Jesús Ruiz Mantilla: "La serie de Michael Jordan en Netflix, eso es periodismo"
El periodista y escritor, autor de 'Papel', señala que "Zuckerberg es lo peor" que le ha pasado a la profesión y pide aliarse con las plataformas de contenidos audiovisuales
19 julio, 2021 00:10Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965) es escritor y periodista. Ha ejercido en el diario El País, desde 1992, vinculado a las secciones de Cultura y del suplemento Babelia. Acaba de publicar la novela Papel, (Galaxia Gutenberg) en la que pone en contraposición a un veterano periodista formado en los diarios de papel con una joven profesional del ámbito digital. La convivencia y la colaboración son posibles, pero hay cuestiones que quedan sin resolver. "Me ha quedado un poco oscura", señala Ruiz Mantilla, en esta entrevista con Letra Global, en la que reflexiona sobre el modelo de negocio y las plataformas de contenidos. A su juicio, ese es el futuro de los periódicos y de los medios de comunicación, entendidos como algo híbrido: “La serie de Michael Jordan en Netflix, eso es periodismo”.
--Pregunta: En la novela aparecen dos perfiles muy distintos, el veterano del diario de papel y una joven periodista enganchada a las redes sociales y al periodismo digital. ¿Se han conciliado esos dos intereses en las nuevas redacciones?
--Respuesta: Sí, yo creo que se han conciliado, y lo han hecho por gusto. La primera mirada, es cierto, es de desconfianza. Pero entiendo que ha habido un intercambio muy sano entre varias generaciones y que ha dado lugar al periodismo que conocemos hoy. Lo paradójico es que para los periodistas más jóvenes, la máxima ilusión era publicar en papel, y para los veteranos del papel les ha interesado esa idea del click, de saber en qué momento y cómo se leen los artículos, y si son los más leídos. Unos buscaban lo desconocido y otros el triunfo en las redes. Y me parece que se ha llegado a un cierto pacto.
--¿Un pacto?
--Sí, lo he vivido. Esa fusión y compenetración ha sido un pacto, también a partir de esa máxima: de la necesidad, virtud.
--Esa idea que cuenta sobre los periodistas más veteranos lleva a la reflexión de si, antes del periodismo digital, había plena conciencia o no de la recepción en el público de los artículos que se publicaban. Ahora se puede cuantificar.
--No, pero había una conciencia de influencia mucho mayor que ahora. Me parece que lo que tenemos es algo más vacuo, porque hay saturación de información y todo se olvida. Y entonces quedaba en el papel.
--El papel se olvidaba. Ahora queda registrado en la red.
--Pero los errores se quedaban en el papel. Ahora se limpian en la red. La influencia va cambiando, pero creo que en el digital cuesta más afianzarla, porque está rota la jerarquía. Ahora hay que competir con un youtuber. Es el signo de los tiempos.
--¿Leemos distinto a través de lo digital, y esa lectura nos lleva a entender las cosas de otro modo?
--Está probado, hay teorías desde el campo de la neurociencia que explican que la atención es diferente.
--En la novela se atiende a esas relaciones en una redacción. ¿Hay menos fluidez que hace unos años en las redacciones de diarios solo en papel?
--Esas relaciones no se han perdido. Mi experiencia es que se mantiene la fluidez, con aquella expresión que se utiliza tanto: ‘y si’, ¿y si hacemos esto o preparamos tal tema? El debate existe y es sano, hay horizontalidad y diálogo.
--Entonces, como surge en ‘Papel’, y en cualquier debate sobre medios de comunicación, ¿la cuestión principal es la viabilidad económica?
--Nuestro problema, claramente, es económico. Se trata de buscar una salida que haga rentable a los medios de comunicación, que han sufrido tres crisis: de modelo, con la aparición de Internet; que se decía que acabaría con el papel, y de forma rápida –es cierto que ahora el papel comienza a ser testimonial--, las crisis económicas a partir de 2008, y luego la crisis de cada empresa, que viene determinada por esas dos crisis anteriores. Pero se debe debe recordar que muchas de esas empresas fueron rentables, y pasaron a depender de intereses económicos y políticos. En una empresa periodística esa cuestión es más grave que en otras, porque se busca destrozar la independencia y la propia forma de ser, con el control de nuestras identidades. Ese es el drama que he querido reflejar en la novela, un mordisco a nuestra independencia y a la propia vida personal, con despidos, con pérdidas del puesto de trabajo. Nos han hecho sentir que estábamos heridos de muerte. Y que tendríamos que buscarnos la vida para ser rentables.
