El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, en Sevilla

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, en Sevilla @JAIMEFOTO

Letras

Sergio Ramírez: "Sin compasión no hay escritura"

El escritor centroamericano, Premio Cervantes, explica su vida como expatriado en España, reflexiona sobre la deriva dictatorial de Nicaragua y desvela las influencias literarias que le han ayudado a escribir sus libros

21 diciembre, 2023 19:21

Es alto, elegante y propenso a la sonrisa. A su lado, sin abandonarlo ni un segundo, su mujer, Tulita (Gertrudis), que le acompaña desde hace sesenta años. La próxima novela que se publicará en febrero –la última era de la serie del detective Morales– se llama Caballo Dorado y se la dedica a ella. Algo inusual dice, aunque es su mujer, los amigos y sus editores los que le ayudan a mantenerse en el difícil equilibro de ser un exiliado de un país del que fue vicepresidente entre 1984 y 1990.

Sergio Ramírez dejó en suspenso su carrera literaria –ya exitosa en los años setenta- para derrocar al régimen dictatorial de los Somoza. Aceptó el resultado de las elecciones que dieron el gobierno a Violeta Chamorro. Esa fue la brecha que lo distanció de su entonces compañero, Daniel Ortega, al que define como una mala copia, incluso más exagerada, del Somoza que ambos combatieron. Expulsado de Nicaragua y sin nacionalidad legal, tiene la ciudadanía española desde 2021, junto a sus paisanos y amigos Gioconda Belli y Luis Carrión.

Allá, en su casa de Managua, quedó toda su vida, los libros dedicados de su amigo el poeta Ernesto Cardenal, y la pipa que le regaló Julio Cortázar, al que admiraba como autor y quería como un hermano. En el apartamento del centro de Madrid, donde este Premio Cervantes,vive de alquiler, nada es suyo salvo el disco duro de su ordenador donde conserva parte de su vida y su memoria. Ha estado dos años dando clases en la Universidad de Princeton, y es uno de los autores en español más traducido en Alemania, país en el que estudió y donde se siente muy querido.

El escritor Sergio Ramírez

El escritor Sergio Ramírez @JAIMEFOTO

Cuando recogió el Premio Cervantes en 2017, dijo: “Cerrar los ojos, apagar la luz o bajar la cortina significa traicionar el oficio de escritor”. Es complicado tener los ojos abiertos, ahora. 

Es muy difícil no tenerlos abiertos. Es una tristeza lo que está ocurriendo, primero mi país, luego en Ucrania y ahora Palestina. La crueldad y la insensibilidad están atentando contra los valores humanos más fundamentales. Ver esas escenas de muerte en las pantallas de televisión, el terrorismo, la represión desmedida, el sacrificio de vidas humanas, niños, ancianos, mujeres... Todo me parece aterrador. Malos tiempos.

Le afecta como escritor.

Claro. Uno está abierto necesariamente a la realidad. Fue uno de los filósofos de la Escuela de Frankfurt, tal vez Adorno, quien dijo que después de los campos de concentración nazis no había nada que escribir, pero la respuesta se la dio Primo Levi. Precisamente entonces es cuando hay escribir más que nunca. Alguien tiene que contarlo. El sufrimiento no se puede dejar de registrar. No podemos ignorar la barbarie. Un escritor debe tener la ambición, o la esperanza, de que escribiendo estas cosas pueden no volver a repetirse.  

El escritor Sergio Ramírez

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El silencio condena, pero ¿las palabras salvan?

No hay nada más letal que el silencio. Hay dos tipos de escritores: los que callan y los que hablan. Yo no puedo callar porque mi conciencia me impele a hablar y dar fe de lo que veo. En realidad, la necesidad de escribir el mundo y escribir ficción es la misma. Se trata de una sensibilidad que nace de la compasión. Sin compasión no hay escritura. La compasión es la identificación con el otro. Uno se mete en el interior de los demás a través de los personajes. Si no eres capaz de conmoverte con una viejita que está siendo secuestrada o con un niño que es bombardeado en su casa o en un hospital… Si no soy capaz de ponerme en el lugar del otro, entonces la literatura no sirve para nada.

