El Pessoa de Richard Zenith

El Pessoa de Richard Zenith DANIEL ROSELL

Letras

Fernando Pessoa, vista cenital

Acantilado alumbra, con una excelente traducción de Ignacio Vidal-Folch, la biografía definitiva de Richard Zenith sobre el colosal escritor portugués

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“Los cuatro poetas más grandes de Portugal en el siglo XX fueron Fernando Pessoa”. Detrás de esta frase lapidaria palpita una verdad. Pero para explicarla Ricard Zenith (1956) ha necesitado escribir 1.500 páginas de la biografía definitiva del colosal escritor portugués, el único –a excepción de Bob Dylan– que, si no hubiera muerto hace ahora noventa años, un día postrero de noviembre en el barrio periférico de Dos Prazeres, hubiera podido decir con rigor el célebre verso de Walt Whitman: “I contain multitudes”.

El libro de Zenith, que la editorial Acantilado acaba de poner en circulación coincidiendo con las vísperas de las fiestas navideñas, es un prodigio documental y descriptivo. Está llamada a ser una de las obras literarias del año que termina dentro de un mes, tanto por la profundidad de su indagación en la figura de Pessoa –sobre la que en Portugal escribió primero João Gaspar Simões; en España lo han hecho Ángel Crespo y el poeta Manuel Moya, que este año publicó en Fórcola una reconstrucción que completa la biografía que en su día diera a la imprenta con el sello Ediciones del Subsuelo–, como por la excelente, diáfana y elegante traducción que ha ejecutado, igual que los grandes maestros de orquesta, el periodista y escritor Ignacio Vidal-Folch.

Pessoa en Durban con diez años (1898)

Pessoa en Durban con diez años (1898)

Esta versión española de la biografía de Zenith ha estado al cuidado de Ignacio Echevarría. No es necesario decir mucho más. Nadie trabaja hoy en España los libros con más calidad que la casa fundada por Jaume Vallcorba y dirigida por Sandra Ollo. El Pessoa de Zenith merecía este trato porque se trata de un hito en el género de las biografías de escritores, igual que los tres tomos de Reiner Stach dedicados a Kafka, también en el catálogo de la editora de la calle Muntaner.

El relato del crítico norteamericano está concebido con una ambición totalizadora envidiable. Su composición se basa en la resolución de un misterio: ¿cómo es posible que un solitario y menestral oficinista de la Baixa de Lisboa, criado en Sudáfrica, y que en vida apenas había dado a la imprenta dos plaquettes en inglés y un poemario –Mensagem–, publicado un año antes de su muerte, hubiera dejado en un baúl hasta 27.000 escritos, muchos todavía inéditos, en unos casos rubricados con su nombre y, en otros, adjudicados a más de un centenar de heterónimos?

'Pessoa. Una biografía'

'Pessoa. Una biografía' ACANTILADO

Zenith usa este legado y a la correspondencia familiar del poeta para desentrañar el gran arcano. La desmesura de la empresa la ilustra bien el tiempo que ha necesitado el biógrafo para sacar adelante su investigación: trece años. El resultado es un libro que no es erudito –aunque esté lleno de erudición–, escrito con una prosa descriptiva y directa y que puede ser leído por cualquier lector común, sin necesidad de ser un experto en estudios literarios. Zenith persigue a lo largo de estas páginas a un fantasma. No sólo porque Pessoa sea un autor difunto, sino porque sus múltiples identidades literarias añaden complejidad a la difícil tarea de cualquier biógrafo: reconstruir la existencia del hombre cierto que se oculta detrás de un nombre literario. En el caso de Pessoa hay toda una galaxia de personalidades, unas completamente definidas, otras en nebulosa, con ideas y estilos divergentes.

Este juego de disfraces –explica Zenith– comenzó muy pronto. En la infancia. El escritor portugués creó a Chevalier de Pas para dirigirse cartas a sí mismo, acaso ante la falta de amigos, cosa que sería una invariante a lo largo de su vida. La ausencia de compañía debió ser una de las causas de este temprano bestiario íntimo, pero lo que asombra es la disciplina y la constancia para mantener a esta familia de seres ficticios durante tantos años. No es la única sorpresa: Zenith apunta que, según se desprende su correspondencia personal, Pessoa murió virgen, lo que implica una sexualidad conflictiva, acorde a su misantropía profesional.

