Gay Tales: grandes éxitos del (viejo) nuevo periodismo

Gay Tales: grandes éxitos del (viejo) nuevo periodismo

Letras

Gay Talese: los grandes éxitos del (viejo) nuevo periodismo

El periodista norteamericano, retratista de un tiempo y de una época, se despide del oficio con Bartleby y yo, un libro de ‘interiores’, sereno y elegante, donde  explica su método de trabajo a través de una serie de estampas sobre Nueva York

27 septiembre, 2024 21:35

El periodismo es, sobre todo, una cuestión de método. Una artesanía exigente. Y entre las herramientas para ejercerlo, además de la curiosidad, el dominio de la escritura, los contactos y la capacidad de análisis, que es lo que menos abunda en estos últimos tiempos (tan digitales) del oficio, figura un rasgo personal: la humildad. No es que creamos que todos los periodistas tienen que ser humildes –hay ejemplos que desmienten esta máxima–, pero sí pensamos que sin una cierta actitud terrestre, atenta a las pasiones humanas, que es lo que de verdad hace girar el mundo, es difícil cumplir la misión de contarle a la gente lo que sucede a la gente, como decía Scalfari, el director de La Repubblica, o descubrirle a los lectores que desconocían que Lord Jones estaba vivo –como escribiera G.K. Chesterton que Lord Jones ha muerto.

La consagración de un periodista, que es tarea azarosa y requiere mucho tiempo, se consume, igual que una cerilla, en unos segundos, pero cuando la llama arde –aunque dure sólo un instante– tiene la misma potencia que el sagrado fuego olímpico. Gay Talese (1932) ha visto arder esta lumbre en el pebetero del periodismo muchas veces. Suponemos que con satisfacción íntima, pero sin darse tampoco excesiva importancia. Probablemente porque su personaje –el cronista a la antigua, con bloc de notas, lápiz y actitud socrática, ataviado con elegantes ternos y un Stetson cubriendo su testa, a modo de homenaje a su padre, un sastre de origen calabrés– no es más que una extensión de su carácter.

'El puente'

'El puente' ALFAGUARA

Con 92 años a sus espaldas, el periodista norteamericano se despide de su oficio con una aparente colección de estampas sobre Nueva York (aunque las piezas más extensas sucedan en Los Ángeles y en Las Vegas) que también es una biografía modesta. Una forma de –hablando sobre los otros– reflexionar sobre la escritura en los periódicos, ese género sine nobilitate que, sin embargo, es capaz de dibujar grandes panorámicas, retratar a hombres y lugares y dejar un testimonio exacto de un tiempo concreto con materiales de acarreo. 

Bartleby y yo (Alfaguara) es un libro de interiores. El examen de un legado que discurre desde mediados de los años cincuenta, cuando Talese entró en The New York Times, el diario creado en 1851 por Henry Jarvis Raymond y George Jones, dos periodistas del New York Tribune, que acabaría por problemas financieros en manos de Adolph Simon Ochs y Arthur Hays Sulzberger, fundadores de la estirpe de editores que todavía lo regenta, hasta ahora. Empezó a los veinte años como chico de los recados. Desde abajo. Tardaría tres años en convertirse en reportero de la sección de deportes, iniciando así una carrera de largo aliento, absolutamente anómala, que hoy sería inimaginable, y que lo llevó a convertirse en uno de los escritores referenciales del nuevo periodismo, esa generación de cronistas norteamericanos que introdujo la narrativa literaria en las páginas de los mejores diarios y revistas de la industria. 

'Bartlby y yo'

'Bartlby y yo' ALFAGUARA

En lugar de neutralidad, perspectiva. En vez de distancia, inmersión. Talese eligió como protagonistas de sus stories a gente anónima, seres y tipos secundarios –su primer texto fue un perfil del electricista del New York Times, encargado de escribir los titulares y noticias de cada día en el letrero luminoso que había en la fachada del periódico– que le permitían sorprender. Ser distinto. Destacar por su sentido de la originalidad. En realidad estaba construyendo una poética a partir de la extrema necesidad: no tenía acceso a los grandes próceres, políticos y empresarios de la ciudad, y usó como material periodístico al hombre común de América. 

De las tres partes de este último libro –‘Una historia de Wall Street’, ‘A la sombra de Sinatra’ y ‘El Brownstone del doctor Bartha’– la que abre el volumen es una evocación (sobria, sin sentimentalismos) de sus comienzos como reportero. El retrato de un mundo perdido –sin móviles, sin pantallas, sin internet– donde el periodismo se ejercía de forma artesanal, casi menesterosa, pero con un entusiasmo cercano a lo demencial. Paradójicamente, a pesar de tan escasos medios, los periódicos gozaban todavía de un indudable prestigio social. Su función era mostrar el mundo a los lectores.

