La irresponsabilidad consciente y otras catástrofes culturales
El historiador Adam Tooze explica en 'El apagón' cómo las grandes potencias económicas son incapaces de reorientar el mundo a pesar de conocer las amenazas
10 octubre, 2021 00:10El arrojo ha sido enorme, la voluntad manifiesta y los dirigentes de todo el mundo han intentado superar la situación con todos los medios a su alcance, pero se ven inmersos en una rueda con una pendiente constante hacia el abismo. Con más datos que nunca, con estudios fiables, con más certidumbres que en ningún otro periodo histórico, las grandes potencias económicas no pudieron evitar la pandemia del Covid, y no han trazado estrategias conjuntas para reaccionar a partir de una organización política con objetivos y con medios para alcanzarlos. El historiador Adam Tooze traza en El apagón, (Crítica), cómo el coronavirus sacudió la economía mundial, un panorama inquietante, que constata una especie de irresponsabilidad consciente, como si se tratara de una plaga cultural que imposibilita una alternativa.
Los niños, cuando alcanzan una determinada edad y entienden preguntas complejas, responden con cierta claridad: piden respuestas racionales. Ante el problema del cambio climático, los más jóvenes no entienden por qué conociendo los efectos, no se reacciona con celeridad. Esa cuestión está causando angustia en los adolescentes más concienciados, y se ha evidenciado en las elecciones en Alemania, con un porcentaje muy bajo de jóvenes que votan a los dos grandes partidos, los democristianos de la CDU y los socialdemócratas del SPD. El Financial Times elaboró una estadística sobre el voto de los alemanes que plasma la crudeza de la situación: los partidos del sistema siguen teniendo peso, pero gracias a las cohortes de edad más longevas. Es como si el sistema se fuera despegando de las necesidades vitales de los más jóvenes, los profesionales del futuro, los que llevarán las riendas del país en poco tiempo.
Menos presupuesto que un hospital
¿Qué sucede? No hay capacidad de una organización política colectiva, ambiciosa. Los intereses son tan contrapuestos, --aunque el interés general sea tan evidente—que la parálisis es la mejor solución. Con una argamasa política y cultural que bebe de la preponderancia del mercado, como gran árbitro de las relaciones económicas, las alternativas han dejado de existir, e, incluso, han dejado de soñarse. Aunque aparece, de forma tímida, una predilección por el modelo chino, por su eficacia a la hora de acometer retos como la pandemia, aunque tardó demasiado en identificar el problema y el gobierno chino no quiso mostrar lo que realmente estaba en juego.
Pero Tooze va al grano con datos que llevan a la desesperanza, o que constatan que el escollo principal es la falta de voluntad política para organizarse de forma global. “Durante el bienio 2018-2019, el presupuesto de los programas aprobado por la OMS no llegó a superar los 4.400 millones de dólares, es decir, un presupuesto menor del que tiene un solo hospital de una ciudad grande. La financiación de la OMS se basa en un popurrí de fuentes, incluidos los gobiernos nacionales, las organizaciones benéficas privadas, el Banco Mundial y las grandes farmacéuticas. En 2019, uno de los mayores donantes fue la Fundación Gates, que se situó al nivel de los gobiernos nacionales de Estados Unidos y el Reino Unido, y por encima del de Alemania”, señala Tooze. Es decir, no hay una verdadera inversión mundial en prevenir posibles pandemias como la del Covid, que se anunciaban por parte de los expertos, después de los casos de los últimos años.
Jack Ma o Zuckerberg
La paradoja es enorme. No se buscan planes globales, pero la respuesta al Covid es rápida, con vacunas para todos los ciudadanos de las grandes potencias económicas. ¿Por qué? La celeridad de los científicos se produjo, entre otras circunstancias, “porque la mayor parte de la investigación básica y las pruebas preclínicas en animales se habían hecho en 2003 en respuesta a la pandemia del SARS.
