El renacer de Paula Hawkins
La autora de 'La hora azul' presenta un thriller apasionante, pero también plantea una reflexión sobre el amor no correspondido y las desgracias que puede propiciar
La escritora británica Paula Hawkins (nacida en Salisbury, Rodesia -actualmente Harare, Zimbabue- en 1972) se hizo mundialmente famosa de la noche a la mañana con su primer thriller, claramente clasificable dentro del domestic noir, La chica del tren (2015), que se vendió como rosquillas y hasta fue adaptado al cine con Emily Blunt en el papel principal. Previamente, tras llegar a Londres a los diecisiete años, en 1989, se dedicó (un poco) al periodismo económico y escribió cuatro novelas románticas entre 2009 y 2013 (con el seudónimo de Amy Silver), que no la llevaron muy lejos. Algo debió ver en el proyecto de La chica del tren, pues para poder escribirla con tranquilidad, le pegó un buen sablazo a su padre con el que se pudo mantener durante todo el proceso de escritura. La cosa, afortunadamente, le salió bien: La chica del tren se convirtió ipso facto en un best seller internacional.
Por regla general, uno tiende a desconfiar de esos libros que, súbitamente, todo el mundo está leyendo y disfrutando (así fue cómo nunca fui capaz de frecuentar al difunto Stieg Larsson), pero hice una excepción con la señora Hawkins y no lo lamenté: aquella historia de amor, obsesión, alcohol e insania era realmente absorbente, eso que los anglos definen como un page turner, uno de esos libros de los que no te puedes desenganchar hasta que los terminas. Conclusión: parecía haber nacido una autora apasionante del nuevo thriller británico.
Lamentablemente, su siguiente novela no había por donde cogerla. Escrito en el agua (2017) era un relato policial de una torpeza inverosímil del que emanaba un aburrimiento mortal. No funcionaba nada: ni los personajes, ni la trama, ni el estilo ni los ambientes retratados. La señora Hawkins levantó cabeza (mínimamente) con su próxima entrega, A fuego lento (2021), un libro que se dejaba leer, aunque no con el entusiasmo despertado por La chica del tren. Es de esas novelas que las terminas por terminarlas, no porque estés extrayendo de ellas un placer considerable.
Y lo peor que se puede decir de un libro es que da lo mismo leerlo que no leerlo. Lo máximo que ofrecía A fuego lento era esa corrección tan típica de esas miniseries de la BBC que pueden verse casi como si estuvieras proyectando en la pantalla del televisor imágenes del océano o del fuego crepitando en una chimenea. Así pues, cuando salió su siguiente (y breve) novela, Punto ciego (2022, la sinopsis ya hacía prever rutina a granel: una mujer cree que a su marido lo ha asesinado el mejor amigo de la pareja), opté por pasar de ella y dedicarme a otras lecturas.
Aparente patito feo
La más reciente, La hora azul, confieso que la compré una tarde en un Supercor, junto a un panetonne y unas botellas de ginger beer (exacto, aquella misteriosa cerveza de genjibre que bebían los niños de las novelas de Enid Blyton), porque necesitaba una lectura de las de pasar el rato y decidí darle una nueva oportunidad a la señora Hawkins, a pesar de los disgustos que me había dado últimamente. Resultado de la compra: ¡premio para el caballero! La hora azul es, claramente, un renacimiento de Paula Hawkins como escritora. ¿Quiere eso decir que ha recuperado el estilo y la chispa de La chica del tren? Pues no exactamente: La hora azul destaca por ser un thriller tirando a oblicuo en el que lo importante es eso que Graham Greene llamaba El factor humano.
Más cerca de Daphne du Maurier que de Ruth Rendell (sin descuidar un vistazo a Patricia Highsmith), La hora azul es una historia con crímenes, pero no es una historia de crímenes. Lo principal es el inquietante retrato de un personaje aparentemente secundario que acaba tomando, poco a poco, el mando de la ficción, hasta revelarse como el principal factótum de todo lo que sucede y deja de suceder en esa historia aparentemente protagonizada por una pintora de turbadores paisajes y el curator que ha pasado toda su vida obsesionado por ella (el agent provocateur es una mujer llamada Grace, un aparente patito feo maltratado por la sociedad, y hasta ahí puedo leer para no incurrir en el spoiler).
Haber recuperado el brío de La chica del tren ya habría sido motivo de gozo para nosotros, los devotos del domestic crime, pero salirse brillantemente por la tangente como ha hecho la señora Hawkins con La hora azul ya es para nota. Que no sufran los lectores de novela negra: La hora azul es, aproximadamente, un thriller. Pero también es otras cosas. Básicamente, una reflexión sobre el amor no correspondido y las desgracias que puede propiciar. Unas pertinentes pinceladas sobre el mundo del arte contemporáneo y una ambientación en una siniestra isla escocesa que solo permite el acceso a tierra firme durante unas pocas horas al día completan ese mundo tan peculiar que nos muestra esta novela con la que su autora emprende un nuevo e interesante rumbo, tras unos cuantos años dando tumbos por los parajes menos atractivos y más rutinarios de la novela policial.