Las democracias, sin chutes de adrenalina se mueren
Moisés Naím reclama reacciones vigorosas frente a los populistas, que venden un relato épico, con villanos y héroes, que atrae a millones de votantes
20 febrero, 2022 00:00Santiago Abascal a caballo. Putin pesca con el torso desnudo en las montañas de Siberia. Berlusconi exhibe su dinero y su poder y crea un partido como si fuera un club de fútbol. Orbán exhibe el orgullo del europeo de verdad, frente a los burócratas de Bruselas. Kaczynski reclama el orgullo de la tradición, frente a una modernidad falsa. Y Trump alardea sin pudor del acoso a mujeres, que no pueden decirle nada porque es una “celebridad”. Son los autócratas 3P, los que utilizan el populismo, la polarización y la posverdad. Es la denominación que establece Moisés Naím, en su último trabajo, La revancha de los poderosos (Debate) para reclamar una respuesta ordenada, rigurosa, una recuperación de los principios clásicos de la democracia liberal, que apela a dirigentes políticos, a profesionales de la comunicación, a intelectuales y a ciudadanos que quieran ser responsables.
Las dudas, sin embargo, aparecen rápido. Naím, uno de los pensadores más lúcidos, radicado en Washington, --ha sido académico, ministro de Fomento en el gobierno de Venezuela, y director ejecutivo del Banco Mundial—cuenta ahora la reacción de una elite que iba perdiendo el poder con demasiada facilidad. Lo contó en su anterior libro, El fin del poder, con la idea de que el poder “ya no es lo que era”. Esa “revancha” es feroz. Se trata de lograr unas condiciones políticas y sociales tendentes a la polarización, sin espacio para los matices y la reflexión, en la que surge un liberador del pueblo capaz de ofrecer respuestas sobre las “cosas que verdaderamente interesan”. Y, con ayuda del dinero, con espectaculares operaciones para introducirse en las antesaladas del poder, conseguir mandar desde las instituciones para vaciarlas de contenido poco a poco, casi sin que se note.
Excusas contra las democracias
Lo ha hecho el gobierno polaco con la administración de Justicia, hasta tal punto que la Comisión Europea ha vertido serias advertencias, avaladas por el Tribunal de Justicia Europeo, para paralizar inversiones y subvenciones si no se respeta la independencia de los jueces. Y esa es la trampa que denuncia Naím. Es cierto que el orden liberal debe defenderse, pero es lo que esperan esos autócratas 3P, que tienen la excusa perfecta para perfeccionar sus argumentos y señalar que Europa no les acepta, que las democracias liberales son, en realidad, el refugio de unos supuestos ‘canallas’ que no atienden las necesidades del pueblo.
Es el cáncer que puede corroer de forma fatal a las democracias liberales occidentales, que tienen un gran defecto: son aburridas, no apelan a la épica, no señalan a hérores o villanos. Les falta adrenalina, chutes de adrenalina que mantengan la pasión por un sistema político que, pese a sus imperfecciones, dota al individuo de libertad y pone en común servicios para la comunidad. Eso es lo que está en juego.
En España el debate está muy vivo. Y en cada país se resuelve de forma distinta. El Partido Republicano no ha visto un peligro real en la figura de Trump, salvo algunos senadores y congresistas aislados. Prevalece la voluntad de alcanzar el poder. En Alemania, la canciller Angela Merkel lo tuvo mucho más claro. Su partido no permitió acuerdos con la ultraderecha en Turingia. Y lo mismo sucede en Francia. Pero no es el caso de los países nórdicos, donde se tolera o se gobierna con fuerzas que, a juicio de Naím, pretenden rehacer los consensos liberales desde el seno de las instituciones, con la clara pretensión de caminar hacia autocracias.
¿Qué ofrecen los demócratas a cambio?
