Blanca Lacasa

Blanca Lacasa YOLANDA CARDO

Letras

Blanca Lacasa: "Las mujeres nos sentimos culpables por defecto"

La periodista y autora de libros infantiles debuta como novelista con El accidente (Libros del Asteroide), una obra narrativa donde explora e indaga sobre los sentimientos que preceden y caracterizan el enamoramiento entre personas

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Blanca Lacasa tiene un largo recorrido como escritora. Si bien es cierto que muchos la descubrieron con su ensayo Las hijas horribles, dentro de la literatura infantil era y es un nombre más que conocido. Autora de libros de éxito como Ni Guau ni Miau, Niños y niñas feministas, ¡Ey! Este es mi colega o El secreto de Abelardo. Periodista de profesión, Lacasa acaba de publicar su primera novela, El accidente (Libros del Asteroide). Se trata de una nouvelle en la que la escritora indaga sobre el enamoramiento. A Lacasa no le interesa el después, sino el durante y, por ello, El accidente es una especie de anatomía de los vértigos, los miedos y los silencios que rodean esos instantes en los que se produce una atracción, el deseo y el enamoramiento entre dos personas.

El accidente tiene algo de haiku: narra el momento circunscrito del enamoramiento.

Mi idea era hablar del enamoramiento y nada más, pausar la narración precisamente en ese momento. Son muchos los impedimentos que envuelven a los dos protagonistas y complican su relación -él es homosexual y ambos tienen otras relaciones-, pero a mí no me interesaba el después sino el momento en que, a pesar de las dificultades, se produce el enamoramiento. Como lectora, tengo la sensación de que las historias de amor siempre cuentan lo que viene después de ese momento de atracción, en vez del momento mismo, que a mí me parece fascinante, porque es muy intenso y se desencadenan muchas cosas, sobre todo nivel mental. La mente va a muchísima velocidad, lo analiza absolutamente todo. He intentado hacer una especie de disección anatómica y observar qué nos pasa en ese momento. Así que me gusta la idea del haiku , porque es cierto que buscaba concentrarme en este momento…

Blanca Lacasa

Blanca Lacasa YOLANDA CARDO

En el que se desdibuja todo lo demás porque entonces solo están los dos enamorados.

Esto es algo que he intentado reflejar en el libro. El enamoramiento, un proceso tan poco explicable como poco controlable, es como entrar en un banco de niebla que desdibuja los contornos y hace imposible ver lo que acontece alrededor. Casi todo lo que pasa sucede en la cabeza de los amantes, y cada cabeza está habitada por la persona hacia la cual se siente atracción. Lo paradójico es que tenemos a la otra persona en la cabeza, pero de manera difuminada; es decir, la tenemos como recreación nuestra, como una proyección. Cuando nos enamoramos lo que intentamos hacer es acoplar esa persona a nuestra vida, queremos que responda a nuestras expectativas. De ahí que nuestras proyecciones  tengan mucho de fantasía. Para el que se enamora no hay nada más.

En el caso de ella se percibe cierta culpa por estar enamorándose teniendo otra pareja.

La culpa es, para mí, un tema recurrente. Ya estaba en mi anterior libro, Las hijas horribles, un ensayo sobre las relaciones complicadas entre madres e hijas. Diría que la culpa es un sentimiento muy femenino. Me explico mejor: no es femenino porque venga en nuestro ADN, sino que es femenino en el sentido en que, históricamente, las mujeres hemos sido educadas en la culpa hasta el punto de que siempre la arrastramos. Nos sentimos culpables por defecto: porque no somos buenas madres, porque no somos buenas hijas y porque no somos buenas novias, esposas o jefas.

Desde Eva, la mujer es la culpable por definición.

Efectivamente.

'Las hijas horribles'

'Las hijas horribles' LIBROS DEL KO

Aludía antes a  Las hijas horribles, un libro que apareció en un momento en el que se publicaban muchos libros sobre la maternidad y que, sin embargo, ponía el acento en las hijas.

