Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca ESTEBAN PALAZUELOS (EL ESPAÑOL)

Letras

Magia y mester poético de Luis Alberto de Cuenca

El poeta madrileño vuelve a brillar en El secreto del Mago (Visor), ganador del Premio de Poesía Gil de Biedma, donde a los temas de siempre se añade una mayor conciencia del paso del tiempo y la amenaza de la muerte

19 febrero, 2024 19:00

Descubrir a los lectores hoy la voz poética de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es absolutamente innecesario y hasta insultante, porque el escritor madrileño es, desde hace varias décadas, uno de los más acrisolados poetas de España, con un estilo reconocible que ha hecho las delicias de muchos. Desde finales de los años sesenta y a partir de entonces de manera constante, en especial en los últimos tres lustros, De Cuenca ha ido publicando libros que siempre han sabido granjearse el favor del público, el favor de los sucesivos públicos y generaciones. 

Lo hizo entre los lectores más avisados cuando en los primeros libros, o asomándose a revistas como la fenomenal Poesía editada por Editora Nacional bajo la dirección de Gonzalo Armero, traía ese aire culturalista, a veces excesivo para el lector común, pero tono necesario, muy esperada manera como agua de mayo, tras la poesía de los cincuenta, con una carga social que era también rémora. Del Cincuenta, no obstante, era Jaime Gil de Biedma, poeta importante en la formación de De Cuenca, como él mismo ha confesado. 

Y lo hizo, después, de manera sobresaliente en los ochenta en lo que él mismo calificó de “poesía de línea clara” (siguiendo la forma de dibujar de Hergé, padre de su venerado Tintín), donde el desenfado, la ligereza, no han estado reñidos con la profundidad y, desde luego, con un verso muy cuidado, siempre eufónico, por más que a veces sea amigo del prosaísmo y reacio a la grandilocuencia. De hecho, a veces parece que escande, que versifica pensamiento que podría haber expresado en prosa.

Su nombre era el de todas las mujeres

Su nombre era el de todas las mujeres RENACIMIENTO

El resultado es una cercanía, que evita lo solemne y cualquier impostación de retoricismo. En cualquiera de sus libros (salvo los primeros) puede verse esto, por ejemplo en Cuaderno de vacaciones (2014) o Bloc de notas (2018), sencillos ya desde sus títulos (pero no simples). Esta tendencia se ve muy bien en la antología tantas veces reeditada por Renacimiento, Su nombre era el de todas las mujeres, que preparó en su día Manuel Lara Cantizani y se ve cada poco tiempo acrecentada.

Las referencias culturales de diverso tipo siguen presentes en su obra, con menciones o alusiones, homenajes o reinterpretaciones, de Poe y tantos otros cuya enumeración se confundiría con la historia de la cultura occidental, incluida la popular. Todo ese culturalismo lo atempera la vida, sin elitismo, donde la cultura es un elemento más, comoel amor y la belleza. O la amistad. Porque Luis Alberto de Cuenca prolonga en los libros esa virtud que en el día a día ejercita: la amistad, generosa y ancha, que se traduce (él, excelente traductor del griego y del inglés, del francés anglonormando o del latín) en un gesto elegante con quien empieza, en una efusividad pasmosa, en una complicidad que se extiende como una onda (si no hertziana, deconquense), y transmite y da calor a un tiempo. Dejemos aquí el panegírico.

De Cuenca ganó hace unos meses el XXXIII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma convocado por la Diputación de Segovia. El libro, El secreto del Mago, lo ha publicado Visor (editora del resto de su poesía desde hace mucho, lo mismo en su colección negra como en la más lujosa, dirigida por Luis García Montero, con ostenta el nombre de 'Palabra de Honor').

