Joseph Pérez, maestro de hispanistas
El historiador francés, de ascendentes españoles, nos deja un legado de libros extraordinarios que describen con melancolía el fracaso de la España que no pudo ser
10 octubre, 2020 00:10En el Quinto Centenario de la revuelta de las Comunidades de Castilla que él tanto estudió, ha muerto el hispanista francés Joseph Pérez. La palabra hispanista la utilizó Morel Fatio en 1879 para diferenciarla de la palabra hispanisant. Este último término definía al simpatizante o amante de España; con la palabra hispanista, en cambio, se designa al estudioso científico de nuestro país. Pérez representó una generación de hispanistas de raíces españolas, cuyos padres habían nacido en España y que ya por motivos políticos o económicos habían tenido que emigrar a Francia. En esta generación estaban incursos investigadores como Bartolomé Bennassar, François Lopez, Augustin Redondo, Jean-Louis Guereña, Julián Montemayor o Benito Pelegrín. Una generación que nació ya en Francia, fue educada por excelentes maestros republicanos y asumió desde la infancia el reto de conocer y comprender el país que de alguna manera había propiciado la emigración o el exilio de sus padres.
Joseph Pérez es un buen ejemplo de esta generación. Nació en 1931 en el Ariège francés en el marco de una familia que procedía de Bocairente y que se trasladó a Francia por razones económicas en 1922. De su infancia sabemos poco. Fue reticente siempre a contarla, aunque se le ofreció una buena ocasión en el encuentro de estos hispanistas de raíces españolas en Zaragoza que dio lugar al libro Exilio, memoria personal y memoria histórica (Institución Fernando el Católico, 2009). Él fue el menos explícito de los hispanistas convocados a la hora de explorar su memoria personal. Lo contrario que Bartolomé Bennassar.
Pérez, como todos los hispanistas, empezó por el estudio de la literatura, pero pronto se deslizó hacia la historia. Discípulo de Marcel Bataillon y de Vilar, del primero aprendió su convicción de la homologación española respecto a Europa y de segundo, su inquietud por el análisis de la problemática socioeconómica. Su tesis doctoral sobre las Comunidades de Castilla, publicada en francés en 1970 y en español en 1977, ha quedado como hito fundamental de la abundante historiografía sobre la revuelta que acabó en Villalar. Pérez, siempre discrepó de la visión marañoniana que etiquetaba las Comunidades como la revuelta de hidalgos feudales incapaces de comprender la modernidad del imperio de Carlos V. Por el contrario, él apostó, siguiendo a Maravall, por la modernidad de los comuneros: revuelta urbana y artesanal, intereses enfrentados entre los productores procomuneros y los exportadores de lana anticomuneros, trascendencia del papel del clero subversivo y de los conversos.
Pérez, en Villalar de los Comuneros en 2009 / RASTROJO
Nada dado a romanticismos nacionalistas, Pérez fue siempre un jacobino que se sintió más identificado emocionalmente con la vocación española de la Meseta castellana que no con sus propios paisanos originarios valencianos. Le fascinó la biografía como género y escribió excelentes libros sobre Isabel y Fernando, Carlos V, Felipe II, Teresa de Jesús o Cisneros, interesándose más que por los aspectos psicológicos de los personajes por su contextualización histórica. Le apasionó, especialmente, la confrontación de la realidad impuesta por los hechos puros y duros y el imaginario contrafactual de la España que pudo ser y no fue.
A él, siempre tan realista, dependiente de los condicionamientos del marco histórico, le obsesionó la lucha de los personajes por salirse del guión, por avanzar más allá de la dictadura de la inercia histórica. Teresa de Jesús o Cisneros quedan reflejados como ejemplos de la lucha ímproba entre normalidad y excepcionalidad, tradición y modernidad, la fidelidad a unas esencias y la apuesta por abrirse y dejarse conducir por el rumbo de los acontecimientos. Detrás de cada uno de sus biografiados, late la melancolía del fracaso de la España ideal, la España que no pudo ser. Con vocación revisionista, atacó mitos y tópicos de la historia de España y entendió siempre, como buen hispanista, que España no se podía estudiar sin comprender América, como prolongación suya. Su libro sobre la emancipación hispanoamericana así lo testimonia.
Catedrático y rector de la Universidad de Burdeos, doctor Honoris Causa de las universidades de Valladolid y Alcalá, director de la Casa de Velázquez, recibió muchos galardones durante su vida. El de mayor proyección mediática fue sin duda, el Premio Príncipe de Asturias. Con su muerte, no solo se nos va uno de los grandes maestros del hispanismo francés, perdemos a un hombre siempre dispuesto a defender el concepto político de la España-nación dibujado ya en la Constitución de 1812 y a reafirmar los valores del Estado frente a cualquier tentación localista o disgregacionista.