Lo curioso es que se publicó una o dos semanas antes que se estrenara La mesías y, por ejemplo, en el último disco de Amaya encontramos la canción Maps. Tengo la sensación de que, en los últimos dos años se ha desplazado el foco de la madre a las hijas. Hace unos meses Inés Hernand decía públicamente que no se hablaba con sus padres. Lo que quiero decir es que se empieza a hablar de las difíciles y malas relaciones con los padres y acerca de las dificultades que puede implicar ser hija. Teníamos los testimonios de Vivian Gornick, de Marguerite Duras o de Jeanette Winterson, pero poco más; en parte porque todavía hay una mirada no solo de estupor, sino inculpatoria hacia las hijas que rompen o se distancias de sus padres. No nos preguntamos las razones que lo provocan, sino que se produce un juicio social automático y se mira con sospecha a la hija, responsabilizándola a ella, porque todavía hoy divorciarse de los padres no está bien visto.

Si pensamos en sus dos últimos libros podemos deducir que a usted lo que más le interesa es indagar en las relaciones entre personas.

Absolutamente. Me interesan las relaciones entre personas como hijas, como parejas. Nos construimos como personas a partir de ellas. Y cuando hablo de las relaciones que nos marcan me refiero al hecho de que construimos nuestra identidad a partir de la mirada del otro. Esto es algo que he intentado diseccionar en los dos libros, en el ensayo y ahora en esta novela que, me decía el otro día un lector, tiene algo de análisis sociológico. Las relaciones despiertan mi interés a la hora de escribir.

Blanca Lacasa

Blanca Lacasa YOLANDA CARDO

En el caso de Las hijas horribles quería observar un hecho concreto: las hijas nos hemos definido mucho a través de la mirada de la madre que hay en nosotras y, por tanto, se nos ha definido a partir de la relación que tenemos con ellas. No es nada nuevo porque, en general, siempre nos definimos, al menos parte de nosotras, a partir de la percepción que el sujeto amado tiene. Nos miramos a través de este sujeto amado en el valor, en el atractivo o en el interés que podemos despertar y percibir de él. No podemos pensarnos si no es a través de los demás.

Lo paradójico es que, al mismo tiempo, vivimos en un tiempo de individualismo extremo que promueve discursos tan falaces como: “Eres lo que tú quieres”, “Haz lo que deseas/quieras”, “Tú puedes, si quieres” . Discursos que centran todo en el individuo .

Es cierto. Recuerdo haber leído hace poco un artículo en el que se hablaba de un exceso de terapeutización, pero no era en absoluto un artículo antiterapia. Era más bien un artículo que alertaba sobre estos discursos y de esa idea de que una tiene que priorizarse por encima de los demás y de las cosas. Evidentemente, no nos tenemos que olvidar de nosotras, pero tampoco podemos asumir que todo es individual. No podemos olvidar que vivimos en sociedad y que los vínculos son importantísimos. Es una falacia total esa idea de que  somos autosuficientes. Solos no podemos, necesitamos a los demás.

'El accidente'

'El accidente' LIBROS DEL ASTEROIDE

La novela es también una disección de cómo se relaciona el deseo con la razón.

Mejor dicho: de cómo no se relacionan, o de cómo se relacionan de manera escasa. El deseo, además, se acrecienta mucho en ese momento de pausa del enamoramiento en el que sucede la atracción, pero todavía no se dan los pasos necesarios. Lo que me interesa particularmente del deseo es que no es en absoluto racional, pero tiene lugar en la cabeza. Es algo más mental que físico, pero no es racional. Puede parecer extraño, pero es así. En el momento del enamoramiento no podemos decir no voy a sentir esto, porque el deseo es algo que no puedes gobernar. Sin embargo, tiene lugar en la mente. Cuando te enamoras estás constantemente haciendo proyecciones del otro, analizando cualquier detalle, frase y gesto de la otra persona. El deseo funciona en el plano de la especulación y la fantasía, que tiene lugar en el cerebro, pero no atañe a su parte racional.