'Honrarás a tu padre'

'Honrarás a tu padre' ALFAGUARA

¿Cuántos periodistas novatos –como lo era entonces Talese– llamarían hoy a ochenta hoteles para tratar de localizar a una antigua actriz de cine mudo, como Nita Naldi, y pedirle, educadamente, que contara todos detalles sobre su decadencia artística? ¿A cuántos se les ocurría entrevistar al guardián de los obituarios de personalidades públicas escritos con anticipación a su muerte, cuyos autores, con bastante frecuencia, fallecían antes que el homenajeado in articulo mortis? 

Talese buscaba los ángulos extraordinarios de las historias comunes. En la parte final de Bartleby y yo, que es inédita y está escrita en la actualidad, reconstruye la historia del doctor Bartha, un médico –originario de Rumanía– propietario de una de las venerables mansiones de piedra rojiza de Nueva York que decidió suicidarse por el procedimiento de volar el inmueble tras dejar abiertos los conductos del gas, como respuesta a un tormentoso divorcio que desencadenó un calamitoso proceso de desahucio.

'Vida de un escritor'

'Vida de un escritor' ALFAGUARA

A partir de este suceso, el periodista norteamericano reconstruye la historia del barrio, sus vecinos, personajes, bares y restaurantes, fijando para siempre en la memoria hechos del pasado y demostrando que una ciudad es una obra de arte (anónima) que está hecha de tiempo, tránsitos y gente que va y viene y que, en muchos casos, lleva décadas, incluso siglos, muerta. 

Todos sus grandes reportajes tienen el mismo sello: desde El puente, una serie de entregas donde explicó el heroico día a día de los obreros que construyeron el puente de Verrazano-Narrows, a Honrarás a tu padre, la historia de una saga de mafiosos de Nueva York, La mujer de tu prójimo, donde explora la infidelidad y el sexo de las clases medias, o Los hijos, un mural sobre las generaciones de inmigrantes que construyeron América. En Vida de un escritor habla sobre la sustancia de la escritura. En Retratos y encuentros sobre la fama y su reverso. Y en El Reino y el Poder, sobre las intrigas y rivalidades de The New York Times.

El perfil de Gay Talese publicado en la revista 'Esquire'

El perfil de Gay Talese publicado en la revista 'Esquire' ESQUIRE

La segunda parte de Bartleby y yo es un making off de uno de los perfiles más célebres de Talese, indudable maestro del género. Además del glorioso retrato del boxeador Joe Louis, un ex campeón del pugilato en su ocaso que vive de promocionar productos comerciales, igual que el personaje de Joe Lamotta en la película Toro salvaje, de Scorsese, publicado en forma de libro junto a otros textos en El silencio del héroe, Talese consagró su técnica periodística de observación con una pieza escrita para la revista Esquire en 1966, incluida en Retratos y encuentros, sobre Frank Sinatra. El cantante, uno de los mitos de Norteamérica, no quiso recibirle, pero Talese respondió con mucha imaginación. Se las ingenió para cazar el carácter del personaje a través de un coro de voces ajenas. El resultado es memorable. 

En su carrera hubo también tropiezos –recuérdese el fake de El motel del voyeur– pero nadie como él se ha dedicado durante tanto tiempo, y con tanta disciplina, a documentar un mundo extinguido.“Siempre me he sentido un outsider, un extraño mirando por los cristales de la ventana, intentando ver lo que hay dentro”, ha confesado en alguna ocasión. Con una identidad escindida –mitad italiana, mitad norteamericana– Talese eligió ejercer como testigo perpetuo.

'Los hijos'

'Los hijos' ALFAGUARA

Por eso se mira en Bartleby –el personaje de Melville–, un misterioso y oscuro escribidor del que nadie sabe demasiado, y que se dedica a la tarea de mantener al día los libros comerciales de un despacho de abogados. Hombre de costumbres: elegante –cosa rara en el gremio–, meticuloso, dedicado, acumula material (fotos y recortes guardados en infinitas cajas de cartón) y se toma muchísimo tiempo antes de sentarse a escribir. 

Talese prefiere a los seres ordinarios a los artistas raros. Su arte está basado en la extrañeza que causa la irrupción de lo corriente en un espacio –como el del periodismo– cuya tarea es narrar lo extraordinario. Rara vez escribe sobre política o de los protagonistas de la vida pública. Su tema es la intrahistoria de su país. Y su sistema de trabajo es, a la vez, muy simple y complejo. Ir a los sitios, conocer gente, preguntar a quienes nunca son interrogados, observar y escribir con la máxima exactitud posible y fidelidad a la verdad.

'Retratos y encuentros'

'Retratos y encuentros' ALFAGUARA

Talese es una cámara vintage que registra todo el ruido de la vida. El gran angular del viejo (nuevo) periodismo. La muestra de que no existe ningún tema que sea menor, sino (en todo caso) periodistas mediocres e incapaces de distinguir la mena de la ganga de una historia. Sus libros, dedicados a seres de otra época, tienen la robustez de los Anales de Tácito. En su día fueron efímeras revistas o notas de periódico. El paso del tiempo, y el talento de Talese, las ha convertido en páginas de la Historia. Y en estas memorias sobre un oficio en extinción.