El teólogo y filósofo Dietrich Bonhoeffer, sacerdote luterano
Bonhoeffer y la amenaza de la estupidez
Bonhoeffer sostiene, como décadas después haría Cipolla, aunque éste en tono irónico, que la estupidez debe considerarse más peligrosa que el mal
Alexandre Kojève, un filósofo para el siglo XXI
“Pero yo, con mi infantil crueldad, sólo supe ver en la mayoría de los hombres nada más que estupidez”. Esta frase de Anita Loos no se me ha olvidado desde que leí Los caballeros las prefieren rubias hará treinta años o más.
El tema de la estupidez, propia y ajena, es fascinante e invita a la permanente meditación. “Somos idiotas, querida: es extraño que aún sepamos alimentarnos solos”, dice Viento idiota, la canción más supurante de odio de Dylan.
Se cumplen ochenta años de la muerte del teólogo y filósofo Dietrich Bonhoeffer, sacerdote luterano asesinado por los nazis poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, so pretexto de que estuvo involucrado en el atentado contra Hitler, la “Operación Walkiria”.
Mural de Bob Dylan en Minneapolis, obra de Eduardo Kobra : SHARON MOLLERUS
Con tal motivo, la prensa norteamericana y alemana publica recordatorios y celebraciones de la figura, altamente moral, de Bonhoeffer, cuya obra ha sido ampliamente traducida al español por lo menos desde los años setenta.
Así es como me entero de que, décadas antes de que el historiador italiano Carlo Maria Cipolla proclamase sus célebres Las leyes fundamentales de la estupidez humana, (editorial Crítica), Bonhoeffer, pensando seguramente en la ascensión de los nazis, --con sus dogmas estúpidos y simples, anti-complejos--, al poder, ya había escrito sus reflexiones sobre el tema en Cartas desde la prisión, su correspondencia con parientes y amigos desde la cárcel.
Quizá el lector recordará las tesis de Cipolla, y si no las recuerda, se las expongo ahora mismo:
Uno: Siempre e inevitablemente subestimamos el número de personas estúpidas que circulan por el mundo.
Carlo Maria Cipolla, el economista que definió las cinco leyes infalibles de la estupidez humana
Dos: La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona (nivel de estudios, posición social, inteligencia, etc.).
Tres: Una persona estúpida es aquella que causa daño a otras personas o a un grupo de personas sin obtener ningún beneficio para sí, o incluso perjudicándose a sí misma.
Cuatro: Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; siempre olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos es un error que cuesta caro.
Cinco: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Reacción con agresividad
Bien, según las ideas de Bonhoeffer, por más malvadas que sean las personas, no constituyen la mayor amenaza, ya que se las conoce. Una vez que el mal es reconocido, la gente buena del mundo puede unirse para defenderse y luchar contra él: “Se puede protestar contra el mal; puede ser expuesto y, si es necesario, prevenido por el uso de la fuerza. El mal siempre lleva en sí mismo el germen de su propia subversión”.
En cambio, contra la estupidez no podemos luchar tan fácilmente, y ello por dos razones. Primero, colectivamente somos mucho más tolerantes con ella. A diferencia del mal, a la estupidez no solemos tomarla muy en serio… hasta que es demasiado tarde.
En segundo lugar, la persona estúpida es un adversario escurridizo. No será derrotado por el debate ni estará abierto a la razón. Es más, cuando la persona estúpida se ve acorralada —cuando se enfrenta a hechos que no pueden ser refutados—, se quiebra y reacciona con agresividad. Bonhoeffer lo expresa así:
“Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí; las razones caen en oídos sordos; los hechos que contradicen los prejuicios simplemente no necesitan ser creídos —en tales momentos, la persona estúpida incluso se vuelve crítica—, y cuando los hechos son irrefutables, simplemente se descartan como insignificantes, como incidentales. En todo esto, la persona estúpida, a diferencia de la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al lanzarse al ataque”.
Estúpidos en la cima
Según Bonhoeffer, la estupidez, al igual que el mal, no constituye una amenaza mientras no tenga poder. Pero el problema de la estupidez es que a menudo va de la mano con el poder. Y “al observar el asunto más de cerca, se hace evidente que cada fuerte oleada de poder en el ámbito público, ya sea de naturaleza política o religiosa, infecta a gran parte de la humanidad con estupidez”.
Esto funciona de dos maneras. La primera es que la estupidez no te descalifica para ocupar un cargo o tener autoridad. La historia y la política están llenas de ejemplos en los que los estúpidos han llegado a la cima (y donde los inteligentes han sido excluidos o eliminados).
Portada del libro de Dietrich Bonhoeffer, sacerdote luterano
Segundo, la propia naturaleza del poder requiere que las personas renuncien a ciertas facultades necesarias para el pensamiento inteligente, como la independencia, el pensamiento crítico y la reflexión.
El argumento de Bonhoeffer es que cuanto más se convierte uno en parte del sistema de poder, menos independiente se vuelve. Un sujeto inteligente y sensato, en cuanto asume el cargo se convierte en un imbécil. Es como si “eslóganes, consignas y cosas por el estilo… se hubieran apoderado de él. Está bajo un hechizo, cegado, malutilizado y abusado en su propio ser”.
Pensando en la actualidad
El poder convierte a las personas en autómatas. Pensadores inteligentes y mentalidades críticas ahora tienen un guión que seguir. Utilizan más la sonrisa que el cerebro. Cuando la gente se une a un partido político, parece que la mayoría prefiere seguir la corriente en lugar de pensar por sí mismos. El poder drena la inteligencia de una persona, dejándola como un maniquí animado.
Bonhoeffer sostiene –como décadas después haría Cipolla, éste en tono irónico-- que la estupidez debe considerarse más peligrosa que el mal. Porque la maldad es fácilmente detectable, identificable, y podemos negarle el poder. Con los corruptos, opresores y sádicos, sabemos a qué nos enfrentamos. Sabemos cómo tomar una postura.
Pero la estupidez es mucho más difícil de erradicar. Por eso es un arma peligrosa: como a los malvados les resulta difícil tomar el poder, necesitan a los estúpidos para que hagan su trabajo.
Estoy seguro de que al lector estas reflexiones de Bonhoeffer en sus Cartas desde la prisión le harán pensar en determinados aspectos de nuestra actualidad.