Lo interesante es que el deseo no es necesariamente físico y que, como diría Freud, existe incluso cuando el objeto de deseo no se consigue.

Por esto decía que el deseo no es físico, porque puede no materializarse. Muchas veces se da por sentado que la atracción tiene que discurrir por unos cauces determinados, que son los de la relación, pero la atracción ni tiene que seguir necesariamente el rito amoroso que se le presupone ni tampoco terminar en una relación afianzada. Diría que para nosotras son tan valiosos y determinantes los duelos por las relaciones que terminan mal como los duelos por las relaciones que no llegan a ser. En El accidente quería reivindicar estas historias que no comienzan. No se les suele prestar atención.

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Blanca Lacasa YOLANDA CARDO

¿Quería reivindicar también lo accidental que tienen las relaciones?

Por supuesto, de ahí el título. Existe un imaginario colectivo en torno al enamoramiento y las relaciones con el cual todos hemos crecido. Se nos dice cómo deben ir las cosas y cómo debemos interpretarlas. Sin embargo, la vida está marcada por accidentes e imprevistos. Hay muchas cosas que suceden de forma completamente accidental, lo que pasa es que intentamos encajarlas dentro de una cronología lógica, dándoles una razón de ser. Y es absurdo porque muchas cosas no tienen una lógica. Es completamente absurdo tratar de poner orden en un universo que tiende al caos cada vez más.

La narrativa en torno al amor está también muy codificada, así que no es fácil hablar del deseo y del enamoramiento sin caer en los términos habituales.

Es cierto, pero no lo pensé. Si lo hubiera pensado quizás no me hubiera puesto a escribir. De todas maneras, no es algo exclusivo del amor. A estas alturas de la historia, ¿qué temas no están manidos y envueltos de clichés? En el libro reivindico el ángulo muerto como un lugar desde dónde escribir y mirar. En términos de circulación vial todos sabemos qué es un ángulo muerto es la zona que no es visible. Esta idea la traslado a la escritura, porque lo que me interesa son esos lugares que no suelen verse. De esta manera me sitúo en un lugar distinto al del cliché o al del tópico.

Cuando comencé a escribir tuve muy presente Anatomía de una caída y Nader y Simin, una película iraní que cuenta una ruptura a ritmo de thriller. Me sorprendió muchísimo: lo que estaba haciendo la película era contarme una separación, pero desde un lugar distinto del habitual. Algo similar sucede en Anatomía de una caída, donde se narra cómo se desintegra una relación sentimental desde una perspectiva jurídica; se nos narra una separación como si fuera un atestado policial. Esto es lo que yo quería hacer: pensar el amor o el desamor esquivando los códigos habituales del relato.

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Blanca Lacasa YOLANDA CARDO

El ángulo muerto hace también referencia al lenguaje, a la imposibilidad de decir, a todo lo que queda sin decir.

En la novela he jugado mucho con lo que no se dice, hay muchas cosas que quedan colgando. En las relaciones, sobre todo en los primeros momentos, hay muchos silencios por el miedo y la inseguridad.  Se miden las palabras porque no sabes cómo interpretar lo que el otro te dice y tampoco sabes del todo cómo va a interpretar el otro lo que tú dices. De ahí los silencios y las cosas que omites, que prefieres no contar, y por eso también los silencios del otro que intentas rellenar, interpretar.

¿Tuvo que pulir mucho el texto o fue concisa desde el inicio?

Soy bastante contenida escribiendo. Se debe a que vengo del periodismo. Esto es algo que menciona Joan Didion, que se formó en Vogue, de donde yo también vengo. En prensa tienes poco espacio y cada palabra tiene que ser exacta. Yo trabajé muchos años en Vogue y aprendí a ser concisa. Me gusta la concesión. Una película de tres horas y media puede que sea fenomenal, pero si se puede contar lo mismo en 65 minutos lo prefiero. Me gusta la síntesis. Por eso no me costó en exceso recurrir a la brevedad. Eso sí, soy muy maniática con las palabras. Releí mucho el texto y le di muchas vueltas no solo a las palabras que utilizaba, sino a cómo las utilizaba y dónde las situaba dentro de la frase.

