Lamo de Espinosa: “El mundo se ha europeizado aunque Occidente esté en declive”
El fundador del Real Instituto Elcano y autor de 'Entre águilas y dragones' señala que “no hay un modelo Beijing”, que imponga su visión
5 diciembre, 2021 00:10Una brújula para orientarnos en el mundo, que sufre una enorme convulsión desde hace dos décadas, con la crisis financiera y económica y con la pandemia del Covid. Es lo que pretende ofrecer Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946), uno de los mayores expertos en política internacional en España. Lamo de Espinosa fue fundador, primer director (2001-2004) y presidente (2012-2021) del Real Instituto Elcano, el principal think tank de España y uno de los que cuentan con mayor prestigio en el mundo. Lo que señala Lamo de Espinosa, en una larga conversación con Letra Global, es que el planeta asiste a una paradoja que no se acaba de advertir: “El mundo se ha europeizado, aunque Occidente esté en declive”.
¿En qué momento estamos? Es la que pregunta que se formula a la academia y a los protagonistas de las relaciones internacionales, con una primera reflexión, la que surge casi de inmediato: Occidente pierde comba, las clases medias de los países occidentales se sienten engañadas y la percepción es que la evolución del mundo ha ido a peor, con una mayor incertidumbre. ¿Casa eso con la realidad? Lamo de Espinosa lo ha plasmado en su libro Entre Águilas y dragones, (Espasa), con la intención de sacar conclusiones después de un profundo análisis.
Democracia y economía de mercado
¿Es realmente una paradoja esa apreciación sobre cómo el mundo ha tomado características europeas, y, por tanto, occidentales, a pesar del auge de Asia y, en concreto de China? “Es la europeización del mundo la que le ha proporcionado a todas las sociedades una habilidades duras y blandas, que, de hecho, han supuesto el declive de Occidente. Pero hablamos de un declive relativo, por razones demográficas y tecnológicas. China, su auge y su poder económico, ha supuesto un cierto cambio, que, sin embargo, no invalida el hecho profundo de que el mundo se ha europeizado”, sostiene Lamo de Espinosa.
Esa idea no se debería tomar como un bálsamo, como una autosatisfacción para que el conjunto de Europa, de donde nace la occidentalización, siga viendo por encima del hombro al hombre asiático o africano u oceánico y americano. En lo que incide este experto, sociólogo –exdirector del Instituto Universitario Ortega y Gasset—es que la transformación del mundo se ha debido a tres grandes factores a los que no se puede renunciar. “Lo digo muy alto y lo repito en todas las esferas: el mundo actual es el mejor que se ha alcanzado nunca, aunque no sea el mejor de los mundos, y en gran medida se ha logrado por la extensión de la democracia, de la economía de mercado y de la adopción de la racionalidad científica”.
Lamo de Espinosa entra de lleno, sin pretenderlo de forma directa, en el debate cultural. No se trata de una discusión bizantina, sino de situar las cosas en su punto justo. Es decir, esos tres principios nacen en Europa, y Occidente camina con ellos, con la voluntad de que se conviertan en valores universales. Nacen en un contexto concreto, y, de hecho, esa circunstancia ha servido para que otros expertos vertieran severas críticas. Lo hizo Bhikhu Parekh, al señalar el origen cristiano de esa forma de entender el mundo, al separar desde el origen lo que es divino y lo que es un trabajo de y para los hombres. Es una distinción esencial, pero la cuestión es que el pensamiento occidental ha acabado siendo “universal”, como precisa Lamo de Espinosa, al hablar de su concepción del “gazpacho” que impera en el mundo.
¿Qué gazpacho? “Estamos inmersos en la coexistencia de muchos valores, en realidades metropolitanas, con religiones y creencias variadas, pero dentro de un marco occidental. El mundo ahora y desde hace unas décadas es una gran coctelera, con un gazpacho en el que pesa más el tomate, claro. Y ese tomate es Occidente, que pesa más, y que da más de lo que recibe. Lo vemos en los aeropuertos, en la forma de vestir, en las universidades, en el interior de las casas. El exotismo de hace unos 50 años, es un producto empaquetado, patrimonio de la Unesco, que sirve para los turistas”, ironiza Lamo de Espinosa, que tiene claro que esa cuestión no determina nada, pero que se debe aceptar y reconocerla, para, en gran medida, tomar conciencia a la hora de expresar grandes lamentos sobre cómo se ha desarrollado el planeta desde la II Guerra Mundial, que es uno de los momentos clave que explican nuestra forma de vivir.
