ha sido España diferente al curso de los tiempos, en comparación con su entorno europeo, se defiende. Estuvo en el momento adecuado para la transformación de un estado iliberal en un estado en ciernes de ser democrático, a lo largo del siglo XIX, como ha señalado Roberto Villa en su obra El estado catalán y el soviet español. Pero algo falló. Y guarda relación con ese poso cultural del que habla José María Ridao.

Explica la animadversión, la falta de un denominador común que fije su atención en las instituciones, que sepa diferenciar las concepciones del bien que cada uno tenga, y que éstas formen parte de la esfera privada. La falta de esa característica provoca la parálisis y la percepción de que la bronca pública es monumental. Y que sigue sin existir esa patria, que se opone a la nación, que sí compartieron Cervantes o Azaña. La idea de que la nación no debe ser nunca superior a la patria. De que es inadmisible que se interiorizara que los españoles expulsaron a los judíos y los moriscos. Entonces, ¿los españoles como tales solo podían ser los cristianos? O la expresión sobre “los afrancesados”, al identificarlos como aquellos que apostaban por la Ilustración. Es decir, no podía haber ‘españoles’ identificados con las luces que brillaban en Europa. Esas dicotomías siguen oscureciendo el debate, entre catalanes y españoles, entre “comunistas y fascistas”, entre defensores de la “libertad”, y “socialistas”, entre los que solo quieren beber cerveza al atardecer y los que quieren salvar el mundo, entre los que no quieren pagar impuestos, y los que desean desplumar “a los ricos”.

El intelectual ha tenido mucho que ver con esas dicotomías. Ridao ahonda en ello, y se refiere a Azaña con un comentario que lleva a pensar si su solución se ha logrado de forma completa en España, o si es necesario, todavía, una nueva argamasa que sepa integrar a todos los ciudadanos españoles: “Azaña venía a decir una vez más que la cancelación del mito de las dos Españas no se alcanzaría ofreciendo a los españoles una definición de la nación a partir de las glorias del Imperio, sino construyendo un Estado donde dirimir los conflictos a través de los instrumentos que reconoce el liberalismo: las razones y los votos”.