Xi Xinping y Islas de plata, imperios de seda de Manel Olle / FOTOMONTAJE LETRA

Xi Xinping y Islas de plata, imperios de seda de Manel Olle / FOTOMONTAJE LETRA

Democracias

Taiwán, puerta de los Mares del Sur de Stevenson, polvorín entre China y Occidente

En 'Islas de plata, imperios de seda', Manel Ollé hace desfilar imperios, sultanatos, culturas y credos, pero también ambición desmedida y deseo de conquista

2 noviembre, 2022 20:00

“En Taiwán, no estamos comprometidos en abandonar el uso de la fuerza". Con estas palabras, que dicen lo que esconden, el presidente chino, Xi Jinping, anunció el pasado domingo, en el Congreso del Partido Comunista de la República Popular, la amenaza que pende sobre Taiwán, la antigua Formosa de los portugueses, la Isla Hermosa, como la bautizaron los mercantes y conquistadores españoles en el ultramar indopacífico. La interpretación contextual del idioma mandarín, utilizado por Jinping, hace temer una invasión en toda regla sobre la más significativa de las islas de plata, espoleta y polvorín de una conflagración planetaria, tan peligrosa por lo menos como la guerra de Putin en Ucrania.

Las palabras de Jinping en el Congreso de su partido expresan la misma ambigüedad que utilizó Mao Zedong en 1949 contra el líder de la China Nacionalista, Chiang Kai-shek, quien retiró del continente las tropas del Kuomintang para refugiarse en la actual Taiwán. La geopolítica del Este es un juego de naipes, pero la sinología de la perífrasis no esconde la gravedad de las intenciones de Pekín: el derecho a la lucha contra Taiwán se refleja ya en la misma Constitución del gran país asiático. Es la primera vez que la Carta Magna de China --los estatutos del Partido Comunista-- reconoce por escrito que la isla vecina le pertenece.

Nada es nuevo porque, a lo largo de los siglos, las amenazas, los desembarcos y los asesinatos en masa se repiten en guerras que son siempre la misma guerra. En Islas de plata, imperios de seda (Acantilado), Manel Ollé, profesor de Historia y Cultura de la China en la Universidad Pompeu Fabra, nos habla del locus colonial del Asia oriental; por su texto desfilan imperios, sultanatos, culturas y credos, pero también ambición desmedida y deseo de conquista, como el que tiene ahora la clase dirigente del partido único chino, reproducción de la casta guerrera de la dinastía Ming. No ha cambiado nada; debajo de las antiguas lanzas y de las armas de guerra modernas late la comunidad transpacífica de los comerciantes, artistas, corsarios y gobernadores coloniales convertidos hoy en inservibles diplomáticos bañados por la luz del Este.

Industria militar y tecnológica

Ollé ha reinventado un mundo de porcelanas, especias, espejismos, creencias, semillas, diásporas migratorias, criollos novohispanos o chinas sangleyes de Manila. Y por encima de todo, ha puesto delante del lector cartas de navegación, juncos, pataches, naos, sampanes y galeones surcando el proceloso mar de China; la gran potencia quiere clausurar el estrecho de Taiwán y establecer viejas amistades con sus vecinos de los Mares del Sur, sede de las Marquesas, Salomón, Papúa Nueva Guinea, Polinesia y sobre todas, Samoa, la perla escogida por el insobornable Robert Louis Stevenson para despedirse de la vida. El autor de novelas inolvidables, como La isla del tesoro y de El extraño caso de Doctor Jekyll y Mr Hyde, La flecha negra o El club de los suicidas, quiso perderse en medio de un océano desmesurado, dejando a China al oeste, Australia al Sur y América al Este.

El presidente chino, Xi Jinping, durante la ceremonia de apertura del 20º Congreso Nacional del Partido Comunista de China / EFE

El presidente chino, Xi Jinping, durante la ceremonia de apertura del 20º Congreso Nacional del Partido Comunista de China / EFE

En uno de sus escritos de viajes, la escritora Rosa Regàs se pregunta con elegancia qué tendrán los libros antiguos, “esas encuadernaciones en cartoné en la biblioteca de una vieja dama, vestida de blondas, puntillas y canesús, sentada en un sillón de mimbre estremeciéndose con las aventuras que surgen precisamente de las últimas entregas de Stevenson”. Regàs piensa en Falas Osborne, la esposa de Stevenson que acompañó al escritor en la  aventura de ambos en un paquebote por el gran mar, dispuestos a recuperar su maltrecha salud o caer en el intento. 

La cultura es el laboratorio de la historia; nos permite proyectar la mirada por encima de los siglos; libera el conocimiento de las diásporas y de su contrapeso, la diplomacia del espíritu que tanta falta hace hoy. Por el contrario, la torpeza de la política es una navaja punzante capaz de mellar el orgullo de los bandos en conflicto, como se vio en la visita del pasado agosto a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, situando a su país en el fiel de una alianza nuclear capaz de someter a China, aunque sea utilizando solo el poder de la disuasión. La reacción del Politburó chino ante Pelosi se ha hecho esperar todo un verano, pero ahora, Jinping acaba de situar en los cargos más altos de su nación a los representantes de la industria militar y tecnológica.

El motor de la cultura universal

La nueva oligarquía china se ha convertido en dirigencia política, una élite que hunde sus intereses en las islas de plata, mientras amarra sus elegantes juncos en los archipiélagos de los Mares del Sur. Desde el fin de la Segunda Gran Guerra, el Pacífico se ha revelado como nexo contemporáneo de interacción y resolución del conflicto de intereses entre poderes, sociedades y culturas; pero el gran océano despierta al fin, como amenaza total. Y ante este inminente peligro, China juega el papel de espoleta al comportarse como lo que siempre fue: “un imperio confuciano consciente de que poder e inteligencia van de la mano” (José María Lasalle, en Ciberleviatán).

