Pablo Batalla, autor 'La bandera en la cumbre', con 'Letra Global' en el Hotel Regina
Pablo Batalla y el ascenso a las grandes cumbres: "La transgresión de los límites nos está llevando al desastre"
El autor de 'La bandera en la cumbre' señala que el alpinismo ha estado ligado siempre a la política, y que ahora impera "el neoliberalismo", individuos que pagan hasta 100.000 dólares para ser "llevados en volandas" hasta las cimas
Escalar montañas, participar en centros excursionistas para llegar a las cumbres y admirar el país desde arriba, proyectos que buscan la autosuperación, mensajes que necesitan una proyección ambiciosa. Y todo desde una gran cordillera. ¿Por qué ese afán? Lo sabe muy bien Pablo Batalla, ensayista y montañero asturiano, que ha escrito un libro por el que pasan todas las ideologías.
Se trata de La bandera en la cumbre, una historia política del montañismo (Capitán Swing). La tesis es clara, pero no para todos, porque en muchas ocasiones se dice lo que sostenía Franco: usted no “se meta en política y haga como yo”. Es decir, haga deporte, céntrese en el deporte y no haga política. ¿De verdad es eso posible? Batalla sostiene que "todo es política"
El ensayista ha seguido un curioso método. Elaboró diferentes etiquetas, con las principales ideologías, y luego fue buscando historias que pudieran ubicarse en cada uno de esos bloques.
Y los ha rellenado casi todos. El alpinismo se ha utilizado desde todas las vertientes. “A poco que lees la historia del alpinismo, te das cuenta de que también esa historia, desde el minuto uno, ha sido muy política, vinculada al liberalismo, al nacionalismo, o al imperialismo y después a todas las otras ideologías que fueron apareciendo”, señala Batalla en esta entrevista con Letra Global, realizada en el hotel Regina de Barcelona.
Tiene claro, en todo caso, que nos acercamos al abismo: "La transgresión de los límites nos está llevando al desastre".
Pablo Batalla, en la entrevista con 'Letra Global' en el Hotel Regina
Pero, ¿se puede ver al revés? Es decir, cada ideología ha querido difundir sus mensajes a través del alpinismo. Batalla incide en ello. “Sí, yo quería demostrar que todas y cada una de las ideologías políticas de la modernidad habían practicado el alpinismo y por eso escribí esta historia política no de una manera lineal, cronológica, --donde unas ideologías habían aparecido más que otras--, sino haciendo una lista previa”.
¿Y qué sucedió? “Me salieron hasta 18, entre ideologías, movimientos sociales y religiones, porque las religiones también han sido políticas”.
Lo primero que surge es la propia reivindicación de la montaña como algo comunitario. Batalla reclama que nos centremos en Chile. “En Chile –como en otros países—hay montañas que son propiedad privada, de particulares o de empresas. Hay incluso montañas fronterizas que son reservas naturales, por el lado argentino, y privadas por el lado chileno. Y los clubes de Chile, sobre todo los de Santiago, se movilizan contra esos propietarios, promueven manifestaciones y acciones, incluso en las propias montañas, para forzar el paso por ellas”.
Pero, ¿quiénes son? “Los clubes de Chile son asociaciones más bien vinculadas a una clase media y alta que son las personas que tienen el tiempo y el dinero para permitirse esta afición. Son gente, por tanto, más bien conservadora, más bien de derechas, gente que puede incluso justificar la dictadura de Pinochet, pero que en ese aspecto concreto está practicando una política allendista, (partidarios de Allende), o sea, está cumpliendo aquel mandato (o aquel robo) de Salvador Allende según el cual había que abrir las grandes alamedas. Es decir, se pide que lo privado pase a ser público. Se está reclamando una política de izquierdas sin darse cuenta. Y sucede lo contrario también, personas muy de izquierdas que en un momento determinado tienen una mirada más conservadora”.