Este verano la policía entró en su Fundación –que lleva el nombre de su madre, Luisa Mercado- y lo ha incautado todo. Le han expulsado de su país, le han quitado la nacionalidad, no puede volver a su casa. Los mismos con lo que se jugó la vida contra Somoza. ¿Cómo se gestiona el rencor? 

Lo de la fundación ha sido doloroso, sí. Allí había una biblioteca, salas de música, era un centro social y no sé qué harán ahora con lo que queda. Pero no, yo no tengo rencor o no lo llamaría rencor. El rencor ciega y no sirve para escribir. La escritura es sentimental pero también racional. Uno tiene que discriminar los hechos, apartar el yo herido. Escribir con rencor no sirve. Debemos mantener intacta la capacidad de conmovernos. No funciona hablar desde la propia herida.

El escritor Sergio Ramírez

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Su última novela (Tongolene no sabía bailar) cierra la trilogía del detective Morales. Novela negra y humor más negro aún. 

Es que el humor sí sirve para la denuncia. Es el mejor sustituto del rencor. Se permite retratar una realidad que ya es de por sí una mascarada. En Nicaragua la megalomanía ha llegado al disparate de la caricatura. Doble megalomanía, porque la mujer de Somoza era una socialité que quería vivir bien, pero al margen de todo; luego la amante era otra cosa. Hoy los Ortega están luchando por el poder. Los dos. Son una pareja en disputa por el poder. 

Usted ha dicho que nadie le puede quitar su patria.

Nadie. Es mi país. Pero, ciertamente, me han privado de mi universo, de mis objetos queridos, de mis cosas. Siempre llevaba la pipa que me regalo mi amigo Julio Cortázar, pero se ha quedado allá. Todo está a buen recaudo (hace un gesto, como si no pudiera decir más). Mis libros. El premio Cervantes, el Premio Alfaguara, que es una escultura de De Quiricho, cartas, cuadros, libros, todos mis recuerdos. Aquí en Madrid no tengo nada, me han arrancado la vida. Soy un turista que vive con una maleta. Los muebles del apartamento no son nuestros, solamente unos pocos libros que voy juntando ahora. (A la pregunta de si hay algo que le acompaña siempre, niega con la cabeza), Tengo mucho apego a algunos objetos, pero no me han dejado llevarme nada. Lo puesto. 

El escritor Sergio Ramírez

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Ligero de equipaje

Yo creo que todavía no lo he asimilado. Me siento provisional, como si estuviera en una estancia por trabajo, en una Universidad o en una gira. Los dos últimos años hemos vivido entre Madrid y Princeton. Hemos viajado bastante: no soy consciente de la precariedad de nuestra vida. Lo único estable es el disco duro de mi ordenador, ahí está todo lo que soy, lo que he escrito y lo que escribo. Mi conciencia y mi memoria.

Los enemigos de sus enemigos ¿son sus amigos? ¿Teme que lo usen como símbolo aquellos que rechazaron la revolución sandinista?

Si me pregunta si mereció la pena o si estoy arrepentido…Mire, yo creo que el peor error que uno puede cometer, tanto personal como públicamente, es arrepentirse de lo hecho. Hay que ser justo con la historia y los contextos. Cuando, en los años setenta, regreso a Nicaragua para conspirar contra Somoza, yo era muy joven, tenía pocos años y el mundo era diferente al de hoy. Creímos que una revolución armada podía acabar con la dictadura y traer, como trajimos, la democracia. Pero no puedo mirar con los ojos del hombre que soy ahora –81 años– aquel que fui y las circunstancias que me tocó vivir. Ahora no empuñaría un arma. Soy otro. Pero si el mundo fuera como aquel que viví lo volvería hacer. Sin ninguna duda: volvería a hacer lo que hice.

El escritor Sergio Ramírez

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Es un gran lector de poesía. ¿Ernesto Cardenal fue un gran poeta? 

