Hace más de 2.237 que los romanos desembarcaron en Ampurias, para hacer de Hispania una provincia más de su poderoso imperio. La romanización (método para aplicar las costumbres romanas a la nueva población) aportó una serie de tecnologías que no se conocían hasta la época. Una de ellas fueron los acueductos, inmensas obras formadas por arcos de herradura cuya función consistía en transportar el agua desde los ríos hasta la ciudad para el consumo propio.
Una de estas edificaciones mejor conservadas en la actualidad es el acueducto de Les Ferreres. Situado a las afueras de Tarragona y con 217 metros de longitud, es una de las obras arquitectónicas romanas que mejor se conserva en la actualidad. Fue construido en el siglo I A.C. por el emperador Augusto. Su función era, ni más ni menos, llevar agua hasta Tarraco, capital entonces de la provincia más grande de la península. ‘El puente del diablo’ dejó de prestar sus funciones allá por el siglo XVII.
Cultura romana
Este monumento declarado Patrimonio de la Humanidad, es uno más de la gran diversidad que la herencia clásica dejó en la península ibérica, concretamente en Tarragona.
Otras obras como el anfiteatro de Tarraco, la torre de los escipiones o el circo romano de la ciudad se convierten en importantes enclaves, dentro de Cataluña, donde poder disfrutar de la arquitectura derivada de una de las sociedades más influyentes en la historia de la humanidad.
'El Puente del Diablo'
El Puente del Diablo tiene dos niveles con arcos superpuestos y está construido con obra de sillares unidos en seco. Su cota de altura se encuentra en los 27 metros, tan solo uno menos que el archiconocido acueducto de Segovia construido dos siglos más tarde.
Esta construcción romana es un monumento al aire libre, por lo que se puede acceder las 24 horas del día de forma gratuita. Se encuentra a cuatro kilómetros de Tarragona, más concretamente en la N-240 en dirección a Lleida, al lado de el barrio tarraconense de Sant Pere i Sant Pau y el municipio de Sant Salvador.