María Sánchez

María Sánchez SIMÓN SÁNCHEZ

Letras

María Sánchez: "La memoria es ficción y nuestro pasado no sucedió como lo contamos"

La poeta cordobesa, que acaba de publicar el poemario Fuego la sed (La Bella Varsovia), reflexiona sobre su vida en el campo, la memoria perdida de la tierra y los devastadores efectos medioambientales de la sequía

5 mayo, 2024 17:12

Poeta y veterinaria. Veterinaria y poeta. María Sánchez tiene estas dos profesiones que, en su caso, confluyen debido a la vinculación de su familia –su abuelo, su tío, su padre– con el campo. En Fuego la sed, su nuevo poemario, retoma algunos de los temas de Cuaderno de campo y también de su ensayo Tierra de mujeres, pero da un paso más tanto a nivel de formal -aquí encontramos a los animales interpelándonos- como temático. Fuego la sed es un poemario sobre la tierra y nuestra relación con ella, sobre  la sequía, la explotación, el abandono y los saberes que se transmiten gracias a la tradición oral, nacidos de la experiencia práctica. También es un libro sobre la memoria y los olvidos intencionados, sobre hombres que lloran al ver un alcornoque secándose y mujeres que guardan historias nunca fueron reveladas.

Fuego la sed es un poemario sobre la tierra y los modos de relacionarse con ella. Al mismo tiempo es un poemario sobre la memoria.

En el libro está presente el tema del cambio climático, pero no me gustaría que se pensara que gira únicamente en torno a esta cuestión, porque no es así. Otro de los temas presentes es la memoria: me pregunto qué hemos conservado y qué hemos querido olvidar. En el libro son los propios animales quienes cuestionan el hecho de que caminemos sobre las cabezas de otros. Es una referencia a la guerra civil y a las fosas que todavía siguen sin abrir. En un verso se dice que en la casa del vencedor siempre habrá una luciérnaga: un vencedor es el que tiene luz y la proyecta, es decir, quien cuenta la historia, puede hablar sobre ella y rehacerla. Y aquí aparece la nostalgia.

María Sánchez

María Sánchez SIMÓN SÁNCHEZ

Hay un verso de Brines que dice: “Yo sé que olí un jazmín en la infancia una tarde, y no existió la tarde”. La memoria es ficción y muchas veces las cosas que nos contamos de nuestro pasado no sucedieron como las contamos. Yo quería señalar, a través de la imagen de la falta de agua, la ausencia, aludiendo tanto a las fosas como a esas personas que fueron guardianas de lo oral, que conocían los lugares por su nombre, sabían por dónde desbordaba el río y qué daban nombre a esas piedras necesarias para poder cruzar el mismo río. Quería que el poemario mirase a esa otra memoria.

La nostalgia es conservadora: implica idealizar el pasado y eliminar los conflictos que lo explican. 

Totalmente. Por eso en el libro aparece la figura de las guardianas de la memoria, que son también guardianas del territorio, del paisaje y de otros saberes. Nunca han podido hablar, no se les ha escuchado. Yo quería romper con este silencio y preguntarme por qué hemos asumido algunas versiones y saberes como los únicos posibles. En el poemario cuestiono las formas de producción y de explotación, así como conceptos que aprendí en la facultad de veterinaria. Hay un poema en el que hablo de cómo hemos deformado nuestros estómagos para producir más comida o lograr mayor eficiencia en la producción de carne. 

“Fuimos nosotras las que aprendimos la historia de nuestras madres”, dice uno de los versos. ¿Es la reivindicación de un saber que no procede de los libros?

Existe todo un conocimiento al margen de los manuales y de las academias que no ha sido escrito ni registrado. Cuando incorporamos ideas y teorías en un manual, o términos en un diccionario, lo hacemos recurriendo a saberes registrados, no a los que quedan fuera. En el prólogo de En la casa de los niños, Carmen María Machado señala que, leyendo a Derridá, descubrió que la palabra archivo viene del griego antiguo arjíon, que significa la casa del vencedor. Este dato ha sido muy importante para mí porque hablo de la memoria de la tierra.