Las democracias son artefactos débiles. Aceptan una enorme crítica interna, pero, a juicio de Naím, se deben recuperar ciertos límites, a través de una organización sólida de toda la sociedad. Lo que tienen ahora es poca cosa, aunque se considere que son todavía muros insalvables. “Los populistas de la posverdad no necesitan atenerse a los hechos objetivos. Son libres de prometer soluciones indoloras e instantáneas que resucitan la esperanza, refuerzan las expectativas y prometen venganza. De momento, los seguidores encuentran consuelo en ese relato envenenado. Y ese es su poder”, señala Naím.
¿Pero, qué tienen delante? ¿Qué percibe Santiago Abascal, alguien que conoce el sistema, como exdirigente y miembro del PP durante años? Naím adopta el ropaje del académico para describir con suma frialdad las características de las democracias liberales: “¿Qué ofrecen los demócratas a cambio? Ideas y procesos abstractos. El Estado de derecho. Pesos y contrapesos. Libertad. El poder del mercado y las posibilidades que ofrecen las oportunidades económicas. Todas son ideas atractivas para los que no han de preocuparse por satisfacer sus necesidades básicas”, argumenta el autor de La revancha de los poderosos. Y tiene claro Naím que él está en ese lado, que defenderá algo aburrido y abstracto, pese al gran inconveniente de nuestros ideas: “Yo creo fervientemente que es el buen camino…pero también tengo que reconocer que no aumenta la adrenalina de la gente como un relato 3P”.
Hay razones económicas para los que rechazan las democracias actuales, para los que abrazan a los autócratas 3P. Pero no son la razón principal. La desigualdad ha comenzado a preocupar con fuerza. Y hay una extensa obra publicada con eviencia empírica. La última la protagonizan Olivier Blanchard y Dani Rodrik, dos de los mejores economistas de los últimos decenios, que coordinan el libro Combatiendo la desigualdad (Deusto). Sin embargo, lo que Naím apunta es otra cuestión.
Cinco grandes batallas
La desigualdad es un factor importante. La impotencia de las democracias liberales para combatir los oligopolios, para no restar poder a las grandes corporaciones, que presionan para una menor presión fiscal, es también una evidencia. Pero el resultante principal es la lucha por la identidad, la percepción de que el individuo cuenta poco, que sus raíces se desprecian, que cuestiones como la familia, la religición o la nacionalidad importan poco. Y llegan los del torso desnudo para apelar a lo que todos los humanos llevan dentro, y que la abstracción liberal no puede eliminar. Naím se refiere a quien mejor lo ha explicado, Francis Fukuyama, en su libro Identidad, la demanda de dignidad y las políticas de resentimiento (Deusto).
Naím es voluntarioso. No se resigna. Quiere dar la batalla, en cinco grandes ámbitos, a pesar de que admite las enormes dificultades. El mundo académico no es ajeno, como se cree, a la realidad política y social. Otra cosa es que las respuestas que ofrezca se puedan traducir realmente en acciones concretas. Pero las directrices parecen claras. La primera batalla se debe presentar contra la “Gran Mentira”, los falsos argumentos de los autócratas, las manipulaciones de casos aislados que, tomados de forma parcial, siempre tienen algo de verdad. La segunda es la batalla “contra los gobiernos convertidos en criminales”; la tercera es la que se debe activar frente a las “autocracias que tratan de debilitar a las democracias”, ¿el caso de Rusia?. La cuarta, siempre siguiendo a Naím, es la batalla “contra los cárteles políticos que ahogan a la competencia”; y la quinta la batalla “contra los relatos liberales”.
Hay instrumentos para presentar esas luchas. Otra cosa es el ánimo y los deseos reales de los ciudadanos que viven en esas democracias. Porque existe un cansancio ante un sistema que no promete grandes conquistas épicas, si es que se considera que la libertad no es, en realidad, tan importante. Y esa es la grieta por la que se cuelan todos los ‘liberadores’, los que pescan en Siberia, los que se acosan a mujeres, los que cabalgan a caballo por los campos de Andalucía.