Luis Antonio de Villena: “Barcelona murió. Han ganado los ‘catalufos’, mezcla de catalanes y ovnis"
El poeta madrileño, que reivindica la herencia cultural de la Tercera España en un ensayo publicado por Athenaica, reflexiona sobre el sexo, la Movida y la literatura
14 junio, 2021 00:10Ya no habita la noche porque ya no hay noche. O si la hay no es como aquellas que le hacían poseedor de la mejor lista de bares y garitos, algunos semiclandestinos, y el más glamuroso y chic de los animales nocturnos. Precoz y raro –“algunos me acosaban por ser niño rarito”– escolar del exclusivo Colegio del Pilar de Madrid, no salió del armario porque nunca vivió atrapado tras ninguna puerta. En los libros encontró aquello que pedían a gritos su imaginación, su curiosidad y su instinto de libertad. A caballo entre el espíritu kantiano del deber –“yo escribía cada tarde y dormía por las mañanas”– y el talento epicúreo, Luis Antonio de Villena fue poeta novísimo por admiración, aunque muy pronto encontró una voz propia en la poesía y en cualquier artefacto literario que se propusiera.
La pandemia le ha privado de hacer una gira con sus tres últimos libros: los versos de Grandes Galeones bajo la luz lunar (Visor), la tercera entrega de sus Memorias –que como las anteriores tiene un bello y épico título: Las Caídas de Alejandría (Pretextos)– y un breve ensayo, Añoranza y necesidad de la Tercera España (Athenaica), donde reivindica la herencia cultural de quienes no fueron –ni son– ni de uno ni de otro bando. Atiende a Letra Global tras varios intentos de conectar con Zoom: “Ya no tengo edad para aprender estos artilugios”, dice tras anular varias citas fuera de Madrid. Pasea cada día, pero ya no viaja, cosa que lleva mal. Aunque no las tiene todas consigo: “Han tardado tan poco en encontrar la vacuna que será mala”. Está dispuesto a vacunarse para volver a hacer las maletas. Latinoamérica es ahora su lugar en el mundo. Sobre todo Colombia, que es –asegura– “más España que España”.
–Hace un año que publicó sus últimos libros…
–Bueno, el poemario, que es un libro pequeño, casi un librito, es de 2020 pero las Memorias , el tercer libro después de El fin de los Palacios de invierno y Dorados días de sol y noche, es de noviembre de 2019. Con todo este paréntesis la verdad es que son casi novedades (Habla tranquilo pero levemente indignado, el confinamiento no le malhumora tanto como el hecho de no poder viajar. Miedo tiene el justo, se muestra tal vez más impaciente que atemorizado).
–Muchos descubrimos al Catulo más bestia por usted. ¿Catulo podría ser publicado hoy sin bronca?
–Censurado, tal vez no… Pero el caso es que el Catulo real, lo que realmente escribía, tardó mucho en descensurarse. Hablé de él muy joven, casi con veinte años, cuando todavía estaba estudiando la carrera. Fue en un texto para una antología que se editó. Me atreví a traducir los famosos versos: “Os daré a probar mi virilidad”, aunque en realidad decía: “Os follaré por el culo y por la boca”. Yo lo suavicé, que conste, y puse “me la vais a chupar”, pero resultó igualmente impactante. Lo que ocurre es que no se puede sacar a Catulo de su contexto, entendiendo las causas por las dice eso y en qué circunstancias. Es imposible leerlo sin entender la sociedad romana y sus relaciones. Hay una larguísima historia de traducciones inexactas de latinistas que, aunque supieran muy bien lo que ponía, no se atrevían a trasladarlo tal cual. Otra cosa es si alguien escribiera hoy como Catulo. Aunque el recorrido de la cultura es tan minoritario que ese tipo de literatura, claramente pornográfica, tiene poco impacto. La tendencia a no prohibir en la cultura es grande, seguramente porque da igual. Llega a poca gente.
–Menos si un influencer lo pone en un tuit.
–Entonces no será Catulo. Leerán una tontería, algo descontextualizado que no tiene ningún valor. Es imposible acercarse a esos versos sin conocer su trayectoria, el papel de los epigramas, la sátira. Mire: la cultura de verdad no cabe en un tuit.
–Un poeta ama la precisión de las palabras. ¿Entiende la controversia entre género y sexo?