Manel Ollé desentraña en su libro el misterio del Mar del Sur, un término acuñado por Núñez de Balboa para definir el conjunto inabarcable compendiado más tarde en la cartografía de Fernando de Magallanes, desde las Fiyi del sur hasta las Islas de Plata, que incluyen el archipiélago de Filipinas y Taiwán, la Nueva España, las castillas del Asia Oriental, dos enclaves estratégicos en las batallas navales a lo largo de la historia, hasta llegar al mismo general Mac Arthur, establecido en Luján, durante la Segunda Guerra, donde implementó un Estado del Bienestar bajo las amenazas de Japón.

El paso de la dinastía Ming a la dinastía Qing convirtió a Taiwán en resistente y la integró formalmente en el imperio, acercando su pasado español y portugués a lo que fue el Códice de Manila, formado por representaciones gráficas del pasado ibérico y por las rutas marítimas del llamado Galeón de Manila, la primera compañía de viajes, que unió Asia, Europa y América. La diplomacia intercultural de los Austrias dejó tratados doctrinales y devocionarios científico-técnicos a cargo de un estamento intelectual irrepetible que ensombrece al americano Bartolomé de las Casas. Ollé cita los casos destacados de traductores del chino al castellano como Juan Cobo (Gao Mixian), Diego de Pantoja (Pang Diwo), Antonio de Santa María Caballero ( Li Andang), Juan Bautista Morales ( Li Yufan) o Fernández de Navarrete ( Min Mingwo), entre otros sabios, que defendieron para siempre el plano de la cooperación sin abogar por la imperofobia o la imperofilia.

Retrato del escritor Robert Louis Stevenson (1887) /SARGENT.

Retrato del escritor Robert Louis Stevenson (1887) /SARGENT.

La traducción es el auténtico motor de la cultura universal. Además, la escala geográfica ahistórica resulta más esclarecedora que la temporal; veamos sino el gran tratado de Ollé sobre la región filipina de los manileños o lo mascarones o del rastro neerlandés de la compañía de las Indias Orientales al sur de la provincia china de Fujian. Las decisiones de la metrópoli han intervenido siempre en los campos coloniales alejados de su origen. En la historia de ambos mundos hay dos momentos emblemáticos: la unión pasajera de Castilla y Portugal y la rebelión de Flandes contra la implantación del Santo Oficio, impulsada por Felipe II. El friso de reverberaciones europeas en ultramar resulta inacabable; atraviesa el siglo XVII y se mantiene después de la Paz de Münster en 1648. Los recovecos de una historia casi bíblica pasan por la expulsión de los holandeses de Manila y por la primera conquista china de la isla de Taiwán llevada a cabo por el Imperio Qing.  

¿Conquista de Taiwán?  

Hoy, siglos después de las gestas peninsulares y holandeses, la Isla Hermosa del mar de China vuelve a ser una cabeza de turco para las potencias coloniales, con la salvedad de que, en esta ocasión, se la disputan Washington y Pekín, las dos mayores potencias nucleares.

En el seno de la clase política china nadie es capaz de entonar ahora “una melodía discordante frente al poder totalitario”, escribe Victor C. Shih, profesor de la Universidad de San Diego (California), en su reciente ensayo Coalitions of the Weak (Coaliciones de los débiles), que trata sobre la incapacidad de las élites, que pertenecen a la Asamblea Nacional Popular --el antiguo Comité Central del PC--, a la hora de oponerse a Jinping. Shih plantea dos emergencias posibles capaces de desencadenar un holocausto: una grave crisis financiera o la guerra en Taiwán, y afortunadamente descarta la segunda porque, en su opinión, la industria de semiconductores taiwaneses se caería a plomo, dejando un reguero de ineficiencia y desertización en los mercados de medio mundo. Por su parte, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, no es tan optimista y afirma que China está tratando de “acelerar” la conquista de Taiwán, contraviniendo así el statu quo de la isla y el pacto de no confrontación firmado entre EEUU y China, en 1979.

El nacimiento, Paul Gauguin, 1896.

El nacimiento, Paul Gauguin, 1896.

Desconsiderando los planes diplomáticos y comerciales de Pelosi, China ha dado el primer paso. Xi lo ha mostrado al mundo con la promoción a lo más alto de tecnócratas, como Yan Jiaun y Ma Xingrui, líderes de los ambiciosos programas espaciales chinos, y con el nombramiento en la cúspide de Zhang Guoqing, responsable y emblema de la principal compañía estatal de material militar.

Las migraciones desde las Islas de Plata a los Mares del Sur han sido una constante a lo largo del tiempo empujadas por conquistas y exterminios. Fueron los casos de los igarrones y los negritos tagalos en los arroceros al norte de Manila o de los moros de Mindanao. Camino del Sur, los galeones hacían escala en Las Marquesas españolas. Mas abajo, el mar infinito que admiró Gauguin, la plaga de invención y letra de Stevenson, publicada en la edición original de Bernard Tauchnitz, en 1901, apenas tres años después de que el gran escritor se embarcara en San Francisco a bordo de las goletas, Equator primero, y Lanet Nikol, a media travesía. Los paraísos perdidos al borde del agua nunca modificaron su estado de ánimo; recién cumplidos apenas los 30 años, quiso dejar la herencia humana de la última aventura. Pisó arenas y surcó oleajes, atravesó redes de conexión que desconocía y obviaba antes de ollar su línea de sombra.