'Cuaderno de campo'

'Cuaderno de campo' LA BELLA VARSOVIA

En el primer poema hablo de los lugares que llevan el nombre de los que los habitaron: la tierra de la que hablo es una tierra en la que la umbría, la solana, los montes llevan el nombre de los campesinos que los habitaron durante años. Ninguno de estos nombres aparecen en Google Maps ni en los mapas tradicionales. Pero quienes habitan esta tierra los conocen: son nombres que nos dicen mucho de cómo se relacionaban con la tierra. Todavía hoy, si recorres esos lugares con atención, puedes ver cómo se vivía, dónde se segaba, dónde estaba el huerto y quizás aún encuentres un árbol frutal plantado hace mucho tiempo y que sigue floreciendo, aunque cada vez sus frutos sean más pequeños, porque ya no hay nadie que lo cuide y no llueve. Yo quería recuperar, a través de estos lugares en los que ya no habita casi nadie, a esos habitantes. Volver a traer al presente esa memoria y esos conocimientos.

Retomando algunos de los temas de Cuaderno de campo, usted hace hincapié en el trabajo de las mujeres en el ámbito rural, señalando su doble invisibilidad: estar en el campo y ser mujer.

Creo que con Fuego la sed se abre otro camino, si bien es cierto que existe una continuidad porque el territorio sobre el que escribo y desde el que escribo es el mismo de Cuaderno de campo. No lo había releído, pero el otro día lo hice y me di cuenta que hay un verso que dice “hombres de sangre y tierra nunca lloran”. Es curioso ver cómo  entonces los hombres de mi familia, a los que me quería parecer, nunca lloraban. Los hombres de Fuego la sed sí que lloran, lloran cuando se tienen que despedir de las vacas, porque ya no hay comida en el campo y no se puede mantener ese tipo de ganadería. Se emocionan cuando agrandan los chacos de la tierra para darle de beber a los pájaros o cuando señalan la muerte de los árboles de los que conocen el nombre y su historia.

En este poemario están también las voces de las mujeres de mi alrededor que se preguntan qué dirían las generaciones anteriores si vieran el campo tal y como está, si vieran la falta de lluvia. Hablo de generaciones anteriores, pero debería hablar de ancestros, un término que me hace pensar en alguien ligado al territorio que ha dejado un legado. Un ancestro es lo opuesto a un fantasma, que es alguien que echa en falta algo, empezando por su cuerpo.

El fantasma es alguien que no termina de irse porque le ha quedado algo pendiente en la tierra.

Nosotros tenemos pendiente la memoria y empezar a mirar las cosas de otra manera, porque hasta que no resolvamos el tema de la memoria los fantasmas seguirán ahí.

María Sánchez

María Sánchez SIMÓN SÁNCHEZ

El verso que ha citado de Cuaderno de campo –“hombres de sangre y tierra nunca lloran”- es muy lorquiano, si me permite decirlo.

¿Qué puedo decir? El primer libro que me quitó mi padre de las manos preguntándome qué hacía yo leyéndolo, siendo pequeña, fue Bodas de Sangre, en la colección de Austral. Recuerdo que puso el ejemplar en el lugar más alto de la casa para que no pudiera cogerlo. Crecí queriendo llega a ese libro y queriendo alcanzar a Lorca. No entiendo mi vida sin los poemas y sin el teatro de Lorca.

¿Ha cambiado su concepción en torno a la masculinidad?