Portada del libro de Pablo Batalla
Ese es un caso importante para Batalla. La preocupación por el medio ambiente lleva a una política sencilla, conservadora. “Es el ejemplo de Víctor Puente Cantero, que es un alpinista cántabro al que yo admiro mucho, que está explorando el desfiladero de La Hermida, reivindicando la memoria de los pastores, los lugares por los que pasaron. Quiere encontrar sus rastros, incluso cosas que escribían en la montaña, en cuevas, hace más de un siglo y medio y pico, recuperar la microtoponimia. Siempre dice que sus ídolos no son Reinhold Messner ni Kilian Jornet, sino los pastores de La Hermida. Es una reivindicación de la tradición, de los pastores, del mundo agrario”.
De nuevo, política. Política a partir de un determinado discurso sobre la montaña. “Es una mirada conservadora, conservadora para bien, para mi de izquierdas, pero conservadora”.
El mensaje es, de alguna forma, el de la vuelta al origen, buscar esos senderos locales, como hace Puente Cantero. En el alpinismo se ha hecho ya prácticamente todo. No quedan cumbres por alcanzar. “Exacto, el K2 en invierno, que era el último gran reto que quedaba, lo han logrado un grupo de alpinistas nepalíes”.
¿Qué queda en la montaña? Batalla lo tiene claro. Ya no se trata de subir a lo más alto, sino más rápido. “Lo que queda ahora es la velocidad, subir y bajar lo más rápido posible o, para seguir arañando récords y gestas. Hacer 40 cumbres en 4 días, cosas así”.
¿Y hay un mensaje político? El autor de La bandera en la cumbre señala: “Todo eso nos habla del fin de algo. Del fin de esa épica de la modernidad que ya no encuentra gestas que acometer y por así decir, es como si se le hubiera acabado el tabaco y estuviera rebuscando las colillas”.
Pablo Batalla, en la entrevista con 'Letra Global', en el Hotel Regina
Subir una montaña para ser visto, para dejarse ver. Y no para mirar, para admirar el paisaje. Batalla ahonda en esa cuestión. Pero ha encontrado situaciones dignas de admiración. “En el capítulo del feminismo hablo de reivindicaciones feministas explícitas, banderas sufragistas clavadas en las cumbres de picos, pero también cuento una cosa que a mí me resultó muy emocionante. Descubrí en el proceso de documentación historias de mujeres que eran muy enfermizas, de clase alta. El médico les recetaba ir a los Alpes a respirar el aire fresco de Chamonix. Pero una vez allí esas mujeres comprobaron que aquello les gustaba, e iban realizando paseos cada vez más largos. Comprobaron que no eran mujeres débiles. Al contrario. Que lo que las debilitaba era el encierro doméstico”.
Y eso, de nuevo, es política. La conciencia de grupos de mujeres “de que no son el sexo débil”. La montaña, así, sirve “para descubrir el propio cuerpo y la propia fortaleza”.
Subir o recordar el paso por una montaña como acto político, como hecho identitario. Es el caso de un grupo de judíos en los Alpes. Rememoran cómo, tras salir de los campos de concentración, y pasar por campos de refugiados, trataban de volver a casa. Eran refugiados que nadie quería. Batalla recuerda otra historia: “Es una expedición de judíos ultraortodoxos que van a hacer un 6000 del Himalaya proponiéndose durante esas dos o tres semanas practicar rigurosamente, en condiciones muy difíciles, todos los rituales complejísimos de la ley judía.
Judíos en Alpes
Y llevan la Torá y rezan y celebran las fiestas correspondientes, con la comida correspondiente, con la vajilla y con la vestimenta adecuada. Esa imagen de ellos en un campamento de altura, al atardecer, me parece muy bonita, muy emocionante. Es una imagen que condensa a la vez lo absurdo y la belleza del montañismo y de lo humano en general. Algo absurdo, pero a la vez tremendamente bello y que habla de nuestra naturaleza humana”.
