La nutrida historia de Cataluña es uno de sus grandes atractivos turísticos de su territorio, en el que se pueden encontrar auténticas joyas arquitectónicas con un amplio legado cultural en sus muros. Es el caso del Castillo de Miravet, uno de los más bellos que se pueden admirar en territorio catalán.
Esta fortaleza medieval, considerada el mejor ejemplo de construcción templaria en Cataluña, se erige en la provincia de Tarragona, en la ribera del Ebro, otorgando a todo el paisaje una magia especial.
La importancia del castillo
Resulta curiosa la relevancia que este bastión ha tenido a lo largo de los siglos y cómo la localidad de Miravet apenas llegue en la actualidad a los 750 habitantes, pero, claro está, los tiempos han cambiado y lo que antes era un punto estratégico en la vía fluvial que suponía el río Ebro, ahora solo es un atractivo turístico de primera magnitud, eso sí.
Porque el Castillo de Miravet no solo aportará bonitas fotografías, sino que además regalará a los turistas una buena dosis de hechos históricos que enriquecerán su visita. No en vano, este edificio religioso y militar es de origen árabe y fue conquistado en el año 1153 por los cristianos durante el reinado de Ramón Berenguer IV.
El pasado templario
Fue precisamente tras la conquista de la plaza cuando comenzó la relación con la Orden de los Templarios. El monarca se lo cedió al maestre de estos en Hispania y Provenza, Pere de Rovira, quien no tardó en ordenar su reconstrucción al estilo de las fortalezas de Tierra Santa, dotándolo de una capacidad defensiva que anteriormente no tenía.
A partir de ese momento, el castillo ganó importancia por el simple hecho de que controlaba, como se ha expuesto, el paso fluvial. Eso también lo convirtió en un importante centro estratégico e incluso político, habida cuenta de la importancia de la Orden del Temple durante la Edad Media en todos los territorios de la cristiandad. Tanto es así que entre sus muros residía el maestre provincial y albergaba tanto el tesoro como los archivos que los templarios tenían en la Corona.
Qué ver
De martes a domingo es posible realizar la visita de este bastión medieval por cinco euros (la entrada reducida es de tres euros). En ella se puede recorrer las 14 dependencias con las que cuenta, así como los tres niveles en los que están distribuidas.
Destacan especialmente el Patio de Armas, a partir del que se estructuraba la vida en la fortaleza y cuyos muros muestran incluso partes del castillo musulmán, la cocina, el refectorio, la bodega y, por supuesto, sus torres. Entre estas hay que nombrar la Torre del tesoro y la Torre de la Sangre, ya que se cuenta que fue donde se ajustició a los caballeros que no quisieron rendirse una vez que la Orden del Temple se prohibió.
Otros encantos
A pesar de que el castillo que vigila esta localidad tarraconense es el principal atractivo de la misma, hay que apuntar que el conjunto ofrece una de las imágenes más representativas del medievo catalán. Además, Miravet cuenta con otros encantos que el visitante puede degustar.
Uno de ellos es el tradicional Paso de Barca, en el que un transbordador sin motor (el último que queda en todo el río Ebro) cruza la corriente fluvial simplemente valiéndose de la maestría del barquero para hacerlo y llegar a buen puerto.
Tradición alfarera
Un paseo por las calles del pueblo es otra de las actividades que no pueden dejarse de lado cuando se acude a Miravet, pues la estrechez de las mismas y la estructura de su callejero ofrecen un viaje al pasado medieval de una localidad donde existe una amplia tradición alfarera.
No en vano, es uno de los lugares donde aún se mantiene vivo el oficio. En la actualidad hay siete talleres alfareros que siguen trabajando las piezas más habituales, como los cántaros, los pitxells o los cadufos. Algunos de estos talleres disponen de pequeños museos que hacen las delicias de los más curiosos y de los amantes de las viejas profesiones. Tan antiguas como la Iglesia Vieja de Miravet, de estilo renacentista y reconstruida sobre la antigua mezquita árabe.