El canon catalán de Ponç Puigdevall
El crítico explica en 99 ensayos la virtud de 99 novelas de la literatura catalana actual
20 febrero, 2022 00:00¿Cuál es la situación de la literatura catalana hoy? Alguna vez, hablando con Ponç Puigdevall (1963) sobre alguno de los autores que aparecen continuamente en las mesas de novedades él sostuvo que la creatividad, la inventiva, la variedad de registros y el atrevimiento de numerosos autores de las últimas generaciones son extraordinarios y casi incomparables. ¿La salud de la literatura catalana? Espléndida. No recuerdo si lo dijo textualmente pero es la idea que me llevé de su conversación.
Bien: si Ponç tiene razón, si es verdad que hoy se escribe mejor que nunca, o por lo menos que en ese ámbito distinguido estamos en un momento de esplendor, entonces nos hallamos ante un fenómeno importante, no ante un suceso de moda sino ante algo más estructural y significativo, de valor histórico, y en este caso merece la pena reflexionar sobre ello, buscar las causas y extraer las conclusiones y consecuencias pertinentes. De momento hay que decir que se trata de una opinión contundente a la que no se le puede negar, a priori de la argumentación, cierta autoridad, pues Ponç Puigdevall lleva décadas tomando el pulso de la narrativa catalana desde su atalaya de crítico en varias cabeceras periodísticas, especialmente en las páginas de la edición barcelonesa de El País, y antes en El Punt, y desde hace algunos años también en Politica i Prosa. Años y años desde 1991 hasta hoy, “excepto en un período de desgana y saturación que va desde diciembre del 2007 hasta diciembre del 2010”.
Rigor higiénico extremo
Y tomando ese pulso, por cierto, también él con creatividad y atrevimiento, tanto en el elogio como en la denuncia de la impostura. Su labor en este terreno ingrato, quizá el más ingrato del periodismo cultural, se ha sabido ganar, si no siempre, como es natural, la aquiescencia, sí el respeto general, no sólo por los conocimientos y la calidad literaria de la prosa que se le suponen a alguien que además es él mismo un novelista sólido; ni solamente porque suya sea la autoría de un formidable trabajo de recuperación de títulos y de autores del pasado, valiosos pero olvidados o excéntricos al canon imperante, en su emocionante, ejemplar Els convidats de pedra, que es también una declaración de intenciones y de valores estéticos. Sino porque emana de sus textos sobre los textos de los otros una sensación de honestidad insobornable. La cual es una de las condiciones que, según expone en el prólogo al libro que hoy comentamos, debe tener el crítico.
Éste debe, dice P.P., ser un lector competente con un conocimiento exhaustivo de la literatura, que sepa captar el gozo de los detalles, la construcción y el propósito de la obra; Y “como que toda crítica es también un texto literario, es indispensable que el crítico sea también un escritor que sepa escribir”.
Requisito éste exigible a cualquier escritor en todo el mundo, pero no aquí: “La industria literaria catalana debe de ser seguramente --escribió hace unos años en memorable ocasión-- la única del mundo occidental que publica libros de gente que no sabe escribir. No de alguien que escriba mal, o que no precise con exactitud lo que narra, o que no obtenga todos los resultados que cabría esperar del uso de la retórica. No: de alguien que no sabe escribir”. Estas frases proceden de una de sus críticas más crueles. Hay que decir que en el escenario literario catalán se da tan desvergonzado y masivo cambalache y timo, tan sostenido engaño a los lectores que para no contaminarse el crítico puede ser, claro está, benevolente cuando proceda por motivos literarios, pero tiene que protegerse con un rigor higiénico extremo, no puede rebajarse a ninguna componenda o apaño de la simpatía. También hay que entender que éste es un terreno en el que no perder de vez en cuando la paciencia ha de ser arduo.
Arte de la literatura
Decía líneas más arriba que si la opinión de Puigdevall sobre la excelencia de la literatura catalana de hoy es acertada, entonces esto implica consecuencias, tareas que realizar, análisis. Ya que como dice la parábola del Evangelio, los talentos no están para enterrarlos y así conservarlos bien, sino para hacerlos fructificar. Lo primero es trazar un mapa, o un listado razonado.
Y es lo que él ha hecho publicando su libro-canon Jardins secrets (La Magrana), donde celebra “99 libros para volver a leer”, sobre los que escribió en el momento de su publicación, que ha releído durante la redacción del canon, para asegurarse de que la buena opinión de entonces aguanta la prueba del tiempo, matizando y precisando lo entonces escrito.
Su criterio es riguroso, y sus preferencias subjetivas, no podría ser de otra manera. Inevitablemente algunas ausencias o determinadas presencias levantarán ampollas en los círculos literarios afectados. En el sustancioso y seguramente polémico prólogo del libro, donde expone sus criterios sobre la disciplina crítica y unas conclusiones generales sobre las diferentes generaciones de autores catalanes, dedica varias páginas a poner por las nubes a Josep Palàcios (1938), “un escritor secreto y clandestino y artífice de las páginas más audaces y bellas que se pueden leer en la actualidad”, por el que siente P.P. tal predilección que se deja arrebatar por su ejemplo para presentar sus obras como paradigma del arte de la literatura. También es un paradigma el prólogo mismo; y las 99 invitaciones a la lectura razonadas, emocionantes, cruzadas de cuantiosas referencias a otros libros y a otros autores. Una lectura deliciosa. Por motivos de obvia deontología, en este collar rutilante no figuran gemas como D’incògnit o Il.lusions elementals, que lo merecerían de sobras.