Mucho. Lo dicen sus detractores. Un grandísimo poeta además de una buenísima persona y un gran amigo. Generoso y compasivo. Posiblemente su presencia fue indispensable para devolver la dignidad al pueblo de Nicaragua y creer en la cultura y la educación. También lo fue Gioconda Belli (escritora, tambien expulsada por el régimen de los Ortega), Cortázar y tantas personas anónimas que lucharon por un país mejor. En Nicaragua siempre ha habido grandes poetas. Es casi una tradición. No solamente Rubén Darío, el gran referente, o Cardenal o Belli; ahora mismo hay jóvenes poetas extraordinarios. Acaba de ganar el Premio Casa de América, Daisy Zamora. Y otros muchos, algunos desconocidos, pero francamente buenos.

Se reconoce, como escritor, como hijo del boom.

Es que no he tenido ninguna necesidad de matar al padre y, efectivamente, esa fue la generación que nos precedió y que abrió tantísimas puertas. Siento es una gratitud inmensa porque lograron que el mundo volviera la mirada a las letras hispanas. Ciertamente otros autores más jóvenes que yo hicieron su réplica (se refiere a Bolaño, a Volpi y al movimiento McOndo) pero, al mismo tiempo, han reconocido la gigantesca herencia que nos han dejado. La literatura es lo que queda. Su grandeza es su capacidad de permanencia. Algunos de los que hoy son muy conocidos se olvidarán, otros están todo el rato y otros volverán. Eso es lo que pasa.   

El escritor Sergio Ramírez

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Le traslado la pregunta de Zavalita (protagonista de Conversación en la catedral) ¿Cuándo se jodió Nicaragua?  

No es fácil de contestar a esa pregunta...Pero creo que fue con el primer gobernador colonial, Pedro Arias Dávila, apodado Pedrarias (nacido en Segovia, gobernador en Nicaragua desde 1528 a 1531), que fue el primer dictador e implantó una forma de entender el poder que  ha perdurado. Era un exportador de cerdos, llevó el ibérico a Nicaragua y usó su cargo para enriquecerse y para hacer del Estado su hacienda. Fue nombrado con más de ochenta años y quiso perpetuarse en el cargo a través de su familia, sus hijos y sus nietos. Como Somoza cuatro siglos después. Como los Ortega ahora. Se ve que es un vicio recurrente. Así se hizo el modelo y ahí se jodió Nicaragua.

¿Mantiene relación con otros exiliados?

Sí, claro, en la mayoría de los casos somos amigos. Carlos Chamorro, por ejemplo, vive en Costa Rica y su hermana Cristina (ambos hijos de Violeta Chamorro, aunque de ideologías distintas), que fue presa por querer presentarse a las elecciones, vive también fuera. Nos vemos. Chamorro sigue siendo el periodista que fue tanto durante la revolución como luego. Estamos en contacto a pesar de la dificultad de vivir dispersos. Gioconda (Belli) sí está en Madrid; con ella es mucho más fácil.

El escritor Sergio Ramírez

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Dicen que a partir de cierta edad ya no se hacen nuevos amigos.

Eso es falso, al menos en mi caso. Los amigos que tengo ahora son los que me dan estabilidad y serenidad. Lo cierto es que en España me siento muy bien tratado, querido. Es un enorme consuelo.

¿Se hacen también nuevos amigos literarios? ¿Se renuevan los autores de cabecera?   

Yo leo mucho. Muchísimo. Mis autores de cabecera tal vez sean los mismos desde hace muchos años, pero también me interesa lo que se hace ahora, mis contemporáneos y los jóvenes. Me interesa todo. Me gusta saber qué se hace y cómo. Estamos viviendo un momento extraordinario de explosión literaria. Me parece apasionante el momento que vive la literatura y no me lo quiero perder. Aunque sea imposible llegar a todo. 

Los dos últimos años ha sido profesor en Princeton. ¿Cómo se ve la literatura hispanoamericana desde los Estados Unidos?

