Los niños leen, los padres compran
La literatura infantil y juvenil gana mercado gracias a un público fiel: casi 30 millones de ejemplares vendidos, sólo por detrás de los libros escolares y la ficción para adultos
18 septiembre, 2021 00:10Hay seguidores de las historias ilustradas, las sagas fantásticas causan furor y los escaparates de las librerías sufren la invasión de casas, castillos y barcos piratas de los libros pop-up o desplegables. Suelen contar con espacio propio en los comercios generalistas y aumentan los centros especializados que acompañan el ejercicio de la compraventa con lecturas, talleres y cuentacuentos. Abundan los títulos con ventas millonarias y sus autores son tan populares como las estrellas del cine, del deporte o de la canción. En pocas ocasiones está en el centro de la diana de los medios de comunicación, pero la literatura infantil y juvenil ocupa un lugar de privilegio en el mundo editorial en España. La letra pequeña se ha hecho mayor.
La industria española del libro infantil y juvenil está arropada por planes educativos y de lectura, premios y galardones, días nacionales e internacionales, eventos profesionales e innumerables ferias, salones y festivales, pero su fuerza radica en la fidelidad de su público lector. Según el informe Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2020, el 88,8% de los niños entre seis y nueve años lee en su tiempo libre (tres horas y dos minutos a la semana) y el 79,8% de los de 10 a 14 años conserva el mismo hábito, con una media superior a la decena de libros al año. Sin embargo, sólo el 52,7% de los adolescentes de entre 15 y 18 años es lector frecuente, mientras que el 10,9% lo hace de forma ocasional. Este descenso se explica por la irrupción de nuevas formas de ocio digital: el teléfono móvil, las redes sociales, etcétera.
Un libro desplegable expuesto en la Feria del Libro Infantil de Bolonia
A la luz de estos datos, el mercado de la literatura infantil y juvenil (LIJ) en España tiene eslogan: los niños leen y los padres compran. Así lo confirman, al menos, todos los estudios oficiales. El informe Panorámica de la edición española de libros del Ministerio de Cultura anota, por ejemplo, que el sector registró en 2019 una subida del 26,1% en el número de publicaciones. En total, 10.052 títulos; el 11,2% del global de la producción nacional. Es, además, casi un monocultivo para la iniciativa privada, que se apunta el 99,2% de las novedades, con un reparto equilibrado entre las editoriales pequeñas (34,62%), medianas (29,44%) y grandes (30,16%). Se trata, por último, del sector con el precio absoluto más bajo, con un coste medio de 11,02 euros: el 43,4% de sus títulos cuesta igual o menos de 10 euros.
Pese a sus precios bajos o moderados –o, más bien, con el viento a favor de unos costes asumibles para casi todas las economías familiares–, la facturación en 2019 alcanzó los 312,18 millones de euros, registrando una subida del 2,9% con respecto al año anterior. Se vendieron un total de 28,7 millones de ejemplares y, en términos porcentuales, acumuló el 12,9% del total del negocio en España, sólo por detrás de los libros escolares y la ficción para adultos, tal como recoge el informe Comercio interior del libro 2019. Su mercado no es sólo nacional: hasta 3,8 millones de libros infantiles y juveniles se exportaron a los países americanos (México, Argentina, Chile, Perú y Estados Unidos son los principales receptores), además de Portugal y Bélgica, por valor de 27,3 millones de euros.
Actividad de cuentacuentos realizada en el Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid
Según ese mismo estudio, el canal de venta mayoritario del libro infantil y juvenil es, con gran diferencia, la librería, al abarcar el 41,2% del total de la facturación. Esta cifra es ligeramente menor que la del año anterior (41,6%). Le siguen, a bastante distancia, las cadenas de librerías, que aglutinan el 25,6%; los hipermercados, con el 13,5%, y empresas e instituciones, con el 8,5%. Estos cuatro canales en conjunto han generado el 88,8% del total de ventas. La rotundidad de estas cifras explica el auge de la librería independiente dedicada en parte o por completo al universo de las letras infantiles y juveniles: alrededor de 400 de las 3.556 librerías independientes existentes trabajan parcial o totalmente el mundo LIJ, según la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal).
No obstante, esta hegemonía de las librerías queda a expensas de medir a medio plazo cuál será el impacto real de la pandemia. Como ha ocurrido en otros ámbitos del mundo del libro, el sector que cultiva las letras para niños y adolescentes ha acelerado su transformación y ha apostado por los recursos digitales. Ha tratado así de mejorar el servicio a los clientes a través de la creación de portales y tiendas electrónicas, al tiempo que se han potenciado las actividades y los encuentros online y se ha trasladado a formato virtual certámenes tan importantes como el Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil (CILELIJ), organizado por Fundación SM, y la Feria del Libro de Bolonia (Italia), la más importante del sector en Europa.
