Marie NDiaye: “Es imposible compartir recuerdos duros e íntimos con los demás”
La escritora francesa, Premio Congourt y la única dramaturga viva cuyo teatro forma parte del repertorio de la Comédie Française, reflexiona sobre las relaciones familiares
27 marzo, 2022 23:05Tras cinco años dedicada exclusivamente al teatro, la escritora y dramaturga francesa Marie NDiaye vuelve a las librerías con Mía es la venganza (Gatopardo), una inquietante novela sobre una abogada que asume la defensa de una mujer, Maryline, que ha ahogado a sus tres hijos en la bañera de casa. ¿Qué lleva a una madre a asesinar a sus descendientes? ¿Qué ha sucedido para que esto ocurra? ¿Cuál es el papel de la abogada defensora? A Ndiaye no le interesa el misterio, sino indagar en las causas y el contexto en el que tiene lugar el infanticidio. Como ya hiciera en novelas precedentes, entremezcla relatos y distintas versiones en torno a lo sucedido. NDiaye no solo es una reputada dramaturga y la única autora viva cuya obra ha sido incorporada en el repertorio de la Comédie Française, sino que es creadora de larga trayectoria, con más de veinte títulos a sus espaldas, después de que publicase su primera novela, Quant au riche avenir.
–Usted fue descubierta por Jérome Lindon cuando tenía 17 años y comenzó a publicar en Editions de Minuit. Han pasado más de treinta años. ¿Qué queda de aquella escritora tan joven?
–Tengo la sensación de que no queda gran cosa de esa escritora de dieciocho años. En líneas generales, nunca vuelvo a leer los libros que he escrito, pero sí te puedo decir que aquellos que escribí siendo joven son muy diferentes a los que escribo ahora, algo que me parece inevitable. Ten en cuenta que, en mis inicios, escribía con la poca experiencia propia de alguien joven y también influenciada por autores como Proust o Henry James, de quienes me he ido alejando progresivamente con el paso de los años.
–Vuelve a la novela tras un parón de cinco años con un libro ambiguo, en el que obliga al lector a preguntarse sobre quién dice la verdad. ¿Desmonta la idea clásica de thriller?
–En realidad, no estuve cinco años sin escribir. Lo que sucede es que en este último lustro me dediqué exclusivamente al teatro. Por lo que se refiere a tu pregunta, tengo que decir que, al pensar Mía es la venganza, no tenía la i impresión de deconstruir el modelo clásico de thriller. En realidad, no tenía ni tan siquiera la conciencia de estar escribiendo algo que pudiera asemejarse a un thriller, de ahí que decidiera que algunas de las tramas permanecieran sin resolverse por completo y que el lector supiera desde el inicio quién es el responsable del infanticidio. Es decir, no quise plantear el asesinato como un misterio por resolver.
–La novela ha sido definida como un thriller e, incluso, como una narración social.
–Cuando escribo intento escapar de cualquier categoría que termine en -ista: ni feminista, ni humanista, ni realista. Cuando digo que soy una escritora realista lo hago para especificar características muy concretas de mi literatura, pero, en términos generales intento que no se me circunscriba a ningún tipo de género concreto. De todas maneras, no soy yo quien tiene que comentar y definir la literatura que hago. Esto es algo que tiene que hacer, en todo caso, la crítica, aquellos que escriben sobre mi obra.
–La novela se plantea como un cruce de relatos, algo que también veíamos en trabajos anteriores: Trois femmes puissantes o Royan-La professeure de français. ¿Buscamos obsesivamente un relato único, pero nunca lo hay?
–Siempre me interesa incorporar en las novelas los puntos de vista de los distintos personajes con respecto a una misma situación. Al respecto, Rashomon es una película que me gusta precisamente porque distintos personajes explican, cada uno desde su particular punto de vista, un crimen que ha tenido lugar en la región –la película es japonesa y tiene lugar en el país nipón–. Personalmente, diría que lo que hace que la literatura sea literatura es que, independientemente de la forma más o menos lineal de la narración, incorpore puntos de vista distintos, es decir, una pluralidad de opiniones y de perspectivas en torno a distintos temas.
–¿Como novelista y dramaturga busca inquietar al lector a no limitarse a un único posicionamiento frente a un hecho?