Me temo que el metro de Princeton no sirve para medir ni a la mayoría de las universidades ni, aún menos, a los lectores norteamericanos… He tenido unos estudiantes asombrosos,, curiosos, informados... increíbles. Muy serios, muy formales e interesados en la materia. Ojalá todas las universidades fueran así (sonríe con gesto apesadumbrado) pero me temo que no es lo habitual. Los trabajos que me entregaron al final del curso tenían un altísimo nivel y capacidad de penetración. Eran realmente serios. 

El escritor Sergio Ramírez

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Imparte cursos sobre política y literatura. ¿A qué autores usa como ejemplo?  

En realidad, hablo de etapas de la literatura latinoamericana, de cómo se vinculan los distintos momentos históricos y políticos. Y cómo la narrativa responde a cada una de esas realidades y circunstancias. Por ejemplo, hay un movimiento que recupera una narrativa indigenista, con sus excesos, pero con una importancia vital. Más tarde surge una vuelta a la ruralidad con la literatura vernácula y la recuperación de un lenguaje alejado de los cánones institucionalizados. Ahí aparecen autores, como Miguel Ángel Asturias, que trascienden su época, pero al mismo tiempo pertenece a ella. En el curso trato de explicar una época desde la literatura y la literatura dentro de su época.

Desde España se tiende a meter en el mismo saco a todo el mundo hispano, desde México a Argentina. No se percibe Centroamérica como una región.

Pero lo es. No desde el punto de vista político, desde luego, pero hay una identidad cultural e histórica casi natural. Los centroamericanos compartimos mucho, pero esos vínculos nunca le han interesado a la política o a la economía. Centroamérica debería ser una federación de países. Saldríamos ganando en todos los aspectos, pero no existe una estrategia política para reforzar esos lazos.

El escritor Sergio Ramírez

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Ha hablado usted de la tradición poética en Nicaragua. Lo que resulta asombroso para el visitante es la riqueza del lenguaje de los nicaragüenses. De cualquiera, haya estudiado o no.

Es cierto y es posible que, por la dificultad para acceder a la lengua escrita, la oralidad sea tan fuerte. Al fin y al cabo, la lengua se nutre de muchas fuentes y de tradiciones heredadas. A nosotros nos gusta hablar y nos gusta la música. La Nicaragua real está en su manera de hablar. Es curioso: yo conozco sitios en Nicaragua donde se usan términos del Siglo de Oro, en aldeas remotas y aisladas. Hay acentos diferentes, más suaves que aquí, en España, desde luego. Es posible que, por contagio del guaraní, hablemos con más dulzura el castellano. Ocurre en toda Latinoamérica, donde la diversidad , tanto de vocabulario como de sones, de tonos, es apabullante.

Su tono es mesurado, prudente pero sus personajes del ciclo narrativo de Morales son muy salvajes.

(Ríe a carcajadas) Mis personajes son hijos de El Lazarillo y de Cervantes.El humor es la mejor válvula para combatir una realidad incómoda. Así es desde los tiempos clásicos. Es lo que hace Cervantes y es lo que hace magníficamente El Lazarillo. Tal vez ése sea el libro que más veces releo: lo hago muy a menudo y siempre me sorprende, me parece genial y siempre me divierto. Otro de los grandes es el padre del esperpento, Valle Inclán. Soy un gran admirador suyo. Luces de Bohemia me parece una obra inmensa, aunque no he podido verla representada . Toda esa tradición nos enseña que el humor es la herramienta más inteligente y más eficaz. Fuera de la literatura está Francisco de Goya y sus pinturas negras. Eso también es humor, aunque sea dramático. El cuadro de los garrotazos es brutal y es también una caricatura. No se entiende el arte moderno sin Goya y su idea de lo grotesco. 

El escritor Sergio Ramírez

El escritor Sergio Ramírez @JAIMEFOTO

Sus personajes se saben perdedores.