–Me parece estúpida. Las mujeres y los homosexuales han estado invisibilizados. Eso es historia. Sobre todo por las religiones: no solamente los católicos, los musulmanes, los protestantes… La religión nos ha marcado a unos y a otras. El problema de las mujeres, por llamarlo de alguna manera, es la maternidad. Se las redujo a su papel como madres y reinas del hogar, expulsándolas de lo público. Menos la hetairas. Su único lugar lejos del hogar era el de las putas. Todavía sucede. Lo he hablado con amigas. Si deciden ser madres tienen que elegir, los niños lo absorben todo, sobre todo en los primeros años. Tienen que optar entre ser madres y ser libres. Tener una vida propia. No se puede crear una familia y ser experta en Wittgenstein. Los niños, con sus llantos y sus pipís hacen imposible tener una vida propia.
–Parece que la cuestión es compartir: hay hombres que reivindican su papel como padres, incluso en exclusiva. Parejas de hombres y también hombres solos.
–Uf. No me interesa en absoluto ese papel. Yo no he tenido hijos ni los querría tener. Ser padre supone una enorme responsabilidad que la mayoría de la gente toma a la ligera. La mitad de los hijos de este mundo no son buscados: los padres quieren sexo y luego vienen los niños. Los hijos buscados no deben pasar del cincuenta por ciento de la humanidad. Si los padres y las madres fueran sinceros les dirían a sus hijos que son resultado del sexo, no de la vocación maternal o paternal.
–Hablando de matrimonio… Publica usted en un montón de editoriales ¿alguna vez ha echado de menos tener una relación monógama con una?
–Soy muy prolijo para ser un hombre de una única editorial. Los autores que tenemos una obra amplia y diversa no podemos publicar solamente en un sitio. Yo lo toco todo: narrativa, poesía, ensayo, y eso no suele encajar en los intereses de ninguna editorial. A mí me ha pasado con Planeta que antes no publicaba poemarios. Yo escribía dos libros cada año y eso tampoco le gusta a ninguna editorial porque le fulminas el catálogo. Las editoriales no suelen aguantar obras que vayan regular. Si dos, por ejemplo, se venden poco te enseñan la puerta. Te maltratan. Eso del contigo pan y cebolla desde luego no va con ellas. Nunca son amigas del autor. Jamás. Puedes tener una buena relación, pero amigos, nunca. Mire lo que le pasó a Javier Marías con Herralde, que eran uña y carne, tenían una relación intensísima y terminaron en bronca y hasta con una querella que puso Javier a Anagrama. El editor siempre saca más que tú, saca partido del autor.
–Es un poeta que nunca ha dejado de escribir. No siempre pasa.
–Empecé muy joven y nunca he dejado de escribir poesía. Jamás. Y eso que escribo de todo: novelas, ensayos, cuentos… Pasa una desgracia con el relato corto en España: no hay tradición lectora. España no parece ser un país para cuentos. Hay autores magníficos y una tradición notable, pero no hay costumbre lectora o, al menos, a las editoriales no les gustan porque con libros de relatos no les va bien. Te los publican como si te hicieran un favor. La segunda vez que llevé un libro a Plaza y Janés, estaban encantados hasta que vieron que eran relatos. Pusieron cara de horror. Era En el invierno romano. Me dijeron: “Si fuera una novela te hubiera dado un millón, pero como son cuentos te doy la mitad”. Fue en 1982.
–Bueno, tampoco fue una guerra. Los novísimos estaban más que inventados cuando aparecieron los de la experiencia que, por cierto, es un nombre malísimo. En realidad es poesía realista. Tampoco hubo choques. Es que a ellos no les interesaba la poesía anterior. Yo tenía amigos en todas partes y tampoco fui un novísimo ad hoc, aunque me interesara cierta tradición. Pero evolucioné: no me he quedado en un único estilo o en una corriente… mis poemas de los ochenta ya no tenían nada que ver con los primeros. Lo que sí es verdad es que contribuí a que se conocieran poetas que estaban preteridos. Los del grupo Cántico, sobre todo. Les di mucho cariño y les admiré y les quise. Sobre todo a Julio Aumente. A Pablo García Baena también, aunque ya no escribía. Los quise y los apoyé con muchísimo gusto.
–Ahora el referente es usted. En Lejos de Kakania Carlos Pardo lo representa como perseguido de un grupo de poetas noveles.