Portada del libro dedicado a Martín Chirino, en la colección infantil Nuestros ilustres’ de Vegueta Ediciones
Si este ámbito de las letras aglutina más títulos y más ventas, también, por lógica, más editoriales. El estudio Los libros infantiles y juveniles en España 2018 recoge que un total de 628 sellos se dedicaban en España a la publicación de libros destinados al público infantil y juvenil, con una subida del 6,1% en el último año. Desde un punto de vista industrial, se detecta una acusada concentración geográfica, principalmente en Cataluña, que aglutina el 43,7% de los títulos, seguida, ya de lejos, por Madrid, con el 20,7%. En paralelo, se atomiza la producción: si en 2016 un total de diez empresas aglutinaban el 41,8% de las publicaciones registradas, para alcanzar tal porcentaje tres años después sería necesario sumar los catálogos de 25 editoriales, si bien muchas están incorporadas al engranaje de los dos gigantes: Planeta y Penguin Random House.
Conviven hoy, por tanto, en el ecosistema de las letras infantiles y juveniles los sellos pequeños y medianos que inician aventura o que han asentado prestigio (Libros del Zorro Rojo, Media Vaca y Kalandraka son premios nacionales a la mejor labor cultural) con las editoriales dedicadas tradicionalmente a los primeros lectores, como Anaya y SM. Amplían terreno los dos grandes grupos editoriales con sellos propios fijados a nichos particulares como el cómic y la ficción romántica o, directamente, incorporados a golpe de talonario, tal como ocurrió con la barcelonesa Salamandra, hogar de Harry Potter, y más recientemente, con Molino, Serres y La Magrana, traspasados el pasado mayo desde RBA a Penguin Random House, que domina casi una cuarta parte del mercado juvenil. Planeta lidera, en cambio, el sector infantil.
Hasta los sellos independientes (Blackie Books, Impedimenta, Nórdica o Vegueta, dirigida por la editora Eva Moll de Alba, entre ellas) se han abierto hueco en este mundo, con relevantes apuestas por las traducciones y el libro ilustrado. De ahí que en los catálogos de infantil y juvenil se pueda observar, en ocasiones, ese cierto aroma de la vieja edición, aquella que concebía el libro como un objeto bello. Algo así como una reivindicación de sus valores estéticos, ausentes en las producciones en series de colecciones con diseños flojos, despojados de cualquier rasgo notorio en su apariencia para abaratar costes y acelerar los procesos de elaboración. No es extraño, en este punto, que los premios nacionales a la edición incluyan la categoría de infantil y juvenil, junto a otras cuatro clasificaciones: los libros de arte, la bibliofilia, los facsímiles y las obras generales y divulgación.
En paralelo a ese creciente gusto por la edición se detecta otro fenómeno ligado a la autoría: la progresiva pérdida de los mandatos educativos (al menos, de forma tan explícita, casi como extensión del libro escolar) y el progresivo protagonismo de las virtudes lúdicas y artísticas de las letras infantiles y juveniles. Vendría a ser el triunfo de la literatura frente a la pedagogía y, quizás, uno de sus síntomas sea la reciente (y abundante) aparición de los escritores para adultos en este ámbito: Pedro Mairal, Juan Villoro, Manuel Vilas, Isabel Allende, Fernando Marías o Rosa Montero. Igualmente interesante resulta la recuperación de autores y títulos clásicos que desafían la corrección política del presente y apuntalan una vez más que las buenas historias sobreviven al paso del tiempo.
El libro Cómo se hace un museo (Nórdica infantil), de Ondřej Chrobák y Martin Vaněk, Premio Nacional al título mejor editado en 2020
Por este mismo carril se le ha dado cabida en el libro infantil y juvenil a corrientes actuales como el feminismo y la ecología. Al mismo tiempo, bajo la premisa de que todo tema tiene cabida en las letras para niños y adolescentes siempre que se trate con el registro adecuado, se ha puesto el foco en los conflictos sociales del presente: las migraciones, el acoso escolar y la discriminación racial o sexual. No faltan tampoco los libros dedicados a las emociones del niño en esta época de inseguridades y cambios, a menudo tratadas desde el prisma de la risa y el humor. En definitiva, nadie cuestiona que, para infinidad de niños, la lectura es un refugio valioso, una oportunidad para viajar a otros mundos y entender la extraña realidad que les rodea.