Póster alegórico de 'Gran Hermano', la novela de Orwell, sobre cómo nos espían

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Democracias

¡Nos espían y estamos encantados!

El coreano Byung-Chul Han advierte en ‘Infocracia’ de los peligros de la manipulación informativa en la red a la que gustosamente se someten los ciudadanos

7 mayo, 2022 21:30

Espías profesionales que toman datos sobre políticos y operaciones que podrían desestabilizar el país. Un método peligroso, que debería contar siempre con las autorizaciones judiciales pertinentes. Esas escuchas, que han causado un escándalo político en España y que afectan a dirigentes independentistas, pero también a muchos otros, incluso al presidente del Gobierno, ¿no son la punta del iceberg? ¿Qué pasa en las redes sociales, cómo decidimos nuestras elecciones de todo tipo, también las políticas? La advertencia llega de la mano del filósofo coreano Byung-Chul Han, afincado en Alemania, que se expresa con claridad y que a través de obras concisas, muy bien escritas, golpea a los ciudadanos en el pecho para que reaccionen. Lo explica en Infocracia (Tauris), con un subtítulo que focaliza el problema: La digitalización y la crisis de la democracia.

Esa es una relación que no se ha querido ver en los últimos años, o que se consideraba como algo menor, que no debía cuestionar los fundamentos de las sociedades democráticas occidentales. Pero sí lo ha hecho. La sofisticación en las redes, con la construcción de bots y cuentas falsas automatizadas en las redes sociales, han provocado un cambio de enormes consecuencias, porque la paradoja es enorme: somos los ciudadanos los que, alegremente, nos sometemos a esa nueva “disciplina”, como la denomina Byung-Chul Han, y la hacemos más fuerte. Participamos, compartimos contenido, mostramos lo que nos gusta o nos sorprende y, a partir de ello, recibimos más contenido con similares características hasta el punto de tomar decisiones con la conciencia de ser libres: el voto a determinados candidatos. ¿Y lo somos?

¿Tenía razon Susan George?

El filósofo llama “régimen de la información” a esta nueva era, que constituye, para él, una “prisión digital”. Y en ella, “como zona de bienestar inteligente no hay resistencia al régimen imperante”. Y atención: “El like excluye toda revolución”.

Portada del libro de Byung-Chul Han

Portada del libro de Byung-Chul Han

Ahora hay que volver la vista atrás, porque algunos referentes ‘peligrosos’ de la izquierda alternativa sostenían reflexiones que ya iban en esa dirección. Y, sin creer en teorías de la conspiración, el mundo ha aceptado esos cambios sin mucha resistencia. Se trata de Susan George, tal y como lo reflejó en su libro Informe Lugano II (Deusto, 2003). Un libro que era la continuación de su Informe Lugano, --la primera parte—y que planteaba una curiosa petición: los llamados Solicitantes, los supuestos miembros de la élite económica y política, encargan un informe a un grupo de expertos. ¿Qué hacer? ¿Qué deben evitar, y qué necesitan promover para mantener un esquema de poder que les beneficia?

Atentos a aquellas líneas escritas de Susan George: “Desde el punto de vista sociológico, la gente descubre lo que quiere no en Internet, sino precisamente al participar en un movimiento y al interactuar con otras personas para elaborar una visión común. El simple hecho de que se reúnan, incluso sin reivindicaciones claras, es en sí un peligro para el blanco al que apuntan. Los Solicitantes deben esforzarse al máximo para que se mantengan dentro de los límites de su hogar…y de Internet”.

George se refería a la necesidad, para contentar a los Solicitantes, de evitar grandes concentraciones o movilizaciones sociales de protesta. Lo mejor era fomentar un individualismo a través de Internet y de las redes sociales que logra una curiosa percepción: estamos conectados, con mucha gente, podemos organizar grandes cosas, pero, ¿se consiguen y qué se obtiene realmente?