--¿Para mantenerse los medios han abrazado a esos poderes económicos?
--Ha sido un pacto con el diablo, con un cambio de modelo. Pero puede valer la pena, con la idea de que se deben armar mecanismos de defensa. Se deben elegir los asuntos que merezcan la pena, con dos preguntas a partir de ahora: qué elegimos contar, sin que esos poderes crean que son esenciales, y eso es una pregunta ética; y cómo lo hacemos, que es una pregunta estética. Con ello tenemos que sobrevivir. Si esto se hunde la democracia tendrá un problema.
--Los bancos entraron en los medios de comunicación. ¿Han reaccioonado ante la propia naturaleza periodística y de sus necesidades?
--Los bancos han entendido que si se quiere conservar un determinado periódico se debe respetar la finalidad a la que se dedica. Que haga periodismo, ante la duda periodismo, como decía un maestro mío. Algunos bancos han entendido eso. Es mejor que esté en manos de profesionales, para que ese medio pueda tener influencia. Periodismo y no propaganda descarada. Lo han entendido y se ha encontrado un camino, con las suscripciones. Netflix ha hecho un gran servicio en todos los ámbitos. Ese modelo se ha tomado en cuenta y en el entorno digital se puede apelar a muchos lectores y hacerles ver que por un euro y algo más a la semana se puede sobrevivir. Si el lector no toma conciencia de ese pago, no existiremos.
--¿Y considera que lo está haciendo?
--Se está empezando ese camino. Los periódicos han tomado esa idea del pago y ha habido un pacto tácito para que todos lo hagamos a la vez, porque si no, nos hundimos.
--¿En España las dificultades se deben a que esos medios han actuado desde la trinchera, sin buscar lectores transversales, o, de hecho, actuar desde la trinchera, la de cada cual, puede posibilitar lectores más fieles para cada medio?
--En parte los medios en España son de trinchera porque tienen sus seguidores. Pero no sé hasta qué punto puede trascender el hecho de que exista un mercado global. Hay una carrera por conquistar un mercado de 500 millones de personas, que tienen la lengua española en común. Si el medio está circunscrito a la polarización nacional, se quedará ahí. Pero los más serios pueden ser referencias en un mercado mucho más grande. Los que se queden en la lucha nacional o local se atarán una soga al cuello.
--¿Quiénes pueden hacer ese camino?
--Lo puede hacer El País, La Vanguardia, El Confidencial…pero no veo a todos con esa idea.
--¿No lo tienen más fácil los anglosajones, en parte porque tienen usuarios potenciales de mayor renta?
--Creo que no depende tanto de esa cuestión. Tienen muchas más posibilidades los que tengan vocación cultural. Con una lengua global se tiene más salida, eso sí. Lo malo, en todo caso, es tener una mirada miope, y no una mirada analítica.
--La tecnología, por tanto, puede condicionar el periodismo, pero no lo desnaturaliza.
--El periodismo digital nos dará muchas alegrías. Se pueden hacer más cosas, en todos los ámbitos, y no estrictamente en los periódicos. Me refiero a la posibilidad de ampliar la manera de contar las cosas, además de con entrevistas o vídeos. ¿Por qué no una serie como la de Michael Jordan en Netflix? Esa serie es periodismo. Y nos lo proporciona la tecnología. Son diez capítulos, El último baile, que nos enseñan cómo hacer periodismo de otra manera, con imágenes que estaban ahí, y que se han sabido recuperar y explicar. Es como un libro, y es periodismo puro.
--¿Formatos híbridos?
--Sí, para llegar a mucha más gente. Fíjate qué cantidad de personas lo pueden ver. Abre unas posibilidades que no teníamos hace 25 años o diez años.
--¿Eso lo captan las generaciones más jóvenes?
--Pero también los más veteranos. La cuestión es ver el catálogo de Netflix, como una gran metáfora de lo que tenemos. Te da una información enorme para saber cómo funciona el mundo. Está la visión israelí; la rusa; por supuesto la norteamericana con todas sus vertientes. Vemos cómo se cuenta la historia de los Obama, cómo se fija la visión de Putin, con series sobre los Zares; o cómo explican su posición los israelís, con una serie como El Espía.
