El escritor japonés Atsushi Nakajima.

El escritor japonés Atsushi Nakajima.

Letras

El imaginario portentoso de Atsushi Nakajima

El escritor japonés, viajero por el Pacífico Sur y humanista oriental, es una lectura obligatoria en su país por su capacidad para crear un estilo memorable y poético

4 junio, 2019 00:00

Tiene el escritor japonés Atsushi Nakajima (1909-1942) un imaginario diferente, un mundonuevo, desconocido e inusual tanto en Occidente como en Oriente. Esta es una de sus grandes virtudes. La repetición, las modas, los lugares comunes, los likes, crean seguridad y pertenencia, pero no permiten avanzar en la construcción de un contexto nuevo. ¿De dónde procede el mundo de Nakajima? ¿Por qué deberíamos leerlo? Dice Makiko Sesé, una de sus brillantes traductores, junto a Daniel Villa García y responsables, gracias a la editorial Hermida, de que llegue por fin a nuestras manos, que en Japón es una lectura obligatoria en la educación secundaria. Escritor extraño, diferente y excelente, se incluye en ella por usar un estilo memorable y poético, un vocabulario muy rico y, sobre todo, y de allí podría venir su singularidad, por su conocimiento de la lengua china clásica (cuyos temas además utiliza), caracteres que también están en la lengua japonesa y que los alumnos deben aprender.

Nakajima fue un gran viajero y humanista. De 1920 a 1926 vive en Corea. Su padre, profesor de literatura clásica china, estaba destinado en este país. Estudia literatura japonesa en la Universidad de Tokyo y se instala un poco después en Yokohama como profesor de japonés e inglés en un instituto femenino, a la vez que escribe ensayos, poesía y cuentos cortos. En 1941 decide dedicarse a la literatura y consigue un trabajo para preparar un libro de texto de japonés para las colonias del Pacífico Sur (Micronesia). Un año más tarde viaja con el afamado pintor Hisakatsu Hijikata por Palaos y, en 1943, ya muy enfermo de asma (una de las razones que le habían llevado al Pacífico Sur) vuelve a Tokyo con su familia, donde muere a los 33 años. 

Atsushi Nakajima, El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre.

Atsushi Nakajima, El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre.

Sus dos libros, El poeta que rugió a la luna y se convirtió en tigre y La mujer pulpo. Cuentos del mar del Sur son bien diferentes y permiten fascinarse por Nakajima. En Francia hay más libros publicados y, los anteriores, junto con Le mal du loup, configuran la poética del escritor japones. El poeta que rugió a la luna es una compilación de relatos refinada y cuidadísima. “La luna sobre la montaña” y “La catástrofe de las letras” los publica un año antes de su muerte en la revista Bungakukai, una de las cinco grandes publicaciones literarias japonesas. El libro muestra la influencia que tuvo en grandes escritores occidentales, como Jorge Luis Borges. Dicen que Kafka es otra de sus influencias, pero más que por sus cuentos (quizás en “Josefina la cantora”), por su novela corta, La metamorfosis.

A Nakajima le gusta transformar sus personajes en animales, tigres, pulpos, etc., pero, mucho más, compararlos con ellos y usarlos metafóricamente. Las derivas que siguen sus cuentos son sorprendentes. Las acciones se duplican y están tan bien compuestas que el lector no acierta a discernir cuál es la buena o la mala (como si se expusieran a través de contrarios) y decide elegir ambas. Se podría decir que sus temas están vinculados a Occidente, sobre todo al periodo de entreguerras, y su simbología, al extremo Oriente. 

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Su cuento más destacado es “La catástrofe de las letras”. También es el más simbólico. Contiene una teoría poética del espíritu de la que surgen ideogramas y letras (signos ambos) que nombran el mundo y le dan forma. La traducción hace el milagro de conservar el carácter filosófico y poético de Nakajima. Al igual que en Occidente, el autor busca salidas para la crisis del lenguaje: algunos acontecimientos no se pueden representar y hay que volver a los primeros usos del lenguaje y la escritura, cuando las formas representaban literalmente los significados. Es irremediable no encontrar la voz de autores centroeuropeos en algunos fragmentos: “Durante este tiempo las letras que tenían un sonido y un sentido determinado súbitamente se descomponían y transformaban”.

En los cuentos de La mujer pulpo la mirada de Nakajima es más antropológica, detallada y descriptiva. El volumen recoge sus investigaciones y viajes por el Pacífico Sur en siete cuentos e incluye extractos de sus escritos, que recogen paisajes y temas locales. De nuevo, como en el libro anterior, los relatos se sitúan en un espacio prácticamente anacrónico e inmemorial. Sus fuentes son pictóricas. Su encuentro con el pintor Hijikata en Palaos no solo tiene que ver con su forma de narrar o describir, si no también con las historias folclóricas de sus cuentos, que toma de él. También cita a Gauguin (lector como es de Pierre Loti), a quien busca en los paisajes de Micronesia. Pero, conocedor del exotismo del francés, prefiere compararlos con las pinturas orientales. 

La mujer pulpo tiene además otro gran valor: la representación de un Japón apenas conocido, el contexto de las personas que sufrieron y murieron en la guerra del Pacífico. Más de 10.000 soldados honrados finalmente en 2015 por los emperadores del país, cuyo homenaje muestra una realidad que la mayoría de los japoneses desconocía, “el campo de batalla olvidado”. Nakajima representa esa realidad para suerte de las generaciones venideras, que al igual que él, aman las letras y temen por su catástrofe: “¡Cuánto amaba a las letras y a los libros! Nunca se quedaba satisfecho leyéndolos, memorizándolos y acariciándolos. Los adoraba hasta tal punto que masticó las tablas de arcilla de la versión más antigua del Cantar de Gilgamesh, las diluyó en el agua y se las tragó”, escribe.