–No se trata tanto de un posicionamiento frente a un hecho. Lo que intento es que no haya un sentimiento determinado. Intento que el lector deje en suspenso cualquier juicio previo para que escuche los puntos de vista de los personajes, incluso de aquellos que no son simpáticos o, incluso de los que son criminales.
–En esta novela, se adentra en la familia….
–Sí, porque podemos decir que la familia es una metáfora de la sociedad, en el sentido en que allí encontramos todos los sentimientos que predominan en la sociedad: el amor, la ternura, pero también el odio, el rencor, etc.
–En Mía es la venganza aborda un tema extremamente duro: la posibilidad de que una madre mate a sus hijos, junto a los reparos morales de la abogada que debe defender a la progenitora.
–¿Es posible que una madre mate a su hijo? Sin duda. Hay muchos caso de infanticidio que lo acreditan. Por lo que se refiere al papel de la abogada, que debe defender a una criminal, es su trabajo. Esto significa ejercer la abogacía. Si un abogado no es capaz de defender a alguien que ha hecho algo horrible es mejor que cambie trabajo.
–El libro indaga en los mecanismos de la memoria, interrogándose hasta qué punto es posible tener recuerdos compartidos.
–Se puede hablar tanto de una memoria personal como de recuerdos compartidos, siendo conscientes de que, en ocasiones, es imposible compartir determinados recuerdos con los demás, en cuanto hacen referencia a experiencias demasiados duras e íntimos que necesitamos guardar para nosotros. Cuando recordamos acontecimientos felices de nuestra infancia, por ejemplo, normalmente estos recuerdos suelen coincidir con los que también tienen las personas que fueron partícipes de esos momentos.
–En su momento se mostró abiertamente crítica como Sarkozy y decidió, incluso, irse a vivir a Berlín. ¿Cuál es su papel político como escritora?
–Obviamente, tengo un compromiso político en tanto que ciudadana, pero no lo tengo como novelista. Nunca he planteado mis libros como expresión directa de mi compromiso como ciudadana. Todo lo contrario: lo que intento es separar la obra de lo político o, lo que es lo mismo, mi condición de escritora de mi condición de ciudadana. No me interesa que afecte a mis novelas lo que yo pueda pensar de la situación política que vive Francia.
–Ha ganado los principales premios literarios del país, incluido el Goncourt. Sin embargo, el número de mujeres galardonadas con dicho premio son pocas en comparación con los escritores varones. ¿Cómo ve esta desigualdad?
–Creo que algo está cambiando. En Francia encontramos cada vez más mujeres que son laureadas con grandes premios, pero no solo esto: hay cada vez más mujeres en los jurados de premios literarios, que hasta hace poco estaban compuestos casi exclusivamente por hombres. Esto es esencial para que las cosas cambien.
–En una entrevista afirmó “Yo era ciega ante el color, para mí no tenía ninguna importancia”.¿Sucede lo mismo para el resto de la sociedad?¿Se podría hablar de una actitud racista?
–No creo que se pueda hablar de una actitud racista porque no hay intención alguna de menospreciar o infravalorar la obra. Diría que se trata meramente de una dirección que toma el espíritu cuando ven mi nombre en una portada. Y, seguramente, a mí me pasa algo similar cuando leo otros nombres
–Se lo preguntaba pensando en Mohamed Mbougar Sarr, que acaba de ganar el Goncourt precisamente con una novela donde reflexiona sobre el racismo inherente a la crítica literaria a partir del caso de Yambo Ouologuem.
–Las cosas han cambiado muchísimo. Si no me equivoco, Ouloguem recibió el premio Renaudot en los años sesenta [lo recibió en 1968 por Le Devoir de violence, novela por la que posteriormente sería acusado de plagio], es decir, hace más de cincuenta años. Y la manera en que hoy en Francia se considera a los autores que escriben en francés sin ser ellos franceses no tiene nada que ver con la de hace algunas décadas. Además, diría que tampoco queda nada de esa condescendencia que se mostraba hacia esos autores por la falta de interés hacia su obra. De hecho, ya ni tan siquiera se puede hablar de desinterés. Piensa en Yasmina Khadra o Boualem Sansal, dos autores bien considerados por la crítica francesa y que han sido, además, reconocidos con premios de prestigio.