Pero Batalla vuelve sobre sus pasos, y ahonda en la historia de esos refugiados judíos que no quiere nadie. “Son judíos agotados, hambrientos, con los niños en brazos llorando, con una vestimenta completamente inapropiada, en unas condiciones muy duras. En aquellos momentos no podían pararse a apreciar la belleza de aquellos parajes por los que pasaban y de los que estaban huyendo. Décadas después vuelven y aprecian esa belleza. Y rememoran con ello la solidaridad que mantuvieron en aquellos años. Había sido un instante oscuro y ahora es bello, luminoso”.
Política. Siempre política desde las cumbres. Hay casos a raudales. “En Francia el club alpino francés se funda poco después de la guerra franco-prusiana y no es casualidad. Ha habido una derrota traumática, se le echa la culpa a la división del país, a la falta de patriotismo de los franceses y la montaña también se utiliza para eso. En el boletín del club alpino a finales del siglo XIX te encuentras con toda una temperatura política, la idea de que no son ni de izquierdas ni de derechas, ni monárquicos ni republicanos, solo franceses. ‘Nuestro’ único soberano, dicen, es el Montblanc. Lo que pretenden es reforzar los lazos nacionales”.
¿Y en España? “Aquí Unamuno promueve la creación de clubes de montaña patrióticos. Y dice: ‘Yo al menos no he aprendido a amar la patria leyendo libros, sino visitando sus parajes, sus rincones’. Es el reencuentro con la naturaleza de la generación del 98. Y en Catalunya sucede lo mismo, con los centros excursionistas, con símbolos como la montaña de Montserrat”.
El caso de Carlos Soria
Y luego está el montañismo “neoliberal”. La gente que sube al Everest a través de agencias que lo organizan todo. “Eso muestra casi la decadencia de la civilización, es el montañismo neoliberal. En el Everest puede llegar a haber hasta 170 personas a la vez. Y es curioso porque la gente guarda una cola muy respetuosa para que todos puedan hacerse una foto en un determinado lugar para parecer que están solos. Quieren hacer ver que han llegado por su propia audacia y valor y lo que han hecho es pagar 100.000 euros a una agencia para que los sherpas los suban en volandas, atiborrándoles de oxígeno que tal vez escasee en los hospitales de Katmandú. Tienen a esos mayordomos que te suben, pero luego en la cumbre exhiben la fantasía de la individualidad”.
En la conversación surge una reflexión pertinente sobre los más mayores, los que muestran una buena forma física. Los que desean constatar que pueden seguir subiendo montañas. Y, con ello, se crea una literatura sobre los límites, o sobre la superación de los límites. Todo es posible. ¿Todo?
“Hay una especie de carrera para ver quién llega más arriba con más años. Es una competición un poco absurda. Aunque haya casos que debemos admirar. Hace muy poco lo acaba de hacer Carlos Soria, con su subida a un ochomil con 86 años. Está bien, pero a veces eso se utiliza para decir ‘nada es imposible’. Y sí que hay cosas imposibles. La abuela de mi mujer tiene 86 años y está en una residencia de ancianos y no puede subir una montaña. Estamos en un momento de la historia en el que pensamos que no hay límites. Y esa transgresión de los límites nos está llevando al desastre. El desastre climático en primer lugar. Y es importante darse cuenta de que hay límites y apreciar mucho que Carlos Soria suba una montaña con 86 años, pero no debemos convertir eso en un ejemplo de nada.
¿Ni imitar lo que hace Killian Jornet? “Hay gente que quiere imitar a una persona que tiene unas capacidades sobrehumanas e insólitas y muere en la montaña, porque no todo el mundo es Kilian Jornet. Muere mucha gente cada año en los Dolomitas. Y hay gente que corre con deportivas y pantalones cortos, con una camiseta corta, porque quiere llevar el menor equipaje posible para correr más rápido. Y se resbala en un glaciar, se cae en una grieta y no lo encuentran en semanas”.