No creo que haya cambiado mi mirada sobre los hombres de mi familia. Creo más bien que ahora los hombres de mi familia se atreven a mostrarse vulnerables y a hablar de las cosas que les duelen. Esta transformación ha tenido lugar en los últimos años; quizás ha contribuido los libros que he publicado, libros que han ayudado a que se desarmen y cambien algunas de las cosas y costumbres de mi familia. A raíz de la publicación de Cuaderno de campo, de su éxito y su reconocimiento, en mi familia se empiezan a contar historias que no se contaban al ver que yo escribo sobre ellas y me emociono con ellas. Desde algún tiempo, mi tío Juan, que es ganadero, me llama por teléfono muchas noches y me pregunta si recuerdo el alcornoque al que íbamos siempre, y me cuenta que se ha secado porque no llueve. Se emociona por la pena de ver ese árbol seco. Si tú me hubieras dicho hace diez años que mi tío me llamaría y se emocionaría hablando del alcornoque, no me lo hubiera creído. Los hombres como mi tío imponían. Era difícil pensar tener con ellos este grado de intimidad. 

Que se puedan emocionar es un regalo que usted les ha hecho.

Bueno, para mí también ha sido un regalo. Es increíble tener esa confianza con ellos, ir con mi padre al campo y que me cuente cosas y que nos emocionemos juntos, permitiéndonos mostrarnos vulnerables.

Esta vulnerabilidad ha venido de la mano del deterioro del campo, en gran parte por la falta de lluvia de la que hablábamos al inicio

Desgraciadamente es así, aunque haya quien lo niegue. Las gráficas muestran que cada año tenemos menos lluvias y que los meses de calor son cada vez más y más calurosos. La falta de lluvia ha hecho que lugares que conocí siendo niña y conocieron varias generaciones de mi familia hayan desaparecido. Cuando era pequeña ya se percibía que el paisaje estaba cambiando, pero lo de ahora es terrible. Debemos hablar de esto. No podemos seguir como si nada pasase. No quiero caer en un discurso apocalíptico ni culpabilizar a nadie, pero creo que ya es hora de darnos cuenta de lo que está pasando y de actuar. De ahí la portada del poemario, con esa luz y esa semilla. En nosotros llevamos está la posibilidad de pensar en otros mañanas, en otra manera de relacionarnos con la tierra y con los demás, pero estas formas tienen aún que florecer.

'Tierra de mujeres'

'Tierra de mujeres' SEIX BARRAL

Ya no corre agua por este río /aprendimos demasiado tarde a escuchar”, dice uno de sus versos.

Sí, aprendimos demasiado tarde. Muchas de las personas que nos hubieran enseñado ya se han muerto. ¿Cuántas generaciones se han ido sin que les diésemos la palabra? En el verso aludo a esto y menciona la pérdida de un tipo de vida en el campo en la que la ganadería no era intensiva y la relación del pastoreo era diferente. Ahora, con lo que estamos viviendo, nos damos cuenta de que los pastores no hacían tan mal las cosas. Fíjate en Estados Unidos: los científicos están estudiando técnicas indígenas que hasta ahora habían ignorado. 

¿Haciendo hablar a los animales cuestiona todavía más si cabe el saber científico como saber único?

Claro. En Cuaderno del campo había un poema en el que hablaba un rebaño. Ahora, quería que los animales tuvieran un peso central, que tanto los animales como los árboles hablaran. Era la manera de no tratarlos como objetos, sino como sujetos. Me interesaba que fueran ellos los que nos interpelaran sobre nuestros modos de hacer, puesto que, cuando yo estoy en el campo, ya sea como veterinaria o visitando a mis padres, me pregunto qué pensarán la yegua o la cabra, cómo nos verán. 

Recientemente hemos entrevistado a Mercè Ibarz. En su Tríptico de la tierra, Ibarz no contrapone ciudad y campo y nos recuerda que los problemas de la ciudad están relacionados con los del campo. No se pueden disociar. Leyéndola da la impresión de que usted comparte esta perspectiva.

