Ermenonville, el jardín de Rousseau

Ermenonville, el jardín de Rousseau FARRUQO

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Ermenonville, el jardín de Rousseau

La sepultura de Rousseau en la isla de Ermenonville es un homenaje a Julia d'Etanges (la nueva Eloísa), una joven noble, enamorada de su humilde preceptor, Saint-Preux

Jardines de estío (IX): Le Nôtre, Vaux-le-Vicomte, Versalles o Chantilly

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La nueva Eloísa de Jean-Jacques Rousseau se inspira en el corazón de Ermenonville, el jardín del marqués de Girardin, con arboledas, florestas y páramos arenosos. Es el primer paisajismo francés dotado de incontables recursos hídricos, con un sistema de lagos y cursos de agua conectados entre sí.

En medio del mayor lago, destaca la isla de Peupiliers dotada con los alardes de jardinería pura descritos por el enciclopedista, dispuestos de tal forma que su centro -la tumba en la que reposa Rousseau - refleja el saber fractal del iluminismo, donde cada fragmento contiene las propiedades del conjunto.

El monumento funerario (de 1776), diseñado por el pintor Hubert Robert, está dispuesto con 16 álamos, un toque romántico ampliamente imitado en medio mundo. En Francia, Ermenonville fue replicado por el célebre Mérévillaon, y en el Trianon de Versalles, templo del Amor y la aldea pastoral de la reina María Antonieta.

Para poner en solfa las complejas versiones de los jardines franceses del XVIII, Francesco Fariello (La arquitectura de los jardines) se encomienda a tratadistas de aquel tiempo, como Henri Watelet, Nicolás Duchesne o el innovador Jean-Marie Morel.

La influencia del paisajismo británico, resumida en el neoclásico francés, se disemina por toda Europa. Alemania con ejemplos sobresalientes como el Schetzingen o el Nymphenburg, ambos de Ludwig von Sckell, contando con que su mejor obra es el Jardín Inglés de Múnich, probablemente el mayor parque vegetal de Europa, considerado un espacio sin límites.

Alemania sigue los pasos del primer Goethe, imitador del land-art o -el arte medioambiental- en su propio jardín de Weimar. Pero como es bien conocido, Goethe cambia de orientación después de su Viaje a Italia, el deslumbramiento ante Roma, Venecia y Nápoles que transforma al sublime poeta. Se ve obligado a modular su carácter al ver el Anfiteatro de Verona o el Lido de Venecia. Roza con las yemas de sus dedos el arte de Rafael y Miguel Ángel; se embebe de Roma para siempre. Recorre los jardines de Lombardía y el Parque Real de Caserta con el rincón escultórico y lacustre del Baño de Venus. Se llena para siempre de piedra y color.

Eficiencias ornamentales

Superado el setecientos el Ermenonville neoclásico francés ejerce una atracción severa en los años de la fiebre romántica; lo visitan Shelley y Byron cuando buscan, más allá de Weimar, las huellas del sturm und drang.

Una de las últimas obras de Rousseau, Las ensoñaciones del paseante solitario (Alianza), traducida por Mauro Arminio, expone las eficiencias ornamentales del autor que también fue naturalista y botánico, con cuatro cartas dirigidas a Malesherbes, defensor de l'Encyclopédie y de Luis XVI.

Ermenonville es un parque glosado de orangeries (invernaderos), palissades (muros vegetales), formas de pat d’oie o encrucijadas de avenidas al estilo de Versalles a pequeña escala; pépinières (viveros), plates-blandes protegidos por filas de boj, que delimitan un espacio. Y también, terrenos vagos como los detectados por Sala Morales y Forestier para anunciar espacios rellenables de plantas y flores.

Reglas de los jardines

El palacio de su creador, el noble Girardin, se inspira en el luogo di velleggiatura de las villas renacentistas italianas pensadas para el reposo, el otium, frente a las residencias urbanas destinadas al negotium.

El marqués admira el humanismo del Quattrocento, en especial a Leon-Battista Alberti que ha dedicado su creatividad como escritor y paisajista a los Ferrara, a los Gonzaga de Mantua, a los Malatesta de Rimini y a los Médecis de Florencia. Alberti es el pionero a la hora de plantear las reglas de los jardines, una disciplina que precipita su entrada en la historia de las artes.

Pese a su admiración por el humanismo clásico, Girardin nunca llega a despegarse del cristianismo primitivo, su religión natural y, por este motivo, enardece la filosofía espacial de los jardines medievales.

La Ilustración no le hace perder la fe. Para él se mantiene vivo el paradisus claustralis (Nicolás Claraval), el lugar de clausura voluntaria del tiempo pasado. Muestra su jardín a toda la Francia ilustrada y poderosa y, en un momento determinado, decide aclarar que, en realidad, Rousseau ha muerto en Ermenonville mientras pasa unos meses de reposo en la villa.

La unión con lo divino

El noble no rechaza la influencia ornamental del sabio y busca el amparo moral e intelectual de su obra. Pero la obsesión por la conservación del jardín, admirado por botánicos de todo el mundo, le conduce al espejismo alegórico, dejando de lado la versión renacentista nacida en Italia.

En sus horas solitarias, a la sombra de olmos y catalpas, Girardin practica la deambulatio, la unión con lo divino, junto al pequeño río Nonette, que atraviesa su propiedad. Busca un claustro espiritual en las esquinas sombreadas del parque; reza tardíamente sobre un axis mundi, cuando la humanidad se acerca a la muerte de Dios, certificada, muchos años después, en la pluma de Nietzsche.

La sepultura de Rousseau en la isla de Ermenonville es un homenaje a Julia d'Etanges (la nueva Eloísa), una joven noble, enamorada de su humilde preceptor, Saint-Preux. Francia entera se arrodilla ante el catafalco pétreo del maestro. Europa está en deuda con la Razón.