El cuadro 'Bohemia madrileña (grupo de artistas)', de Pablo Picasso / CG

El cuadro 'Bohemia madrileña (grupo de artistas)', de Pablo Picasso / CG

Letras

Visitando a Cornuty

El museo Picasso rinde homenaje al prosista francés que se instaló temporalmente en Madrid, conociendo a los colosos de la literatura nacional

10 octubre, 2021 09:27

Como he estado releyendo a Ricardo Baroja, en cuanto llegue a Barcelona lo primero que pienso hacer es ir al museo Picasso para visitar a Henri Cornuty, en Bohemia madrileña. Grupo de artistas, un dibujo a carbón de 1901 que es una de mis obras preferidas. Ahí está la efigie de Cornuti, o de Cornutti o de Cornuty o Cornutty, según los llaman unos y otros, tal como lo describe R. Baroja: “Era Cornuty flaquísimo. Cara de tártaro, ojos semibizcos.” Por cierto que ese dibujo lo compró Pepe Serra para el museo, en el año 2009. Bendito sea Pepe Serra. El dibujo es de modestas proporciones (24,5 x 32cm) x y su grisura y pequeñez pasa fácilmente desapercibida entre tantas obras llamativas y famosas, como los lienzos de la época azul, por ejemplo, o del cubismo, o, por supuesto, las variaciones sobre Las meninas que cierran apoteósicamente el recorrido.

Yo siempre presto atención, me detengo un buen rato ante ese dibujo en el que el pintor malagueño, durante su muy juvenil estancia en Madrid, se retrató a sí mismo a la intemperie y en medio de un grupo de artistas: de izquierda a derecha, un señor de quien Picasso no recordaba el nombre, Henri Cornuti, Francisco de Asís Soler, Picasso y el escultor Alberto Lozano. Soler y Picasso habían fundado la revista Arte joven, con la que se proponían vincular la generación del 98 y el modernismo catalán, y los otros tres colaboraban en la misma. Se les ve en descampado, de noche, quizá a la salida de alguna tasca de la periferia de Madrid, en grupo apretado y encogido para protegerse del frío, y al fondo dos trémulos arbolitos de ramas desnudas. Parecen personajes de Esperando a Godot. Están retratados con precisión y economía, al borde de la caricatura. Ya se comprende que la revista no duró mucho.

Durante aquella estancia en Madrid Picasso conoció a Azorín, a los hermanos Baroja y otros escritores y artistas de la época. De aquella bohemia --y de la manera de observar atentamente, y pintar a posteriori, característica de Picasso-- hace un magistral retrato Ricardo Baroja en Gente del 98. “Pablo Ruiz Picasso se apartaba de nuestro grupo para observarlo y dibujar luego las siluetas fantásticas de Cornuty sic, de Urbano, de Camilo Bargiela, iluminadas por la luz vacilante de un farol.” En ese libro que no tiene desperdicio hay anécdotas deliciosas de Cornuti, que era el prototipo del poeta bohemio.

Francés, originario de Montpellier, a los quince años se escapó de casa, subió a París con el exclusivo propósito de conocer a Verlaine, y se mantuvo a la cabecera del lecho donde éste agonizaba durante sus tres últimos meses de vida. Esto algunos lo ponen entre paréntesis, alegando que demasiados bohemios se jactaban entonces de haber sido íntimos de Verlaine. Luego no se sabe cómo ni porqué llegaría a Madrid Cornuti, pero las crónicas de la época dicen que imitaba los excesos de su maestro con la absenta y que recitaba sus versos de memoria, con mucho brío y apasionamiento.

Escribió un libro verlainescamente titulado Haderías dolorosas que no he sabido encontrar ni en la Biblioteca Nacional, ni en Iberlibro, ni en Gallica, el fondo de libros franceses de consulta gratuita. Allí sí he encontrado una publicación de retratos de Verlaine titulada Paul Verlaine, ses portraits comentados por varios literarios de la época, Huysmans, Félicien Rops, Ernest Delahaye (el buen amigo de Rimbaud) que se cierra con una breve, ridículamente breve nota de Cornuty. Ocho líneas. Quizá no le gustaba trabajar mucho, o no podía.

Ortega le acusa de haber traído el decadentismo a España, “a la manera de las ratas, que cuando llegan a puerto comunican la peste bubónica”. Alonso Zamora Vicente, en Valle-Inclán, novelista por entregas (Taurus) dice que si todos los del 98 recuerdan a Cornuty es “probablemente por su natural disparatado y su poca consistencia”.

Según cuenta Zamora citando a Pío y a Ricardo Baroja, Cornuti “Jamás logró emplear el verbo ser, que siempre se convertía en estar,  ni supo utilizar pedir, que siempre salía en preguntar: «Amigo, usted que está un amigo devoto, ¿no podríamos entrar en uno de esos lugares de delicias, donde yo podría preguntar café?». A los Baroja les llamaba mucho la atención que Cornuty, hablando de su padre, dijera siempre esto: «El pequeño industrial que está mi padre no comprende mismo de la literatura. Yo le odio a él y a mis hermanos, y mi mayor placer estaría en verles ahorcados en un jardín reducido». Lo del jardín reducido era una de las cosas que don Pío recuerda siempre de aquel tipo. Por lo visto, en esa dimensión espacial, la horca era más horca. La verdad es que el pobre Cornuty, autor de Haderías dolorosas, es otro de esos espectros desheredados y contradictorios que hacen bulto en las tertulias y divierten a los demás. Fue una de las principales víctimas de la gorronería de Alejandro Sawa, etcétera.” 

Max Jacob, a propósito de otro dibujo que le hizo Picasso, cuenta que Cornuti murió de hambre, en Barcelona. Otras fuentes dicen que murió tontamente atropellado por un coche en París. Ha alcanzado Cornuti una inmortalidad patética, si se quiere, pero resulta que también es parte de un dibujo magistral, de una pequeña obra maestra, Bohemia madrileña. Grupo de artistas, que es más de lo que pueden decir muchos.