Tenemos la manía de aislarlo todo. Nos especializamos en cosas concretas y no nos damos cuenta de que formamos parte de un entramado en el que todo está relacionado. Oponer ciudad y campo no tiene sentido, porque los necesitamos mutuamente y porque, en determinados aspectos, vamos en direcciones similares. De la misma manera, no se puede hablar de un rebaño sin tener cuenta la tierra, los árboles… todo lo que lo rodea. Me interesa proyectar una visión holística, de conjunto. Creo que es lo que necesitamos frente al aislamiento y la división. Separarnos de la naturaleza nos ha hecho considerarla como algo ajeno a nosotros y nos ha hecho cometer barbaridades: arrasar lugares, fomentar la ganadería intensiva, los sistemas industriales. Hemos puesto en el centro el dinero, la producción a gran escala, la eficiencia y no la conservación del territorio ni la producción de alimentos sanos.

Anna María Iglesia y María Sánchez

Anna María Iglesia y María Sánchez SIMÓN SÁNCHEZ

Hay un verso en los que los animales se preguntan si existe algo que nos conmueva. Esta pregunta tiene que ver sobre cómo nos relacionamos con todo lo que nos rodea y con los demás.

Este verso apela directamente a cómo somos con otras personas. Fue uno de los primeros que escribí y ahora, al releerlom pienso en Palestina. Nos levantamos todos los días y vemos vídeos e imágenes horribles del genocidio contra el pueblo palestino en el que se usa el hambre como arma de guerra, si bien el derecho a la comida es un derecho fundamental. ¿Cómo podemos seguir con nuestra vida cuando está pasando esto? Vamos por la calle y giramos la mirada hacia otro lado si vemos a alguien que llora. Ante eso no sabemos qué hacer.

Acercarnos y decir algo puede un gesto invasivo o indiscreto.

Por esto necesitemos aprender a conmovernos. Quizás te suene raro, pero cuando estoy trabajando en la cocina y a media mañana miro por la ventana y veo el mismo cernícalo de cada día me conmuevo; esa escena me fascina, me asombra la capacidad del mundo de seguir haciéndose cada día. No quiero culpar a nadie, no me gustan esos discursos que señalan a uno o a otro sin fijarse en lo que hay detrás- el sistema, el trabajo precario, la no conciliación…-, los problemas están ahí y deberíamos ser más empáticos, emocionarnos por todo lo que acontece más allá de nosotros mismos.

'Fuego en la sed'

'Fuego en la sed' LA BELLA VARSOVIA

Esto implicaría no preocuparse tanto si este verano podremos o no ir a la piscina o habrá más o menos turistas y sí de las implicaciones futuras que tendrá la falta de lluvia.

Nos imaginamos el agua como algo que siempre ha estado ahí y no nos damos cuenta de que es un recurso finito. Hablas del turismo, pero no es lo peor: tenemos sistemas industriales vinculados a la ganadería que requieren muchísima agua y que no respetan el territorio, puesto que rompen con los ritmos de la naturaleza. Se secan los pozos y no llueve. Quizás deberíamos comenzar a darnos cuenta de que algo no funciona, de que nuestro sistema alimentario no es tan bueno. Si lo fuera no estaríamos tirando cada día toneladas de comida mientras hay gente se que muere de hambre, no tiene acceso al agua potable y aumentan las enfermedades relacionadas con la mala alimentación. Todas estas personas son de clase sociales bajas, viven en sitios míseros y tienen pocos recursos. Hay que repensar el sistema. Las cosas no funcionan como deberían.

¿Le molesta si definen su literatura como política?

No me disgusta para nada. Lo que me disgusta son aquellos que vacían cualquier cosa de contenido político, sosteniendo que lo que hacen no es político. ¿Cómo no lo va a ser? Todo es político. Pensar en el arte como algo vacío de ideología, de política o de emoción es absurdo. Todas las personas tienen una ideología, conflictos, emociones y afectos. Al respecto, hay un podcast muy interesante sobre la historia de la artista cubana Ana Mendieta, cuya muerte se produjo después de una discusión con su marido, el artista Cal Andre, que, supuestamente, la tiró por la ventana. En el podcast se nos dice que no se trata de eliminar la obra de él y borrar su nombre; de lo que se trata es de decir quién era André y qué hizo. En vez de borrar y quitar ¿por qué no añadimos? Añadimos información, contextualizamos y nos acercamos a las obras con toda la información.