Julio Ceballos: "Lo de Ferrovial nunca hubiera sucedido en China"
Experto en Internacionalización, Ceballos expone en 'Observar el arroz crecer' cómo China ha logrado una sociedad “más meritocrática que la española”
18 marzo, 2023 19:45El nombre de China no se puede invocar en vano. Es un modelo para una buena parte del planeta. Para la otra, la occidental, puede resultar una aberración, un sistema del que habrá que alejarse todo lo posible, aunque, al mismo tiempo, se deba negociar y colaborar con ella. China marca el presente y el futuro del mundo. Y Julio Ceballos ha querido ahondar en sus principales características, desde el conocimiento que le da sus diecisiste años en el “imperio central”. Experto en Internacionalización, estrategia de mercado y negociación, Ceballos acaba de publicar Observar el arroz crecer, cómo habitar un mundo liderado por China (Ariel), en el que señala que las democracias occidentales deberían perfeccionar sus sistemas, logrando algo que sí tiene China, “una mayor meritocracia”. Y desde la convicción, como asegura en esta entrevista con Letra Global, que la deslocalización de grandes empresas como Ferrovial están fuera de cualquier planteamiento para ellos razonable. “Lo de Ferrovial nunca hubiera sucedido en China”, asegura Ceballos.
Esa afirmación podría tener dos sentidos, el del control de China sobre todo lo que sucede en su interior, con el mandato supremo del Partido Comunista, que está por encima del Estado, pero también el de entender la sociedad china a partir de planes, de objetivos, que deben cumplirse. “Lo que resulta muy evidente en la actual China de Xi Jinping, pero también antes, porque se han ido complementando a lo largo del tiempo, es que hay planes, hay un horizonte, una idea clara de hacia dónde se quiere ir, algo que falta en Occidente, en países como España, donde se improvisa demasiado y se cambian políticas cuando hay cambios en el gobierno con excesiva facilidad”.
¿Cuál sería la diferencia? El mundo ha comenzado a señalar a China como un problema, como un país-continente al que se encargó que fuera la gran fábrica del mundo, con resultados ahora nada amables para Occidente, que trata de controlar o aminorar el proceso de globalización económica. Ceballos tiene claro que el gran objetivo de la dirección comunista no pasa por dominar el mundo, pero sí “por constatar que el nuevo orden mundial no puede ser sólo occidental, y que no puede ser, en todo caso, anti-chino”.
Lo que expone China al mundo es que el mando es de los políticos, de los que trazan un plan a largo plazo y no del orden económico. Ceballos destaca esa característica, en oposición a Occidente, donde es el poder económico “el que se ha impuesto”. Buena parte del malestar, entiende Ceballos, que se ha constuido en los últimos años viene por esa razón, porque al poder político se le pide unas respuestas que ya no puede dar. “El 90% de las empresas son privadas y el 60% del PIB en China lo proporcionan esas empresas, pero se pasa por alto que no gobiernan los más ricos. Gobierna el partido, cuyos miembros, en la cúspide, no son los que tienen más dinero. No es una oligarquía económica la que gobierna el país, sino una oligarquía tecnocrática, que controla el poder político. Y lo que se percibe en China, no solo por parte de esa elite tecnocrática, sino también por la propia sociedad china, es que en países como Estados Unidos, hay un sistema bipartidista y una democracia electoral, pero el poder político está condicionado por lobis económicos”, afirma Ceballos.
Su afirmación permite una discusión que ha sido notable en los últimos años sobre las supuestas bondades del modelo chino. Si son más eficaces, si trabajan a medio y largo plazo, y el Partido Comunista, con Xi Jinping en lo más alto, ha logrado satisfacer las necesidades materiales de cientos de millones de chinos en unos 50 años, ¿qué puede poner por delante la democracia liberal occidental?
Ceballos no apuesta por el sistema chino, no considera que deba ser el modelo al que Occidente deba abrazarse, pero sí insiste en que Occidente debe tomar algunas cuestiones de China, o tomarsélas mucho más en serio, como “el ascensor social, la meritocracia real, o la eficacia en deterninadas políticas, con mayores consensos internos”.
Esa meritocracia hace referencia a los propios dirigentes políticos. La elite tecnocrática china está “repleta de ingenieros, personas muy preparadas que, con anterioridad, han demostrado sus credenciales, algo vital en China, que forma parte de su idiosincrasia”. En España, por ejemplo, ¿quién llega a ser candidato para presidir las instituciones? “El sistema democrático está bien, pero aquellos a los que votamos deberían tener unas credenciales mínimas. No vale un físico atractivo o una campaña electoral bien dirigida. Sería necesario una hoja de ruta a largo plazo, porque no puede ser que se gobierne a bandazos, a través de revanchimos”, sentencia Ceballos.