Antes le preguntaba sobre el amor como un tema con una retórica demasiado manida

Es cierto, pero al mismo tiempo se han escrito cosas increíbles sobre el tema.

Ahí donde quería llegar. El amor es un concepto sobre el cual se está volviendo a pensar.

Sí, fíjate, por ejemplo, en el podcast Punzadas, que ha popularizado la figura de Roland Barthes y ha convertido en un éxito su ensayo Fragmentos de un discurso amoroso. O los ensayos de Eva Illouz, que todas estamos leyendo y que está repensando el amor al margen de todo el envoltorio romántico.

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El accidente es su primera novela; anteriormente había escrito el ensayo Las hijas horribles, pero su carrera como escritora empezó dentro de la literatura infantil.

Siempre he escrito, desde niña. Era pequeña y me divertía muchísimo. Conservo carpetas llenas de páginas escritas que prefiero no volver a leer porque me da bastante vergüenza, aunque, en realidad, como en las relaciones amorosas, hay que equivocarse para aprender. Llegué a la literatura infantil de manera azarosa: tenía un amigo que estaba atravesando un mal momento y le escribí una especie de cuento para animarlo. Ese fue mi primer texto infantil; depuré algo el cuento, lo reduje y poco más. En ese momento que me di cuenta de que me divertía escribir para niños, en parte porque, mientras en el periodismo tenía que ser rigurosa y fiel a los hechos, en la literatura infantil podía permitirme  inventar casi cualquier cosa. Esto es lo que lo que me sedujo y, en efecto, en muy poco tiempo escribí mi segundo libro, Ni guau, ni miau, que tuvo mucho éxito.

Así que seguí haciendo libros para el público infantil. Yo defiendo la literatura infantil y juvenil, para mí no existe ninguna diferencia entre esta literatura y la llamada literatura para adultos. Recuerdo que, cuando publiqué Las hijas horribles muchos escribieron que se trataba mi primer libro y ¡era el decimotercero! Fue mi primer ensayo, es cierto, pero no mi primer libro. Lo que sucede es que todavía hay mucha gente que no tiene en consideración la literatura infantil. Los escritores que nos dedicamos a ella estamos poco considerados. Sin embargo, no hay distinción, se trata de escritura.

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¿Empezó a recibir más atención mediática a partir de la publicación de su ensayo?

Sin duda. Algunos consideraban que publicar un ensayo era dar una especie de salto hacia adelante. Para mí no era así, pero se percibió de esta manera y, de hecho, Las hijas horribles despertó el interés por mí dentro de la industria editorial

El periodismo cultural debería, quizás, reflexionar sobre la literatura infantil y juvenil como tema habitual y no solo en ocasiones especiales.

Es una literatura que está muy ausente de la prensa cultural. En los periódicos no existe una sección dedicada a esta literatura, que aparece solo en fechas señaladas, como puede ser Navidad. Dicho esto, una cosa es cierta: a los niños les da lo mismo quién escribe qué, no les interesa para nada el autor de los libros que leen. Y esto es algo me que gusta, en parte porque mantiene el ego de los escritores a raya. Los niños no saben quién eres ni les importas. Yo he firmado libros en la Feria de Madrid y el que recibe atención es el ilustrador. Es él quien mola, pero tú que has escrito el libro, no.  Ellos te piden el libro del perro apestoso, por ejemplo, pero no te piden el libro escrito por x o por y. Además, en literatura infantil es difícil consolidar los lectores, puesto que van pasando de un libro a otro en la medida que crecen y, por tanto, los lectores de ahora no son necesariamente los de mañana.