Pessoa con vente años en Lisboa

Pessoa con vente años en Lisboa

El poeta portugués fue un escritor fragmentario –“volcánico”, escribe su biógrafo– que pensaba que no sería capaz de escribir un libro convencional. En esto también se asemeja a Kafka. Otra veta fecunda es su relación con el inglés, idioma adquirido en su infancia, y el portugués, que acabaría siendo su lengua literaria, salvo para algunos de sus heterónimos. Al autor del Libro del desasosiego le interesaba más la opinión que los otros tenían sobre él que el contacto con los demás. Fue un gran solitario, excepto por el hecho de que, gracias a esta incontenible inventiva, creó una constelación de compañías concebidas según sus mudables cambios de ánimo. Fue su forma de refugiarse entre la multitud.

El romanticismo literario, sin embargo, no debería hacernos olvidar un hecho capital: Pessoa es un escritor que sufre. Esto se percibe sobre todo en su poesía, pero también en su psicología. Incapacitado para la vida social, autor de interiores, el poeta portugués llevó una vida literariamente fugitiva y vitalmente inmóvil –apenas se movió de Lisboa–, discreta y mediocre, pero atravesada por aficiones como el ocultismo (lo que denota un anhelo espiritual) o su camuflaje en los sujetos de Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos, sus sosias más completos.

'Retrato de Fernando Pessoa' (1964)

'Retrato de Fernando Pessoa' (1964) ALMADA NEGREIROS

Zenith piensa que carecía de “un yo cohesivo y unificado”, lo que diferencia a sus máscaras de los pseudónimos de otros escritores. Vivía en una suerte de perpetua indefinición, como si habitase en una zona (vital) de tránsito. Sobrevivía gracias a una mínima rutina –era escritor de cartas comerciales autónomo y, por tanto, acostumbrado a la precaria condición de un profesional por cuenta propia– pero no practicaba exactamente las convenciones burguesas. Se sentía un adolescente, casi siempre en las nubes. Lo evidencia el episodio en el que su biógrafo explica cómo quemó su herencia familiar –igual que si el dinero fuera queroseno– en porfías editoriales que acabaron en la más absoluta ruina.

El arcón al que confiase su legado literario, oculto a los ojos del mundo hasta después de su temprana muerte, es otro indicio de su pánico ante la vida adulta. Quien guarda todos sus escritos en un baúl cree que en algún momento tendrá tiempo y ganas para retomarlos, aunque la vida acostumbre a desmentir esta eterna posibilidad. Al relato de Zenith sólo cabe reprocharle una cierta obsesión con cuestiones secundarias, como la orientación sexual del poeta portugués, que sin embargo compensa con aportaciones sobre aspectos desconocidos de su trayectoria, como su vocación de editor, la creación de la revista Orpheu, junto a la que Almada Negreiros lo retratase en un lienzo memorable, las inquietudes políticas, o su relación con Ofélia Queiroz, un amor casto y epistolar, o Aleister Crowley, el líder del Iluminismo Científico.

Pessoa en azul

Pessoa en azul DANIEL ROSELL

La limitada huella terrestre del poeta portugués aboca al biógrafo a volcarse en la obra de Pessoa para ponerla en relación con el zeitgeist de su tiempo. El poeta es, por tanto, el hombre y su circunstancia. Zenith ha hecho una tarea meritoria que, aunque arroja luz sobre los rincones más oscuros de la cartografía Pessoa, no puede sin embargo agotar el gran puzzle de la vida del poeta. Y es que Pessoa es como su Libro del desasosiego: una melodía de fragmentos, variaciones y elusiones sin un vínculo indiscutible. Así lo canta la voz de ‘Tabacaria’: “No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo. El poeta portugués escribió que sólo las personas superficiales poseen convicciones profundas. Y nosotros añadimos: “Únicamente los escritores misteriosos son dignos de una verdadera biografía”.