Daniel S. Garrocho, autor de 'El último verano'

Daniel S. Garrocho, autor de 'El último verano'

Democracias

Diego S. Garrocho: “Nadie puede vivir en una escombrera de valores”

  • El profesor de Filosofía Política y jefe de opinión de ABC reclama “nuevas reglas que permitan el disenso” en España para superar el clima de polarización extrema
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25 mayo, 2023 23:25

Diego S. Garrocho (Madrid, 1984) busca el término preciso. Considera que es importante un buen diagnóstico, para utilizar después el "utillaje necesario" que permita dar con una solución satisfactoria. Es profesor de Ética y Filosofía Política en la Universidad Autónoma de Madrid, donde ejerce como vicedecano de Investigación de la facultad de Filosofía y Letras. Y es también jefe de Opinión del diario ABC, donde dispone de una columna propia. Parte de ese trabajo, una selección de sus reflexiones, se plasma en El último verano (Debate), que resulta una invitación para que España se vea a sí misma, con aportaciones sobre la conversación pública en el país y con críticas tan elegantes como despiadadas sobre algunas actitudes y colectivos. En esta entrevista con Letra Global, señala que "Nadie puede vivir en una escombrera de valores". Y lo hace tras una reflexión sobre el posmodernismo, que ha impregnado a muchos miembros de las generaciones más jóvenes, con una traducción en el sistema político.

Garrocho se muestra preocupado por la salud de la conversación pública en España. ¿Es mejor o peor que la de hace unos años, se idealiza el pasado, o realmente hemos empeorado como sociedad? "La conversación pública está rota, porque se han multiplicado las ágoras, con las redes sociales, que ejercen como cámaras de eco. Y se debe añadir el libre mercado de la atención, que produce que la opinión más leída o la noticia más leída sea la más ruidosa, no la más elaborada. Y triunfa, entonces, la confrontación", señala.

Pero, ¿quién debería ordenar ese flujo constante? Con numerosos medios de comunicación, y con la posibilidad de muchos colectivos o individuos de proyectar sus propios mensajes, Garrocho considera que las grandes cabeceras periodísticas todavía tienen un papel. "Las cabeceras más clásicas deberían asumir un cierto liderazgo para llevar a cabo una conversación ordenada", asegura, en referencia a medios como el suyo, ABC, o los periódicos más veteranos.

Portada del libro de Garrocho

Portada del libro de Garrocho

Existe, sin embargo, un debate sobre el tipo de opinión que debe albergar un medio de comunicación. ¿Puede un medio, por sí sólo, acoger distintos puntos de vista, incluso contradictorios con la línea editorial, o es mejor que cada medio vaya acompañado de su propio equipo de colaboradores que refuercen una determinada línea? Diego G. Garrocho tiene claro que, en ABC, como Jefe de Opinión, facilitará la primera apuesta. "Me tomo muy en serio a los lectores de ABC y defiendo, en términos propios de la democracia liberal, que se puedan confrontar ideas, que se perfeccionan en contacto con sus contrarias. Otra cosa sería propaganda. En la página de mi columna, ha aparecido, por ejemplo, José Peláez sosteniendo lo opuesto a lo que yo mismo he escrito. Y hay otros artículos que se publican que defienden una línea muy distinta a la del periódico. Por supuesto que hay líneas rojas, que guardan relación con la democracia y el pacto de convivencia, pero fuera de ellas, debe prevalecer el respeto por las ideas y por los lectores".

Las redes sociales, con todo, ejercen su función, pero Garrocho no pide una especie de lucha contra la tecnología. Lo que defiende es que se sea consciente de lo que supone. Y que se establezcan "espacios de alfabetización mediática, para brindar a los estudiantes un utillaje que les permita discernir. Lo que pido es cuestionar esa idea de celebrar los entornos digitales, porque incorporan desafíos y peligros que deben ser atendidos".

Diego S. Garrocho busca la reflexión, el pensamiento propio, sin caer en las trincheras de esta o aquella ideología. Y prueba de ello ha sido un artículo en el que crítica que la derecha base su estrategia en el ‘antisanchismo’. La columna fue celebrada por los entornos más cercanos a la izquierda, pero para este profesor de filosofía política la derecha debería asumir el problema de fondo que comporta su artículo. Bajo ese título, Antisanchismo, Garrocho comenzaba su pieza de una forma espléndida: "He visto a las mejores cabezas de mi generación destruidas por el antisanchismo". Su idea es clara. "Una parte de la derecha ha quedado muy dañada por el hipercriticismo, y me parece una manera conformista de ejercer el pensamiento, porque no es capaz de construir ideas que permitan un cambio, que pudiera llevar a un cambio de gobierno. Una derecha concentrada en una oposición no resulta creativa. Lo mejor es un pensamiento fecundo que alumbre ideas".

Ahora bien, la misma crítica se puede formular en el flanco de la izquierda. El jefe de Opinión de ABC entiende que ha "perdido la capacidad autocrítica, y expulsa a quienen no comulgan con ideas establecidas, con líneas inerciales, y se equivoca cuando importa una agenda que viene de fuera. La izquierda no es capaz de legitimar ideas liberales o conservadoras, porque ha decidido que la derecha es mala. Y luego tiene tractores emocionales como la justicia social, con juicios de intenciones, sin pensar en las consecuencias de determinadas políticas. Son buenas intenciones, que tienen consecuencias prácticas, como hemos visto con la Ley de Vivienda o la Ley del sí es sí".

Lo que reivindica el profesor de Filosofía Política es la capacidad de pensar, de buscar soluciones, dentro del marco de la democracia liberal. Y esa cuestión es capital para establecer puentes en la política española. Porque, ¿se puede facilitar un cierto consenso en un clima de gran polarización?