Lo son, pero no son amargados, ni resentidos ni están resignados. De alguna manera, al luchar por su supervivencia se ríen de sí mismos, de su mala suerte, de su vida miserable, pero en la que se mueven con una cierta dignidad. Vuelvo a El Lazarillo y ese niño que caricaturiza su desgracia pero mantiene el arrojo, las ganas de vivir y de superar la adversidad. La picaresca es una burla de la propia existencia. Se trata de sobrellevar la existencia con alegría, pese a todo.

Usted no es un perdedor

¡He perdido un país! ¿Qué más quiere? (Sonríe mientras habla). Pero es cierto que no me considero un perdedor: soy afortunado en afectos, en las alegrías de mi oficio y en una cierta paz que me otorga la coherencia que he perseguido siempre.

Y estar en el lado de los buenos.

¡Oh, los buenos a veces son malos! No. Prefiero hablar del lado de la bondad, eso sí. Cuando uno se pone del lado de la bondad le busca las aristas éticas a la vida. Sin capacidad de compasión y sin una ética de valores no hay literatura. Al menos, para mí.      

El escritor Sergio Ramírez

El escritor Sergio Ramírez @JAIMEFOTO

Y el amor, como en Margarita está linda la mar.

Uno de los grandes temas, sin duda (amplia sonrisa). Es la urdimbre de la literatura: el amor, el poder, la locura y la muerte. Cuando se han vivido, y yo lo he hecho, es posible transitar por ellos con más propiedad, aunque por el momento soy más lego en las dos últimas cosas. No puedo hablar con tanta consistencia.   

¿Un escritor de novela negra lee novela negra? 

Claro. A amigos como Leonardo Padura (escritor cubano, creador del excomisario Mario Conde) y otros europeos, como Márkaris o Camirelli. Pero hay que reconocer que en la literatura hispana es una tradición reciente. De hecho, fue Vázquez Montálban quien inauguró el género en nuestra lenguacomo manera de denunciar realidades sociales y políticas. Aunque mis lecturas empezaron en la juventud con los grandes clásicos de Estados Unidos, especialmente con Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Y el francés Simenon. Soy un admirador ferviente de Maigret 

Estrena novela ¿pronto?   

Sale en febrero, en este momento estamos con las contratapas. Esta novela la llevo escribiendo un tiempo. A veces sucede así: la empiezas, la congelas y luego la retomas. La anterior (Tongolele no sabía bailar) la escribí en un año, al calor de los acontecimientos, de un tirón. Esta se llama El caballo dorado y es una historia inventada. Pura ficción. La he ambientado a principios del siglo XX. Nada que ver con la realidad política. Transcurre en Rumania, en Francia, Alemania y Nicaragua. ¿Que si me gusta corregir? Nada, en absoluto, pero lo hago, forma parte de la tarea. Lo que ocurre es que suelo cambiar muchas cosas, altero el orden de los capítulos, añado y quito. La rearmo. Me gusta ese primer momento de ver la historia, pero, una vez escrita, hay que retomarla, con más calma, con más serenidad. ¿Si estoy satisfecho? Debo confesar que mucho, me gusta cómo ha quedado y me he divertido escribiéndola.  

Mercedes de Pablo y el escritor Sergio Ramírez

Mercedes de Pablo y el escritor Sergio Ramírez @JAIMEFOTO

¿A quién se la dedica? 

A mi mujer, Tulita. El año que viene cumplimos sesenta años juntos. Más que una vida. No es fácil, le advierto, pero merece la pena. Somos ella y yo. Nuestros hijos y nuestros nietos están repartidos por el mundo. A medida que vas cumpliendo años vas perdiendo amigos (abre los brazos con resignación). Yo no le tengo miedo a la soledad, me gusta, pero claro es que no estoy solo. No soy nostálgico, aunque tal vez un poco melancólico, pero he tenido suerte con mi familia, con mis amigos y con mis editores.  No tengo miedo. Sé la edad que tengo y lo que toca, pero, mientras tanto, me aferro, con alegría incluso, a que la vida sigue.

Antes de irnos: ¿El detective Morales seguirá vivo?   

Por supuesto ya estoy pensando en una próxima novela con él.