'El secreto del Mago'

'El secreto del Mago' VISOR

El poeta suele sacar cada par de años o cada trienio una nueva entrega, con poemas casi siempre escritos en verano, estación en la que no está reseñando a mansalva, dictando conferencias, participando en tertulias televisivas o radiofónicas o siendo él mismo miembro de numerosos jurados de premios literarios, no solo de poesía. Este, El secreto del Mago, ha sido motivado en buena parte por la muerte de un gran amigo, el más antiguo que tenía, José Luis Chousa (1949-2022) y vecino, de niño, en la casa en que vivía su familia. Es por ello por lo que hay un tono grave (más de lo que acostumbra) en varias composiciones elegíacas agrupadas en la sección 'Oficio de difuntos', donde también hay un obituario en verso del pintor José Viera (1949-2020). 

Prácticamente coetáneo de esos dos desaparecidos, Viera y Chousa, a los que dedica poemas (tres de ellos excelentes sonetos), De Cuenca percibe ya el aliento de la Parca, se da cuenta que la existencia, aún en plenitud de facultades, no está ya en el primer tramo sino en el penúltimo, una suerte de contrafigura de aquel (como en la evocación del difunto Chousa predominan los recuerdos de niñez, al igual que en otro poema, 'El fin es el principio'). Y esto le hace escribir versos como estos: “Por eso, y como soy ya mayor y percibo / cada vez más cercana la remota niñez”. O este colofón del poema citado justamente arriba que viene a declarar en bucle lo mismo que su principio: “Estos días azules y este sol de la infancia: / al final solo importan las cosas del principio”.

Y es que, como se lee en 'Un día menos con Susana' (la Susana bíblica a la que espiaban para ver desnuda los viejos): “A mi edad se percibe cada día / como un día que resta, como un día / menos en la ringlera más bien corta / de días que me quedan”. Pero inmediatamente a continuación el poeta agrega que ello no me impide ver la belleza y percibir los placeres del mundo, ya sean los grandes como catedrales o pirámides, ya uno pequeño y delicado “como el seno que cabe en una mano”. 

'Bloc de otoño'

'Bloc de otoño' VISOR

También hay divertimentos como los cinco grupos de soleares encadenadas que se incluyen en el volumen, estupendo comic relief bien insertado por quien se conoce al dedillo a Shakespeare, sus logros y sus técnicas, y sabe administrar lo trágico y lo humorístico o cómico, a menudo abrazados como estos versos. Uno de estos grupos de soleares tiene como epígrafe otra suya (“Escribí la soleá / que va en cursiva hace siglos”, dice ahora): Qué difícil es morirse /después de oler el perfume / de tus manos en el cine. 

Tres secciones más integran el resto de los treinta y cinco poemas. En ellas caben efusiones amorosas, una navegación mediterránea que llevará al poeta frente a Troya, Pompeya ante el barco, o un recuerdo de la erupción del Vesubio el año 70 de nuestra era en la que pereció Plinio el Viejo según cuenta Plinio el Joven en una carta a Tácito (copio de mi ejemplar de la Loeb Classical Library, aunque solo sea para que les salgan sarpullidos a quienes odian el latín y han acabado con su enseñanza: Innitens servolis duobus adsurrexit et statim concidit).

De Cuenca explica en la 'Nota del autor' que ese Mago del título es Dios (y Dios está cada vez más presente, sin complejos, en su obra, como la Virgen, aunque no aquí, que Luis Alberto es poeta mariano sin cerrilismos religiosos; hombre prendado, sí, por el eterno femenino, por su misterio, y por el carácter cercano, mediador, de María). Pero al acabar el libro, asombrado por tanta excelente poesía (que por otra parte era previsible encontrar), el lector, sin menoscabo de asentir a ese sentido expuesto por el autor, puede decir que no. O que también. Porque hay mucha magia en el mester poético de Luis Alberto de Cuenca, en la cabeza de la que salen estos versos y, siempre tan bien peinada, se complementa de maravilla con la chistera proverbial del mago, del ilusionista (reflejada en la ilustración de la cubierta). El Mago era él.