–¡Ah, no lo he visto! Hace mucho que no veo a Carlos. Bueno, lo cierto es que es verdad que algunos de mis libros sí provocaron cierta fascinación en algunos… Sobre todo Hymnica, que rompió tantos tabúes. De pronto aparecieron los villenianos. A mí no me gustaba eso, no lo provocaba. Pero estaba en un jurado y alguien decía: “Este es muy villeniano” y yo pensaba: “Será malo”. En el fondo me abrumaba, no me gustaba. Y además era más fascinación por el personaje que por la obra. Porque era estrafalario, extravagante. Y muchos querían vivir parte de esa vida mía nocturna, de citas, de ambiente. Eso no me gustaba. Nunca he ido con corte ni me hecho amigo de los admiradores. A lo mejor de uno o dos, pero en general, no. Ya sabe lo que decía Eugenio D’Ors :“Bienaventurados mis discípulos porque de ellos serán mis defectos”.
–¿Es usted un sociable solitario?
–Siempre. Me gusta salir y alternar. Mucho. Pero siempre fui una persona solitaria. Desde niño. Tal vez porque en el colegio me protegía, algunos chicos me acosaban y me llamaban rarito… Nunca me han gustado las multitudes. Es verdad. Es una forma de ser alimentada por razones familiares. Soy hijo único, nieto único y sobrino único, siempre protegido, siempre mimado. Lo que tengo es fama de antipático y es posible que lo sea para quienes no me conocen. Cuando se me trata soy otra cosa, pero reconozco que tengo un carácter antipático y nada halagador. A mí me enseñaron que serlo, sobre todo con el poder, era vulgar y plebeyo, de mal gusto.
–Usted ha dicho, hablando de la fama de algunos autores en las redes, que no todo el mundo es poeta.
–Poetas con mayúsculas hay muy pocos. Existe un don, llamémosle regalo de las musas o bendición de Apolo, yo qué sé. Es una lástima que no sea como el tenis, que uno puede jugar sin pretender ser Nadal o Federer, por entretenimiento. Está muy bien que escriban poesía como aficionados, pero sin pretender ser Cernuda o Aleixandre.
–¿Hay alguna canción que pueda ser llamada poema?
–Las hay. Tal vez alguna que fuera antes uno. Por ejemplo, Les feuilles mortes, escrita por Jacques Prévert, cantada por Ives Montand, pero en general no tienen la hondura de la poesía, sino una naturaleza musical. Aunque hay canciones bellísimas claro, eso es otra cosa.
–¿Hay alguien que le gustaría que le pusiera voz a su poesía?
–No, no. Me lo han propuesto, pero yo creo que mi poesía no es muy de eso. De ninguna manera. Tengo buenos amigos que me lo han insinuado, pero siempre lo he dejado pasar. Hay otros poetas más dúctiles, pero yo, como Cernuda, como otros, creo que no soy fácil de convertir en canción.
–¿Quién le ha echado de los bares nocturnos: la edad o el reguetón?
–¡No me ha echado nadie! Es que ya no hay bares, no hay antros, garitos y discotecas como las de antes. Han ido cerrando todos, no solamente los míticos de la Movida, sino algún otro menos conocido que no cerraba hasta que se hacía de día. La vida de noche ha muerto. Fíjese que yo escribía por las tardes y luego me iba por ahí y volvía por la mañana a dormir. No bailaba: nunca me ha gustado. Eran sitios para charlar y ligar… De eso ya no hay. No tengo ni idea qué hace la gente ahora y dónde se mete. Imagino que ligan por las apps esas o vete tú a saber, pero la noche en las ciudades han muerto. Madrid desde luego ha muerto. Y Barcelona murió hace mucho. Con lo que fue en los setenta, una ciudad tan cosmopolita, tan abierta, aunque ahí hay otras razones. Han ganado los que muchos catalanes –Esther Tusquets, Carlos Barral– llamaban catalufos, mezcla de catalanes y de ovnis. El localismo se ha cargado a esa Barcelona brillante, internacional y vanguardista. Entonces había gente que defendía una forma lúdica de entender la identidad, no tan cerril. Lo de catalufo no es un insulto madrileño. Es obra de ellos mismos, de gente muy brillante, de aquella gauche divine. En definitiva, la noche ha muerto por muchas razones. Entre todas la mataron y ella sola se murió.
–A lo mejor ‘C-Tangana' es una Neo-Movida.