La pregunta, sin embargo, sigue latente. Con la pandemia del Covid, los países asiáticos afrontaron el problema de cara, con formas poco comprensibles para Occidente. Y quedó la duda: ¿la eficacia asiática se acabará imponiendo, y con ella una forma de entender la vida, la política y la sociedad?
“Es un tema abierto, que se discute por parte de los politólogos de todo el mundo. Porque pone sobre la mesa en qué medida las sociedades occidentales están dispuestas a asumir un control férreo, sin transparencia, sin prensa libre”. Sin embargo, la realidad es muy diferente a la de la guerra fría. “A diferencia de la Unión Soviética, que se presentaba como una alternativa a Occidente, y que trató de imponer su modelo, China no pretende hacerlo. Le interesa comerciar, comprar y vender, pero no hay un modelo Beijing. No va a intentar seducir con su propia forma de entender el mundo”.
¿Entonces? ¿Se debe temer a China? Lamo de Espinosa sostiene que la Guerra Fría quedó atrás, que estamos en lo que denomina una “Paz Fría”, y que pasa por una gran competitividad entre el gigante asiático y Estados Unidos, sin llegar a un conflicto bélico, a pesar, incluso, del interés claro y rotundo de China por integrar en cuanto pueda lo que entiende que es parte de su propio país: Taiwan. “La historia nos enseña que China sabe planificar a largo plazo, y eso lo facilita su propia nomenklatura, la del partido comunista. No habrá un conflicto bélico por Taiwan, que podría caer del lado chino por su propio peso. Sí puede suceder, sin que se pueda hablar de la llamada ‘trampa de Tucídides’, que se caiga en una profecía autocumplida. En algún momento en el pasado verano pudo caer en ello el presidente Biden, pero dio marcha atrás, porque sabe que es un camino muy arriesgado”, precisa Emilio Lamo de Espinosa.
La 'angloesfera' estrecha relaciones
Sin embargo, todas esas estrategias sí tienen unas claras consecuencias para Europa. Lamo de Espinosa está “muy de acuerdo” con Josep Borrell, quien ha advertido, como coordinador de la política exterior de la Unión Europea, que Europa debe “aprender a hablar con el lenguaje del poder”. Y ese lenguaje pasa por una acción exterior común, que sepa adoptar compromisos y ejercer responsabilidades. La traducción de todo ello es una “política de defensa clara y contundente, común”, precisa el autor de Entre águilas y dragones, en relación a los claros mensajes de Estados Unidos.
Lo que ocurrió en Afganistán --la salida abrupta del Ejército norteamericano sin contar con la OTAN-- y el acuerdo entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, conocido como Aukus, “son la demostración de que Estados Unidos ya no jugará la carta de salvar a Europa”. Es decir, el país del presidente Biden se retira a sus aposentos y se focaliza en lo que realmente le interesa: su competición económica y tecnológica con China. ¿Y Europa? “Debe tomar decisiones y actuar conjuntamente, desde la premisa de que las sociedades europeas son partidarias de ceder soberanía, de integrarse más, mientras que los Estados mantienen todavía grandes reticencias”.
¿Y España? En esa brújula que ofrece Lamo de Espinosa, España surge de perfil, porque su política exterior “no será firme si su política interior no es firme”. Es decir, la división interna, la gran polarización existente “dificulta mucho hacerse escuchar y tener un papel relevante en el concierto internacional”, algo similar a lo que le ocurre a toda Latinoamérica. “Sin embargo, y se debe insistir en ello, Occidente también está muy presente en Latinoamérica, es, de hecho, Occidente”, pero toda esa esfera es la que ha entrado “en declive”, según Lamo de Espinosa, que advierte de las acciones que llevan a cabo un conjunto de países que sí demuestran con creces la importancia de las raíces culturales y de una historia común: “La angloesfera se refuerza, como muestra el Aukus, en línea con el llamado grupo de los Cinco Ojos, que colabaron en la Primera y Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda”. Ese mundo existe. Todavía existe.