“Editamos para influir en el debate público y también para satisfacer a los lectores”
Los editores Eva Moll, Miguel Aguilar, Carmen Esteban y Silvia Sesé reflejan junto a Letra Global la capacidad de las editoriales para impulsar la reflexión en España
7 octubre, 2022 20:30La narrativa es entretenimiento, pero también puede reflejar la transformación de un país con toda la crudeza posible. El ensayo puede cumplir el expediente, pero también puede tocar la fibra del lector, para ahondar en una determinada cuestión. Los editores se atan a la cuenta de resultados, pero saben que tienen una misión, la de influir en la conversación pública, con una responsabilidad cultural de enorme magnitud. El denominador común es definitorio: “Editamos para influir en el debate público y también para satisfacer a los lectores”, señala Carmen Esteban, directora literaria de Crítica (Grupo Planeta). “Estamos pendientes de los temas que preocupan, del debate público”, añade Eva Moll, editora de Vegueta. “Existe la ley de la oferta y la demanda, claro, pero buscamos el libro que puede influir en la sociedad”, indica Miguel Aguilar, editor de Debate y Taurus (Penguin Random House). “Es importante encontrar al autor que puede incidir en ese debate público”, remacha Silvia Sesé, directora literaria de Anagrama.
Los cuatro responsables, representativos del mundo editorial, han debatido en un acto organizado por Letra Global en el mercado del certamen Liber 22, en la Fira de Barcelona, con el ánimo de impulsar la reflexión pública en España. Ver el debate entero aquí.
Uno de los libros que ilustran esa intención, común en los cuatro participantes, es Crematorio, de Rafael Chirbes. Anagrama publica ahora el segundo volumen de los diarios de Chirbes, A ratos perdido, 3 y 4. “Chirbes empezó tarde, le costó entrar en el mundo literario y tener respuesta por parte de los lectores, y a veces eso los editores lo lamentamos, porque siempre hay algo de azar, de conexión que llega cuando no se espera o más tarde de lo previsto”, señala Sesé. Y es que Crematorio explica como pocos manuales o ensayos el boom inmobiliario del levante español, la corrupción, y el salto de épocas en España a través de una voz íntima, que reflexiona sobre su propia experiencia como empresario, padre, marido y hermano.
Carmen Esteban, directora literaria de Crítica, especializada en libros de Historia y Ciencia, señala las paradojas de la edición. La editorial está atenta a esa actualidad, a lo que puede interesar al conjunto de la sociedad, pero, ¿cuándo se produce la conexión? Esteban se refiere a un libro en concreto, El jinete pálido, 1918: la epidemia que cambió el mundo, de Laura Spinney. “Es un libro maravilloso, muy bien escrito, y preparamos la faja con la efeméride, porque hacía 100 años justos de aquella gripe. Y el resultado fue modesto, con 1.600 ejemples. Luego, con la pandemia, se vendieron 10.000. Pero en el momento inicial, y pensábamos que podía interesar, no llegó, no conectó”.
Ese necesario y obligado balance, entre el interés desde el punto de vista cultural e intelectual y los resultados económicos, lo explica también Miguel Aguilar, al recordar que el interés por una biografía de Putin, de 2012, fue nulo. El hombre sin rostro, de Masha Gessen, en Debate, sí ha generado ahora interés. “Hay momentos, hay circunstancias, y el editor no los puede descrifrar o es díficil hacerlo”, señala Aguilar, con la respuesta de Carmen Esteban: “Ahora hay una sobreproducción de libros sobre Ucrania y Rusia, y se produce un extraño darwinismo en las librerías, porque todos están juntos, los más buenos y los menos buenos, pero está claro que hay un interés por saber, por conocer, sobre temas que están en la actualidad”.
La labor es ardúa. Hay pequeñas sorpresas que deslumbran. Silvia Sesé se refiere al caso de uno de sus autores, González Saínz, con el título La vida pequeña. “Ha sido un pequeño deslumbramiento, porque es un libro acerca de muchas cosas, con mucha delicadeza, y que ya lleva cuatro ediciones. Es una maravilla, que suele pasar de vez en cuando y que demuestra que no sabemos dónde estará el libro que nos dará de comer”.