–No me interesa en absoluto. Además la Movida fue mucho más que un tipo de música, muchísimo más: un periodo de libertad, de imaginación, de drogas. Fue más que una moda musical. Esto de ahora… no me interesa en absoluto. A lo mejor si tuviera treinta años…, pero no creo. No tengo ninguna curiosidad por todo esto. Nada.
–¿Queda algún dandi que no sea usted?
–Dandi me lo llaman. No me lo llamo yo, que conste. Es una etiqueta que te ponen. En realidad es una palabra que viene de aquellos románticos, gente extravagante del siglo XIX de la que yo he escrito mucho. El primer libro sobre el dandismo lo escribí en 1974. Años más tarde publiqué otro sobre Oscar Wilde. Fue gente que quiso marcar una diferencia, que se significaban rompiendo normas y marcando estilo. Una elegancia. ;ás tarde ser dandi, en la Movida, era ir con un desaliño intencionado… Ahora todo es vulgaridad. Casi todo el mundo va como si fuera a hacer deporte, con zapatillas y chándal.
–No me diga que durante el confinamiento no se ha puesto alguno, aunque sea de Armani.
–Jamás. Ni cuando iba hacer deporte. Uso pantalones cortos y camisetas. ¡Chándal nunca!
–Usted ha dicho que le hubiera gustado tomarse un café con Proust, que simpático no era.
–Me hubiera encantado, pero es verdad: no sé si él se avendría. En una época, cuando era joven, sí tuvo cierta vida social, pero luego se encerró y no estaba para nadie. Tenía una salud delicada, padecía de asma y sufría ataques terribles. Hay una anécdota maravillosa; una vez que fueron a visitarle unas amigas princesas, de esas que le adoraban y lo frecuentaban. La criada fue a avisarlo y salió diciendo: “No puede recibirlas. El perfume de las princesas hace daño al señor”. Qué gran frase. Es maravillosa.
–¿Mantiene alguna vieja intransigencia?
–No soporto la mala educación. Y por desgracia en España hasta se presume de esto. Es muy triste, vivimos una gran decadencia desde el siglo XIX y el XX. Hemos presumido de toscos: nos jactamos de haber comido toda la vida garbanzos. Está bien que se acepten los orígenes, pero no que se presuma de garbanceros.
–¿La poesía tiene sexo? Tal vez usted es capaz de distinguir la que está escrita por un hombre o una mujer.
–Para nada. A no ser que sea una poesía muy explícita de los sentimientos, de la intimidad. A mí me han etiquetado como poeta gay y en ningún modo he pretendido hacer poesía gay, qué espanto. Otra cosa es que no tenga prejuicios y que sea homoerótica porque es mi voz, claro, pero son etiquetas que te ponen los otros. Algunos me identificaron con una identidad erótica, igual que Cernuda, pero un creador nunca debe ponérselas previamente. Nunca.
–¿No tiene la tentación de escribir un cuarto tomo de sus Memorias?
–Pues no le digo que no. Han pasado ya dos años desde que escribí el último y la verdad es que me lo estoy pensando, aunque sería algo más ligero, más parecido a unos diarios con recuerdos, pero también con reflexiones sobre lo que estamos viviendo. Esa perplejidad de no saber dónde vamos, de estar en una etapa completamente nueva. Cerca de un futuro incierto y nada bonito. Me gustaría que fuera casi un epílogo (Sobre si ya tiene título titubea, pero contesta enseguida). Le pondría un título en la línea poética de los otros, tal vez Nubes negras sobre un cielo azul o algo así, pero por el momento solo es un apunte. Tengo muchos diarios escritos desde que era un niño, pero cuando he escrito las Memorias no los he usado nunca. Dejo que los recuerdos me afloren, no acudo a ellos... Pero están ahí.
–¿Algún ofendido?
–Bueno, tal vez por omisión. A los amigos de verdad con los que rompí porque me traicionaron, o traicione, no los nombro. No aparecen. He sido cuidadoso en los lances personales: sólo he usado el nombre de pila. Tal vez los amigos más próximos pudieran reconocerlos, pero el resto de los lectores, no. Sí hubo un joven que se enfadó mucho conmigo pero fue por una novela, donde se reconoció en un personaje que acababa muriendo… Yo negué que fuera él, pero lo cierto es que era verdad y fue casi un presagio porque al cabo de dos años efectivamente murió. En las memorias más bien hay gente que se ha enfadado por no salir (Ríe contenidamente pero muy a gusto). A la gente le gusta salir en los libros.