Lo que indica Tooze es que la pandemia del Covid se produce en un momento de transición en el que Estados Unidos duda de su propio potencial, con el auge de China como gran referente para muchos países, que, desde el punto de vista económico, ya ven al gigante asiático como un socio preferible. En 2019, Brasil exportó a China el doble que a Estados Unidos. Y esa influencia fue todavía mayor para otros países costeros del Pacífico como Perú y Chile. Eso supone una auténtica revolución en todos los sentidos, porque China también ‘exporta’ sin señalarlo abiertamente, una cultura política totalmente distinta, y una cultura, en realidad, que choca con todo lo establecido en Occidente, como prueba el caso de Jack Ma.
El historiador Tooze indica que todo está sujeto al Partido Comunista, no hay nada que se le escape, y eso tiene connotaciones específicas para aquellos capitalistas que quieran volar por encima de los intereses del país. Mientras la atención se situaba en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, durante el mes de noviembre de 2020, las autoridades chinas suspendían la cotización prevista de la filial de Alibaba Group Holding, Ant Group, en las bolsas de Shanghai y Hong Kong. Esa gran corporación, propiedad del magnate Jack Ma, se había convertido en el mayor conglomerado empresarial de finanzas y comercio digital chino. El Gobierno chino, bajo el paraguas del Partido Comunista Chino, con Xi Jinping en la cúspide, limitaba unos excesos que en Occidente causan estragos, con los grandes gigantes tecnológicos libres de ataduras. Esa decisión china supuso un golpe importante en todo el mundo. Fue un serio toque de atención al modelo capitalista, en el que está insertado China, mientras los ojos se desvían a la figura de Mark Zuckerberg, que hace y deshace al frente de Facebook, en claro contraste con lo sucedido a Jack Ma.
De forma paralela abordó con eficacia la pandemia del Covid. Esa irrupción china causa un enorme dolor de cabeza a Occidente, porque constata la imposibilidad de vislumbrar un nuevo camino. ¿Pueden los países occidentales asumir, desde el punto de vista cultural un modelo en el que el individuo está sujeto a la colectividad? Tooze desgrana el proceso que se ha producido: “Al igual que otras economías de mercados emergentes, el desarrollo económico de China ha tenido lugar dentro de un campo monetario global establecido por Estados Unidos, pero las propias capacidades de Pekín de luchar contra la crisis son únicas. La agresividad de sus intervenciones regulatorias nacionales supera con creces a las de Europa o Estados Unidos, y la escala de China es tal que pone en tela de juicio la supremacía de Estados Unidos”.
Un modelo que renquea
El modelo chino como alternativa no tiene grandes defensores. Tooze rechaza que China pueda ser el gran referente. Pero confunde y altera el esquema de valores occidental, y, por tanto, también el de los países emergentes que aspiran a un crecimiento y a un progreso social que siempre se acaba frustrando por diversas circunstancias. Esa es la característica de los nuevos tiempos, en los que todo se sabe, todo se analiza, pero nadie toma decisiones para que, desde organizaciones políticas globales, se produzcan verdaderos cambios.
El historiador, autor de otro gran análisis centrado en la crisis financiera, Crash (Crítica), advierte sobre el gran reto que sigue pendiente: “El hecho de basarse en la historia del medio ambiente resulta especialmente apropiado, porque lo que dominó los acontecimientos de 2020 fue precisamente una conmoción biológica. Aunque su aparición se había predicho desde hacía mucho tiempo, el coronavirus expuso cruelmente la profunda incapacidad de la mayoría de sociedades modernas a la hora de hacer frente al tipo de desafío que la era del Antropoceno planteará en el futuro cada vez con más fuerza”.
Es una especie de irresponsabilidad consciente, en la que cada uno, sabiendo que camina hacia el desastre, sigue empeñado en realizar las mismas cosas, como si nada importara. Y sin que nadie pueda marcar al otro su propio modelo. Porque Tooze considera que la gran característica actual es que no hay un único polo de atracción. Ni lo es ya Estados Unidos, que ya no marca su patrón cultural, ni lo es China. Hay múltiples centros, muchos actores, que compiten entre sí, dentro de un modelo capitalista que renquea, y con nuevas catástrofes naturales y pandemias en ciernes.