El triunfo de la vida, de Petronio a Rafael Bernal
Ignacio Vidal-Folch reflexiona sobre la victoria del amor y del sentido común sobre la muerte recogida en la literatura clásica
3 septiembre, 2017 00:00Uno de los episodios más divertidos y famosos del Satiricón de Petronio es el que se cuenta, durante el banquete de Trimalción, sobre la viuda que lloraba desconsolada en el cementerio al pie de la tumba de su amadísimo marido. Durante cuatro noches son tan desgarrados los llantos de la viuda que un legionario que a pocos pasos de allí está al pie de una cruz, como centinela para que los parientes del muerto no aprovechen la oscuridad para descolgar al ajusticiado y darle digna sepultura, se acerca a curiosear. Compasivo, consuela a la viuda; y lo hace con tanta persuasión que poco a poco se van gustando y al cabo de unas cuantas noches acaban retozando allí mismo. Mientras están distraídos con sus juegos amorosos llegan silenciosamente los parientes del crucificado y se llevan el cadáver. Cuando el soldado se da cuenta rompe a llorar, pensando en lo que le aguarda: la pena de muerte. Pero entonces la viuda exclama: bastante me ha entristecido la pérdida de mi pobre esposo, no consentiré en perder también al otro hombre que más he amado en este mundo. De manera que desentierran al tan llorado marido y lo cuelgan en lugar del crucificado.
A lo largo de los siglos esta graciosa historia pasó, más o menos transformada, a diferentes relatos de diferentes autores, siempre como ilustración cómica de la volubilidad de las mujeres. También podría pensarse que ilustra el sentido común de refranes y máximas del sentido común como "de lo perdido saca lo que puedas", "el muerto al hoyo y el vivo al bollo" o "estos bueyes tenemos, con estos bueyes aramos".
El sentido común
Una mentalidad contemporánea --tan contemporánea como la de los romanos del siglo I-- la encontrará encantadora, como triunfo del amor y del impulso vital sobre la muerte. Me parece oír un eco de esta historia en un cuento de Trópico, espléndida colección de relatos del escritor mexicano Rafael Bernal, publicada por primera vez en 1946, mundialmente olvidada por motivos que sería largo explicar, y ahora rescatada en España por la editorial Jus, que desde hace un año viene publicando libros con un exquisito buen gusto en todos los sentidos. Trópico reúne seis historias ambientadas en la selva de Chiapas, tierra tan áspera que "engendra la maldad en el corazón de los hombres", escritas en clave de un tremendismo lacónico que me hizo pensar en el Bábel de Caballería roja. Quizá la comparación esté traída por los pelos, así que no voy a seguir por ahí, salvo para decir que tanto una como la otra colección de relatos se atiene a una rigurosa concreción espacial y temática.
Sobre los fugitivos de la justicia que sobreviven como pueden, cultivando, cazando y buscando oro en los esteros de Chiapas, selva húmeda y pantanosa, reina un comerciante despiadado llamado El Chino. Cuando muere uno de sus empleados-esclavos, Santiago, el Chino le encarga a quien era su mejor amigo y le quería como a un hermano, Daniel, que arroje el cadáver al río, pues Santiago no merecía ni siquiera que se perdiese el tiempo cavándole una tumba. Daniel lo carga en su piragua, pero cumpliendo los deseos de la viuda y su propio sentido de la amistad y la piedad, se lo lleva a enterrar piadosamente en algún lugar apartado; ahora bien, antes de la tarde siguiente Daniel tiene que saldar una deuda que tiene contraída con el Chino entregándole diez pieles de caimán, o de lo contrario quedará sujeto para siempre a su tiranía. Cruzado el río y llegado el momento de excavar la tumba, al comprobar que el hedor que el cadáver desprende --en aquellas húmedas latitudes la carne se descompone en cosa de pocas horas-- atrae a los caimanes, tras muchas dudas y con gran sentimiento lo usa como cebo durante toda la noche. Al amanecer ya se ha cobrado las diez pieles, su pasaporte para la libertad.
Es el mismo triunfo del sentido común y de la pulsión vital sobre los rituales funerarios, de la fe en el porvenir sobre la nostalgia. En Petronio esa victoria es alegre y erótica, en Bernal es tétrica, tenebrosa. La risa del autor latino se oye al fondo de la selva de Chiapas. Trópico es una joya extravagante de la literatura mexicana, tan pródiga por otra parte en interesantes heterodoxias.