La memoria (europea) de la violencia
El historiador Julián Casanova relata en su último ensayo los grandes episodios políticos que han marcado a sangre y fuego el relato de la Europa del pasado siglo XX
21 octubre, 2020 00:10Ante nuestros ojos desfilan episodios de barbarie colonial, limpieza étnica, masacres, genocidio, paramilitarismo y violencia sexual. En un descarnado y apasionante ensayo, Una violencia indómita. El siglo XX europeo (Crítica), Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, nos muestra la trágica evidencia del siglo pasado. No teme derribar tópicos y cuestionar mucho de lo que se nos ha contado sobre la Europa reciente. Gracias a la combinación de una narración ágil y un impecable rigor académico, el historiador analiza las manifestaciones de violencia “que desde el terrorismo anarquista a las guerras de secesión en Yugoslavia marcaron a sangre y fuego la historia del siglo XX europeo”. Un largo recorrido en el que se desvía de las transitadas avenidas principales y se interna en las oscuras y sinuosas carreteras secundarias de la historia que, en ocasiones, pasan por el Este.
La visión franco-británica divide el pasado siglo en dos mitades: una primera, extremadamente violenta, de “descenso a los infiernos” –son palabras del historiador inglés Ian Kershaw– y otra segunda, pacífica y próspera, marcada por el progreso democrático y la expansión de derechos. Este enfoque se ajusta a la trayectoria de países como Gran Bretaña, Francia o la República Federal Alemana, pero da la espalda al devenir de los países mediterráneos y a la Europa Central y del Este. Casanova se distancia con este planteamiento y relata las experiencias de estos países que quedaron fuera de la presunta edad de oro de la segunda mitad del siglo.
El historiador Julián Casanova / Pep Parer
Franco y Salazar sobrevivieron a la derrota del fascismo en 1945 y sus dictaduras, represivas y criminales, se prolongaron tres décadas más. Franco murió matando. Grecia se uniría a España y Portugal a partir de 1967, tras el golpe de los coroneles que trajo de vuelta la represión, la tortura y la persecución de los enemigos políticos. En cuanto al Bloque del Este, no fue la suerte de arcadia feliz imaginada durante décadas por los intelectuales occidentales e izquierda. La atmósfera asfixiante de censura, control y represión poco a poco fue destruyendo el mito de progreso social invocado por las élites comunistas. Los intentos de reforma del sistema desde dentro fueron aplastados por los tanques soviéticos.
El siglo XX europeo fue un continuo de violencia, brutalización de la política y de la guerra. Una orgía de violencia que tuvo en las colonias y en los Balcanes (1912-1913) su laboratorio de pruebas y que, a partir de la Primera Guerra Mundial, estalló con una intensidad desconocida en la civilizada Europa. Frente a los intelectuales y las élites burguesas y aristocráticas que miraban con nostalgia los tiempos felices de la Belle Époque, Casanova subraya que todo lo que pasó en el continente europeo a partir de 1914 tenía claros precedentes en los imperios coloniales.
La historiadora Catie Carmichael habla de una fase “pre-genocida”. Las investigaciones de Adam Hochschild sobre el terror de Leopoldo II en el Congo le han llevado a definir el colonialismo europeo como “el tercer sistema totalitario” tras el nazismo y el estalinismo. Su obra produjo una virulenta reacción contraria en todos los estratos de la sociedad belga: de los imperios había que estar orgulloso por su labor civilizadora.
Julián Casanova disecciona la lógica de toda esa violencia indómita y sin fronteras, que muestra patrones que se repiten en distintos escenarios del continente europeo. Los hilos conductores son el etnonacionalismo, el culto al militarismo y el racismo, una tríada explosiva que se había gestado en las colonias; los momentos de quiebra de poder y descomposición de los imperios; y los proyectos de utopías totalizadoras. Otro elemento es la violencia revolucionaria, en nombre de la clase obrera. Casanova señala directamente a las élites, contrarias a ampliar la base social, que se resistieron violentamente a ver reducidos sus privilegios. Por último, queda la religión, que fue un elemento fundamental en el genocidio armenio y en los Balcanes.
El historiador zaragozano muestra particular interés por la violencia hacia las mujeres, con especial énfasis en la violencia sexual, “el arma de guerra más barata”. Ocultada e ignorada, las violaciones masivas de mujeres bosnias musulmanas en la Yugoslavia de los noventa y su posterior reconocimiento como crímenes de guerra hicieron imperativo su estudio en profundidad. Lo ocurrido en los Balcanes no era una excepción ni una novedad. La agonía de las mujeres armenias, el ensañamiento de los paramilitares con las mujeres politizadas, las humillaciones a las republicanas españolas, las violaciones por parte de los soviéticos en su carrera hacia Berlín y el rapado de cabello de las colaboracionistas francesas son episodios descritos en el libro.
Resulta muy interesante el epílogo, dedicado al conflicto entre las muchas lecturas y memorias cruzadas sobre la historia europea, donde se reflexiona sobre las resistencias políticas enfrentadas a los pasados difíciles y traumáticos que se suponen nocivos para la salud nacional. De lo que se trata es de exaltar ánimos y hacer patria, construir mitología gracias a relatos narcisistas.
Ahora que se habla tanto de memoria histórica, se impone desterrar de una vez por todas la idea de la excepcionalidad de España en su gestión del pasado incómodo. Todos los países tienen problemas y complejos al abordar los horrores del pasado. En estos tiempos de frivolidad y redes sociales, de ruido mediático y de uso y abuso de la historia, Casanova incide en la enorme complejidad de los acontecimientos históricos y en la necesidad de confrontar libremente el pasado a través de un conocimiento sólido resultado de la investigación y de una lectura crítica de la historia.