--¿España está en eso?
--No lo entiende, o no lo ve.
--¿Hay medios que podrían relacionarse con esas plataformas?
--Sí, los grandes diarios, El País, La Vanguardia, podrían probar. No entiendo cómo no se abren esas posibilidades.
--Ahora se ha pensado en una serie sobre la Corona española, con guion de Sergio Vila-Sanjuán y a partir de una obra de Pilar Eyre.
--Bueno, a ver. El ejemplo es The Crown, que es un hito de la propaganda. No es una serie de ficción. Es un gran aparato de propaganda en defensa de la Monarquía, en defensa del sistema, con Peter Morgan, que ya hizo lo propio con The Queen, como guionista. Defiende a la Monarquía británica mostrando todas sus vergüenzas. Es también lo que se hizo con la biografía de Steve Jobs. Se cuentan sus miserias, pero se señala que ese hombre ha cambiado el mundo.
--Un país que ha tenido siempre una industria cultural muy fuerte, con mucho dinero público, es Francia. ¿Está en eso?
--Francia no lo entiende. Los rusos, los chinos, los israelís, los norteamericanos, o los británicos sí. El resto no nos hemos enterado. Repito, no se mira lo suficiente el catálogo de Netflix o de Amazon.
--¿Debería España hacerlo, que pierde luego batallas en el seno de la Unión Europea como se ha visto con el ‘procés’ independentista?
--Debería implicarse, como debería la propia Unión Europea, muy tocada por la agresión de Rusia, y que ha acabado poniendo en marcha un ‘batallón anti fake news’, con mucho dinero. Pero no entiende cómo se pueden utilizar esas plataformas. Por ejemplo, ¿por qué no una serie sobre Robert Schuman, que ofrecería la idea de la identidad europea? Sería muy interesante poder verla.
--¿Todo pasa por una gran productora?
-Por unas cuantas productoras, con un mercado potencial de 500 millones de espectadores. Pero nos ganan ahora en prestigio. Nos podemos fijar en Narcos, sobre México, en español. México es un país maravilloso, pero aparece siempre una imagen negativa. Lo hacen los norteamericanos, es su política exterior. Y lo hacen, no por casualidad, en la etapa de Trump.
--¿Se necesita algo más de tiempo para que los medios se puedan resituar en función del modelo de negocio y de sus aspiraciones?
--Vamos a estar en una selva en la que nos deberemos adaptar. Pero hay interrogantes que dejo en la novela, que no sé cómo van a acabar. No me sirve para hacer de profeta. Es una novela que me ha salido oscura. Pero me he obsesionado por reflejar algo que he vivido, que es propio de la pasión de los periodistas.
--¿Es culpa del profesional o de las propiedades de los medios o del poder financiero que no han encontrado ese modelo de negocio?
--Pasa en todos los medios durante los últimos 20 años. Se nos ha exigido mucho a los profesionales, pero las empresas han sido incapaces de encontrar una salida viable y económica. Ha sido una afrenta. Dimos el salto digital, nos lo tomamos en serio, pero diez años después no se ha encontrado el modelo. La responsabilidad ha sido de las empresas, que también han vendido su independencia a los poderes políticos y económicos. Nosotros hemos hecho el esfuerzo. Sin embargo, es cierto que ahora, menos mal, se ha empezado a entender y conformar el modelo.
--¿Se equivocaron esas empresas por inversiones en otras cosas?
--A todos les ha pasado. No es solo una cosa de El País o de otros medios en concreto. Los profesionales, creo, hemos estado a la altura de las circunstancias y a costa de humillación. Hemos sido imbéciles, con la idea de la vocación. Pero ahora deberán pagar con arreglo al esfuerzo que se ha hecho. Si se pueden salvar empresas es porque hemos hecho el esfuerzo que ellos no hicieron en su momento.
--Los anglosajones, ¿lo han hecho mejor? Aunque los problemas en los medios son comunes en todas partes.
--Ha ocurrido en todas partes, pero se produce un momento importante cuando Jeff Bezos compra The Washington Post. Cree que le da prestigio y lo presenta como una joya intangible. Creo que ha dado una lección a muchas empresas. Bezos no ha corrompido la naturaleza del periódico, a diferencia de otros que han falsificado el negocio, como Zuckerberg, que es lo peor que le ha pasado al periodismo.