Garrocho establece una primera consideración. "La búsqueda del consenso puede estar sobrevalorada, lo importante es encontrar vías razonables de disenso. La polarización es mala, porque asume la deshumanización, y el respeto por las ideas ajenas es una de las condiciones de posibilidad de la deliberación pública. Pero el disenso no sólo es legítimo, sino que es el motor de una democracia". Y aquí surge una pregunta, ¿esa polarización tiene algo de ficticio? El jefe de Opinión de ABC lo tiene claro. "Sí es cierto que hay cierta dramaturgia que no es real, porque los dirigentes políticos se tratan mejor entre ellos de lo que aparece en público. En todo caso, hay una necesidad de generar reglas de juego para el disenso, nuevas reglas para disentir. Y eso no sólo sería respetuoso, sino que sería fecundo para lograr cuestiones útiles para la comunidad".

Pero, ¿qué hay en juego en España, por qué esa bronca continua, qué es lo que nos divide? Garrocho puntualiza con una idea que rompe moldes: "Creo que la división izquierda-derecha debería ser secundaria. Lo importante es quién defiende la democracia liberal y quién no. Unas reglas de juego compartidas permitirían preservar más cosas para contarse. Mucho más que la relación con los extremos, ya sea la izquierda con su extremo o la derecha con su extremo, porque esos extremos plantean la impugnación, con el riesgo de desmantelar el pacto constitucional". Sin embargo, y ahí aparece la paradoja, el profesor de ética y Filosofía Política formula un pronóstico: "Puede que España sea el primer país en el que el primer momento populista se vence y pasa de lado".

Garrocho es contundente en sus artículos, pero destila sus ideas con mucho tacto. En su Carta a un joven posmoderno, sin embargo, ataca con dureza una caricatura, que tiene, en todo caso, un gran poso intelectual. Señala que a muchos jóvenes el intelectualismo postmoderno los ha machacado, con lecturas de Judith Butler o de Paul B. Preciado, que no han sido nada productivas. El rechazo al estatus quo, la exigencia de que todo es un desastre y que las convenciones hay que romperlas, ha llevado a muchos jóvenes a reivindicar –tal vez ya muy tarde, como diría Carole King—una “vida normal”.

Judith Butler, una referencia para los postmodernos / WIKIPEDIA

Judith Butler, una referencia para los postmodernos / WIKIPEDIA

"Has pasado los últimos años creyendo que deconstruías cánones, convenciones, normas y sentidos, pero, en el fondo, ya no puedes engañar a nadie, lo único que has destruido es tu propia vida. Y hay otra mala noticia: quienes te invitaron a hacerlo sí que están a salvo", escribe en el libro, como se recoge en El último verano.

El autor de la pieza, despiadada, a sabiendas, se explica: "Nos llevaría mucho tiempo hablar sobre la postmodernidad, y lo que hice es arremeter contra la caricatura. Pero la idea es hacer ver el riesgo de la impugnación de la realidad, de la estabilidad, a partir de un constructivismo social y moral absoluto que resulta falso. Es un programa invivible, por ese hipercriticismo, por ese afán destructivo. Nadie puede vivir en una escombrera de valores. Es un fraude educativo, que resulta de la impugnación de nuestra tradición, sin aportar nuevos referentes".

En otro artículo, La vanguardia de la retaguardia, la elegancia aparece, pero con una carga de profundidad que deja helado, para quien se dé por aludido. Con la polémica sobre Benidorn Fest, que Podemos hizo suya para denunciar que la canción preferida del público, la de Rigoberta Bandini, no fue la elegida por TVE, y que se convirtió en una especie de himno feminista, Garrocho escribe: “Pero estamos en España, aquello no era la Bastilla, sino Benidorn (¡ni siquiera Woodstock!), y algunos decidieron llegar tarde a una revolución que tampoco existe. Los de la retaguardia de la vanguardia le han cogido gusto a hacer interpretaciones ideológicas de cualquier cosa, cuando el gesto pertinente sería, Bloom mediante, exactamente el contrario; defender una lectura culta de la política y no una lectura politizada hasta la neurosis de toda expresión cultural". Queda dicho.

Hay en la democracia española algunas cosas pendientes. Tal vez muchas. Garrocho se pronuncia cuando se le cuestiona sobre qué hacer con Bildu, que ha marcado la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales de este domingo. ¿No ha ganado la democracia liberal, ahora que Bildu participa en la política institucional? ¿Se debe situar un horizonte temporal para poder acordar cuestiones con Bildu?

“No es una cuestión de tiempo, sino de la plena homologación de Bildu, y de los pasos que dé. Siendo una buena noticia que participe en las instituciones, Bildu, pero sobre todo Sortu, no ha recorrido lo suficiente para poder ser un socio preferente. Mantiene ciertas ambigüedades, habla del cese de la violencia como estrategia, o promueve los homenajes a terroristas. El camino que ha trazado no está completo. Y lo que se ha mostrado es que el PSOE le da las gracias a Bildu cuando llega a determinados acuerdos, pero mantiene todas las distancias con el PP, sin reconocer nada, cuando pacta con el PP cuestiones como la Ley del sí es sí. Eso demuestra algo sobre el espectro político de cada cual".

En esa tesitura se encuentra España, a juicio de Garrocho, que insiste en los valores, en la democracia liberal, en el respeto y en las vías razonables del disenso, con una idea central: no se puede idealizar el pasado. Lo expresa en Nostalgia de lo que fuimos, un alegato para pensar más en el futuro, con una frase demoledora: "La enfermedad de la nostalgia es la epidemia de nuestro tiempo y si no aplicamos ninguna terapia acabará por devorarnos. Palabra". De Garrocho.