
Voltaire encarcelado en la Bastilla mientras escribe 'La Henriade' (1728)
Breve historia de los escritores que han pasado por el presidio
La escritora italiana Daria Galateria recorre en un ensayo histórico la huella literaria y personal que la cárcel y la falta de libertad provocaron entre los grandes autores de los últimos tres siglos
La historia de la literatura está llena de autores que encontraron en la privación de la libertad un estímulo inesperado para la escritura. Para algunos, la cárcel fue una condena injusta; para otros, el resultado de decisiones personales que los llevaron a ser encerrados. Sin embargo, en todos los casos, la experiencia de la reclusión modeló su estilo, convirtiéndose en fuente de inspiración y reflexión. En el ensayo Condenados a escribir (Impedimenta), de la escritora italiana Daria Galateria, nos encontramos un recorrido por las vidas de escritores que, entre rejas, hallaron en la escritura una vía de escape, una forma de supervivencia y, en algunos casos, la reafirmación de su identidad creativa.
El recorrido de la autora se despliega entre dos extremos: la prisión y la oportunidad de expresarse. Entre rejas, cuarenta y tres narradores descubren la libertad de escribir y, en algunos casos, su propia identidad como autores o la excusa para su marca artística. En cautiverio, disfrutan de la comodidad y la inspiración de contar historias, beneficiándose de que el tiempo transcurre con lentitud, de la soledad y la ausencia de distracciones. La creatividad y la concentración florece -y a veces incluso la salud física mejora, como en el caso de los reumatismos de P.G. Wodehouse- y también, en esos episodios carcelarios, el lector puede imaginar una vía de escape que propone nuevas curiosidades y metalecturas.
Condenados a escribir no se limita a la biografía tradicional. En lugar de centrarse en la trayectoria de una sola persona, la obra toma a la cárcel como personaje central, dándole la vuelta a la historia para explorar cómo una multitud de escritores han vivido dentro de ella. Desde las desventuras Voltaire en la Bastilla hasta Goliarda Sapienza hablando sobre el aborto en Rebibbia, este ensayo nos guía por un recorrido de autores cautivos y sus estrategias de escape, tanto físicas como imaginarias.

'Condenados a escribir'
Giacomo Casanova, por ejemplo, limó un candado para perforar el suelo de su celda en los Piombi, mientras que P.G Wodehouse, internado en un campo de prisioneros, escribió tres libros y varios relatos. Giovanni Guareschi improvisaba periódicos hablados en los campos de concentración, y Hans Fallada, encerrado primero por conspiración contra Hitler y luego por dispararle a su esposa, escribió El bebedor -de tinte autobiográfico- junto a algunos cuentos infantiles. Louise Michel fue deportada a Nueva Caledonia y decidió quedarse tras cumplir su condena para estudiar a los canacos, una etnia en peligro de extinción, mientras Fiódor Dostoyevski narró la experiencia siberiana y la crueldad con la que se trataba a los presos en Memorias de la casa muerta y Los hermanos Karamazov se basa en un error judicial que escuchó en las letrinas sobre un preso lunático y parricida, al cual no despreciaban por su crimen, sino porque no sabía comportarse.
Las razones del vínculo de estos escritores con la cárcel varían según cada época. Algunos conspiraron contra un régimen opresor -Dostoyevski, Silvio Pellico, Luigi Settembrini-, otros fueron perseguidos por su orientación sexual -Oscar Wilde- o su origen judío -Franz Hessel-. Algunos, como Robert Desnos, se enfrentaron a la prisión por su resistencia contra la ocupación, mientras que muchos colaboraron con ella, como Robert Brasillach o Ezra Pound. Y están los que acabaron entre rejas por motivos más personales: Paul Verlaine oo William Burroughs dispararon a sus esposas y Norman Mailer apuñaló a Adele, su pareja. Algunos, como Campana y Stevenson, fueron arrestados por error . Apollinaire lo fue por haber robado la Gioconda. Muchos descubrieron en la prisión una libertad inesperada: “Creéis haber realizado una gran hazaña”, escribió Sade, “pero solo habéis encendido una luz en mi cabeza” se cuenta en el prólogo del libro.
El ensayo, a lo largo de trescientos años, nos hace viajar por espacios y épocas diversas: desde la Francia prerrevolucionaria hasta la Inglaterra victoriana. Desde los Estados Unidos de principios del siglo XX hasta la Italia futurista. Dsde la Europa de la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra Fría. Nos cruzamos con personajes como Václav Havel, Norman Mailer, Aleksandr Solzhenitsy, Jorge Semprún, un jovencísimo François Truffaut, hasta llegar a Adriano Sofri. Este viaje por contextos y épocas nos desvela la evolución en las motivaciones de los crímenes, las culpas reales o presuntas hasta cómo han cambiado los métodos con los que se imponen las penas, los espacios de reclusión y sobre todo, los estados de ánimo y la percepción social de estas experiencias o las historias sobre las que se basan ciertas ficciones.
El tono irónico de Galatería impregna las páginas y distingue entre los encarcelamientos que marcaron la vida de los escritores y la muerte. No se impone un juicio moral sobre la culpa: no importa realmente si el protagonista es culpable o inocente, aunque estos elementos sean aclarados en cada caso. Lo que se sitúa en primer plano es siempre el punto de vista del escritor, sus sensaciones y las consecuencias que extrae de los giros de su destino. Todo ello con algunas pinceladas de delicioso y sutil absurdo.
A pesar de contar con la vida de varios escritores y solo dos escritoras, o que la ligereza de la narración pueda parecer superficial en un primer momento, para el lector atento se encierra una invitación implícita a la reflexión sobre el presente:.¿Cuáles son las cadenas de los escritores hoy en día? ¿Cuáles sus espacios de libertad y creatividad? ¿Qué actitud debe tener tiene cualquiera que se ponga ante una página en blanco en un mundo donde hay más distracciones que momentos de paz y concentración?