Caraca: historia de una ciudad oculta en las arenas
Su ubicación ha sido un enigma durante siglos. Ahora, recuperarla del pasado, condiciona el futuro de toda una comarca y hace necesario el apoyo de las instituciones para garantizar su continuidad
19 agosto, 2018 00:00Sometidos a la frenética dinámica de la vida diaria, la llegada al cerro de la Virgen de la Muela, en el término municipal de Driebes, resulta una sensación sobrecogedora. Bajo un sol de justicia, aparece ante nuestros ojos un paisaje mesetario, desértico, casi lunar. Una inmersión en un pasado al que debemos mucho y del que aún queda mucho por descubrir y por aprender.
Nos encontramos en el yacimiento arqueológico de Caraca, la primera ciudad romana de la que hasta ahora se tiene constancia en la provincia de Guadalajara.
Enclave e historia de la ciudad
Su enclave privilegiado junto al río Tajo no es casual. La abundancia de lapis specularis (un codiciado yeso translúcido muy utilizado por los romanos en sus edificios) y unos terrenos propicios para la explotación del esparto, hicieron de esta ciudad romana una parada esencial en la Via Espartaria que finalizaba en la ciudad de Carthago-Nova, punto desde el cual se transportaban las valiosas mercancías a lo largo y ancho de todo el imperio. Existen varias fuentes escritas en las que se la cita: Plutarco, Ptolomeo y el Anónimo de Rávena dejaron constancia de su existencia.
El origen de asentamientos humanos en esta zona de Guadalajara viene de muy lejos. Los objetos más antiguos hallados pertenecen a la Edad del Bronce y a la época carpetana corresponde el hallazgo, durante la construcción del canal de Estremera en 1945, a los pies del cerro, de un tesorillo de plata que consta de lingotes, recipientes, sortijas, fíbulas, monedas; y que actualmente se expone en el Museo Arqueológico Nacional. Es la constatación de la existencia de asentamientos prerromanos de indudable valor histórico.
La ciudad que ahora aflora ocupó el territorio hasta el s II d.C. Se desconocen las causas exactas de su abandono que fue, de eso sí hay constancia, repentino.
Caraca, con una extensión aproximada de 8 hectáreas (intramuros), se presenta como una ciudad romana con su urbanismo propio, a destacar, el foro que la confiere el grado de ciudad promocionada jurídicamente. El Cardo y el Decumano, las termas, el mercado, viviendas y seguramente bajo las ruinas de la actual ermita de la Virgen de la Muela, situada en el centro del cerro, y en la que se pueden apreciar elementos de construcción como sillares o columnas romanas, duerman los restos de un templo. La importancia o categoría de la urbe queda también demostrada por la existencia de un acueducto de 3 kilómetros de longitud construido con el famoso hormigón romano, el opus caementicium, de los que en la actualidad se han localizado alrededor de 112 metros, cuyo diseño es prácticamente exacto al de Segóbriga, ciudad que junto a Complutum formaban parte del trazado de la vía Complutum-Carthago Nova. Las aguas que transportaba procedían de un manantial al que llamaban Lucos que significa “claro en el bosque o bosque sagrado” y que nace cerca del pueblo de Driebes.
Equipo y trabajo en el yacimiento
Todos estos descubrimientos son fruto de la labor realizada por un equipo interdisciplinar codirigido por los arqueólogos Emilio Gamo Pazos y Javier Fernández Ortea y que está formado entre otros por el arqueólogo Saúl Martín González, el historiador David Álvarez Jiménez, Alicia Castillo de la Universidad Complutense y Helena Gimeno, especialista en grafitos de la Universidad de Alcalá de Henares.
Determinante fue el trabajo de prospección con el georradar que les permitió confirmar la ubicación de la ciudad romana de Caraca en este cerro.
Los trabajos de campo comenzaron el pasado año con la apertura de tres catas que les permitió corroborar la importancia del enclave y este año a pesar de la menor duración (apenas tres semanas) los resultados son muy alentadores y gratificantes. La cuarta cata de 240 m2 han desempolvado unas preciosas termas públicas aterrazadas cuya construcción se estima en el siglo I. Ungüentarios o anzuelos son algunos de los objetos que se han ido encontrando en esta zona acotada de trabajo. “Las modernas técnicas de trabajo utilizadas en la campaña de 2018 permitirán dar un paso de gigante en el conocimiento de las termas romanas en Castilla-La Mancha”, nos matiza Javier Fernández.
Los directores de la excavación nos cuentan que el trabajo de campo apenas supone una décima parte de la labor. Cuando el yacimiento se cierra los objetos encontrados se llevan al Museo de Guadalajara para ser lavados, siglados, dibujados e inventariados y, de este modo, continuar con una labor de investigación que ponga luz y sentido en los estratos de la historia.
Nos cuentan además que, por primera vez en el asentamiento, se van a llevar a cabo pruebas palinológicas, esto es, estudiar muestras de pólenes antiguos de la zona para determinar la vegetación y los tipos de cultivo de la época y así conocer el impacto que pudo tener el asentamiento en el paisaje.
Continuidad del proyecto
El proyecto de investigación del yacimiento arqueológico de Caraca cuenta con el apoyo de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, de los ayuntamientos de Driebes y de Brea de Tajo y de la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara.
Aun así la continuidad del proyecto no está garantizada, ya que depende de las subvenciones de la Junta a las que optan mediante convocatorias públicas anuales.
Ellos son optimistas. De momento, están pendientes de la firma de un convenio con la Diputación de Guadalajara y el Ayuntamiento de Driebes que les proporcionaría una inyección económica importante. “En cuanto este acuerdo se materialice, la idea es continuar de forma inmediata con el mapeado del georradar para obtener una visión de la ciudad prácticamente completa, algo poco habitual”, nos cuenta Javier Fernández.
Asimismo nos explica que “la arqueología debe retroalimentar también la sociedad, ya no solo por el interés científico e histórico del lugar, si no que además si puede generar riqueza pues perfecto”.
Proyección de futuro e impacto en la zona
Pasado, presente y futuro unidos de una manera que ninguno de los actores implicados podrían siquiera imaginar. Drones y un georradar, tecnología de vanguardia recorriendo esta altiplanicie que siglos atrás fue habitada por diferentes culturas sustentadas por la riqueza de su entorno.
A día de hoy, los habitantes de la localidad de Driebes, un municipio que sufre la despoblación de esta zona rural de la meseta a escasos 80 kilómetros de Madrid, viven implicados y miran esperanzados el desarrollo de los trabajos del equipo humano que, en su mayoría, colaboran de manera desinteresada sin perder un ápice de ilusión en el proyecto. Un inesperado aliciente para los driebeños que ya vislumbran un plan turístico con un centro de interpretación y un museo que supondría todo un revulsivo turístico y económico a esta despoblada zona de la Baja Alcarria.
Todo está aún por ver, las excavaciones llevan su propio ritmo y además son caras de financiar. Requieren de un gran esfuerzo en el que todos aportan su granito de arena y, precisamente, granos de arena son todavía muchos los que quedan por levantar.