Para este experto en Internacionalización, que asesora a empresas para buscar mercados en China, y que vive en el país-continente desde hace diecisiete años, Occidente cayó en su propia propaganda, en sus propias ilusiones, cuando consideró que la entrada de China en la OCDE, en 2001, iba a supner una occidentalización de su sociedad. “China ha occidentalizado el consumo, pero no sus valores políticos. Fue un error de la élite de Estados Unidos, comenzando por Kissinger, al pensar que iba a suceder lo mismo que en Alemania, Japón, o, incluso, España. La idea se basaba en la experiencia en esos países: si se produce una mayor relación comercial, habrá una amortiguación de los conflictos y esas sociedades accederán, casi de forma natural, al sistema democrático liberal. Y eso no ha ocurrido en China, porque esos valores de la Ilustración no encuentran arraigo, son foráneos, serían un implante en China”.
Se trata de la propia idea de libertad, que en China se considera un valor propio de Occidente, que no tiene por qué ser asumido en su interior. Ceballos insiste en esas diferencias culturales para poder entender el nuevo papel de China en el mundo. “La cultura, el arraigo cultural, es definitivo. China ha sido siempre un país con instituciones muy fuertes, meritocráticas. En China tu y yo no somos iguales. Aquí sí. En China no se trata de una cuestión de castas o de nacimiento, pero sí se pone en valor cuánto vales. Tanta gene conoces, tanto vales, en función de lo que te rodea. Y creo que se puede decir que la sociedad china es más meritocrática que la española. En China se suele decir que el 70% depende del esfuerzo personal y el 30% de la suerte, una suerte, además, que se estimula, que se trabaja, con avalorios y cálculos. Los chinos saben que la educación y la cultura son determinantes para lograr acceder a puestos donde puedas desarrollar avales que te apuntalen”.
¿Pero, es una amenaza China para el mundo? ¿Qué pretende, gana o pierde con la guerra de Ucrania? Ceballos se toma su tiempo, y señala, de nuevo, la importancia del sustrato cultural y de la historia en China. Y tiene claro que a la potencia mundial “no le conviene en absoluto la guerra en Ucrania. China, de hecho, sólo es una amenaza para sí misma. Tiene muchos dilemas internos, desde el envejecimiento de su población hasta el consumo de agua potable y la contaminación. Lo que sí tien claro China es que Estados Unidos no puede ganar siempre, y que se debe entrar en una fase de coliderato. Nos molesta China seguramente porque gana o intenta ganar con nuestras propias reglas, como la eficacia de una multinacional. Saben sus dirigentes cómo funcionan las multinacionales y se agarran a ese modelo: no son democráticas, son rígidas, son competitivas y eso hacen ellos”.
La eficacia de China, sin embargo, ha sido cuestionada por Occidente tras la pandemia del Covid, al comprobar que las estrategias de sus dirigentes no han resultado. Ni la vacuna china resultó ser muy eficaz, ni la idea del covid cero, que llegó a poner de los nervios a millones de chinos encerrados en sus casas. Ceballos, llegados a este punto, señala el gran peligro para la democracia liberal, al considerar que el régimen chino supo rectificar, pero sin admitir nunca el error, y gracias al “control exhaustivo que tiene de la sociedad, a través de redes sociales, y de conversaciones, anticipándose siempre a cualquier conato de posible revuelta”.
“Han logrado un sistema en el que se reprime, pero se corrige, generando una opinión de que, en realidad, ya se había pensando previamente en ese cambio. Antes, sin embargo, se toma nota, se busca a los que hayan podido generar la disidencia, porque consideran que si dejan crecer esas células entonces serán cancerígenas para el sistema”, asegura Ceballos. ¿Pero se admite el error? “No, para nada. Se dice que ya estaba previsto, como ha pasado con el Covid, cuando se ha afirmado que el virus había dejado de ser letal y se podía convivir con él, dejando atrás la política del covid cero”.
Eso lleva, a juicio de Ceballos, a la afirmación de Harari, cuando el analista israelí considera que la democracia liberal tiene un problema. “Hay una conclusión muy dura en todo eso, y es que quién necesita confianza si dispone de datos, como apunta Harari: quién necesita votos, si ya tienes datos”.
Eso lo va teniendo o ya dispone de ello China. Y en Observar el arroz crecer se da cuenta con detalle. Paciencia y planes de futuro para ser la gran potencia económica en el mundo. “Lo que está claro es que ya no poderemos prescindir de China, y que deberemos prepararnos para una pugna constante entre China y Estados Unidos”, concluye Julio Ceballos.