El filósofo Byung-Chul Han / CCCB

El filósofo Byung-Chul Han / CCCB

Las democracias necesitan esa participación social, con la aceptación de que habrá conflictos, de que hay intereses contrapuestos, y que es, precisamente, el sistema, la forma política, la que permite dirimirlos con una minimización de daños para el conjunto. Pero se ha pasado directamente al like y a los comentarios en la red, a los memes.

De la Kaaba a Apple, el cubo transparente

Es la sociedad de la vigilancia. Byung-Chul Han lo explica en cinco breves capítulos que suponen un compendio de los nuevos tiempos. La cuestión central es que no se obliga a nadie a hacer nada que no quiera. “No se obliga a la gente a tener una visibilidad panóptica. Más bien esta se expone sin ninguna coacción externa, por una necesidad interior. Se produce a sí misma, es decir, se pone en escena”, señala el pensador coreano, que se refiere al concepto en francés, que, precisamente, es elocuente sobre el fenómeno: “La palabra francesa se produire significa dejarse ver. En el régimen de la información, las personas se esfuerzan por alcanzar la visibilidad por sí mismas, mientras que el régimen de la disciplina las obliga a ello. Se colocan de manera voluntaria ante el foco, incluso desean hacerlo, mientras que los internos del panóptico disciplinario procuran evitarlo”.  

Todo es transparente y se hace gala de ello. ¿Se puede decir, entonces, que no hay libertad? No, al contrario. Hacemos lo que queremos. Pero, ¿estamos seguros? Es la lección de Infocracia: “El imperativo de la transparencia permite que la información circule con libertad. No son las personas las realmente libres, sino la información. La paradoja de la sociedad de la información es que las personas están atrapadas en la información. Ellas mismas se colocan los grilletes al comunicar y producir información. La prisión digital es transparente”, sentencia Byung-Chul Han.

La idea de la transparencia se puede ilustrar. Es física. Pero no es tal. El filósofo encuentra la imagen: el Flagship Store de Apple en Nueva York, un cubo de cristal. El “templo de la transparencia”. Y recuerda que ese cubo es la antítesis arquitectónica de la Kaaba de La Meca, con un denso manto que la oculta. Son dos fundamentos diferentes “de la dominación”, lo arcano y la transparencia. ¿Muy diferentes? Sí, visualmente, lo son, pero

Meme Donald Trump /REDES

Meme Donald Trump /REDES

Hay un tono pesimista en el libro del pensador instalado en Alemania, que aborda el gran peligro: una especie de nihilismo que lo tape todo, una nueva etapa de la humanidad en la que da todo lo mismo, porque no se sabe identificar ‘la verdad’, o se considera que es algo tan subjetivo que no vale la pena trabajar por ella. Hasta el punto de que se halla convertido en algo que existió, sí, que se buscó, pero todo fue efímero. La propia democracia liberal como un paréntesis, como algo excepcional que funcionó, que fue útil, pero que tuvo un tiempo limitado. Lo extraordinario frente a lo ordinario en la vida humana.

“El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI”, señala, como un de los grandes cambios de la humanidad. “Es fruto de las distorsiones patológicas de la sociedad de la información. Se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. En la era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal”.

Todo fue un paréntesis

Y hay nuevos conceptos, risibles, tal vez, pero muy vigentes. Esa erosión de la verdad comenzó antes de la política de fake news de Donald Trump, que ha sido el político que mejor las ha explotado. Lo definió The New York Times en 2005 con la palabra truthiness, como una de las palabras que captaba la época. “La truthiness refleja la crisis de la verdad. Se refiere a la verdad como impresión subjetiva que carece de toda objetividad, de toda solidez factual. Todo son emociones y afectos, los likes de las redes sociales. Y cuando eso sucede, “cuando las emociones y los afectos dominan el discurso político, la propia democracia está en peligro”, considera Byung-Chul Han.

“La verdad se desintegra en polvo informativo arrastrado por el viento digital. La verdad habrá sido un episodio breve”, deja caer el filósofo.

¿Es esto lo que querían los Solicitantes de los que hablaba Susan George? ¿Es posible una revitalización que reivindique con fuerza esa ‘verdad’?