Pero el editor es consciente de su papel, de la necesidad de aportar argumentos y cuestiones para que mejore esa conversación pública. La editora de Vegueta, Eva Moll, señala que, desde su educación alemana, busca muchas referencias en los suplementos culturales de países de lengua alemana. Y también toma buena nota de los premios nacionales en Alemania o Austria, o Suiza. “No miro tanto la parte comercial como el valor literario y lo que aportan, con la idea de que pueden ser un clásico del futuro”.
Con esa filosofía, Moll ha publicado, entre otros, tres títulos que destaca a lo largo del debate: El final del que partimos, de Megan Hunter, “una poeta inglesa maravillosa, que fue presentada como la nueva autora indie del momento”. Y apostó por Kraft, del intelectual alemán Jonas Lucher y por Archipiélago, de Inger-Maria Mahlke, premio nacional de Alemania. En el caso de Kraft se trata de “una novela de ideas que trata de la filosofía en Alemania y del contraste entre Europa y las nuevas tendencias que surgen en Silicon Valley con el auge de la tecnología”, relata Moll.
¿Hay, entonces, un papel que debe ocupar la narrativa ante las dificultades de los medios de comunicación para explicar el mundo? Miguel Aguilar considera que ese rol siempre se ha ejercido, pero puede ser ahora más determinante. Mientras que Moll insiste en que ella busca esa conexión, “a partir de temas de actualidad, que sí se recogen con mayor interés en países como Alemania”.
En España los temas históricos siguen creando distancias y polémicas. Carmen Esteban entra en esa cuestión al defender la publicación de una biografía de Miguel Primo de Rivera, encargada por ella misma hace cuatro años a Alejandro Quiroga y con una condición: “Comenzar el libro con alguien haciendo alguna cosa”. Es decir, con la necesidad de huir de una cronología manida, de viejo cuño. Completa la reflexión Miguel Aguilar: “Podemos hablar de los lectores, que han cambiado o que piden más narrativa para explicar los grandes temas, pero también han cambiado los autores, que han visto cómo el mundo anglosajón ha tenido más éxito con el lector por la forma en la que escriben, por ejemplo, los historiadores anglosajones, con más agilidad y atractivo”.
Carmen Esteban insiste en el papel del editor. “Hay una responsabiidad del editor y también una cuenta de resultados. Editamos para influir en el debate público y también para satisfacer a los lectores, porque hay una cuenta de resultados. Por tanto, hay que buscar los huecos. Y, de vez en cuando, los editores tenemos algunas ideas para conseguir un buen resultado en calidad y en exigencia comercial”.
Silvia Sesé se refiere a algunos de esos huecos conseguidos, con una autora muy querida, Mariana Enriquez, “que cultiva el género del terror y que ha conseguido esa conexión con el lector”. Al mismo tiempo, la directora literaria de Anagrama, defiende apuestas en el campo del ensayo como la de Gonzalo Torné, con La cancelación y sus enemigos, donde el autor “establece un diálogo imaginario con una de sus personajes de su obra, Clara Montsalvatges, que es maravilloso”.
Esas apuestas, en las que los editores quieren incidir, “porque somos ciudadanos que también queremos obtener respuestas a muchas preguntas”, en palabras de Carmen Esteban, se complementan con la oferta a un público que se sabe que podrá ser más receptivo. Y con ello, el mundo editorial mantiene un cierto optimismo. “Siempre decimos que vamos fatal, pero aquí estamos”, señala Esteban. Y Sesé recuerda que estos últimos años “al sector le ha ido bien, incluso el año 2000, que esperábamos una caída, con la pandemia”.
Eva Moll señala que en el mundo editorial “hay pequeñas satisfacciones, que para mí son muy importantes, siempre que podamos sobrevivir y seguir adelante”. Entre ellas está la publicación de Archipiélago, un libro traducido del alemán, grueso, de 544 páginas, que está pegado a lo local. “Se explica, desde Canarias, la historia de España, y me parece que desde lo local se puede lograr el interés de muchos lectores”. Una experiencia que se consigue también con un libro que Moll destaca con convicción: Panza de burro, de Andrea Abreu, de la editorial Barrett.