Santiago Gerchunoff, en la entrevista con 'Letra Global'

Santiago Gerchunoff, en la entrevista con 'Letra Global'

Ideas

Gerchunoff: “Usamos la palabra fascismo, desde una altanería intelectual, para protegernos de nuestro miedo individual”

Profesor de Teoría Política, Santiago Gerchunoff asegura que la Historia se interpreta en clave profética, sin atender “las características propias” de lo que sucede en el presente y que por ello no se analiza el por qué del voto a opciones de ultraderecha

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Las palabras importan. No se deberían tergiversar. Pero ese mandato no se cumple. Las necesidades individuales y colectivas llevan a utilizar conceptos del pasado, de momentos muy concretos, para explicar el presente. ¿Es un error imperdonable? Santiago Gerchunoff (Buenos Aires, 1977), profesor de Teoría Política en la Universidad Carlos III, cree que sí, que el asunto debe plantearse con toda su crudeza. Si todo es “fascismo”, tal vez nada lo sea. Si se tacha a alguien de fascista, quizá lo que queramos es seguir sentados de forma confortable en nuestro sillón: “Usamos la palabra fascismo, desde una altanería intelectual, para protegernos de nuestro miedo individual”, asegura en esta entrevista con Letra Global.

Lo ha explicado Gerchunoff en un ensayo breve editado en Anagrama, Un detalle siniestro en el uso de la palabra fascismo. Ahonda este profesor en la necesidad de actuar, de dejar de ser “un partisano”, frente a algo, contra algo, utilizando la Historia como cómplice. “Hemos interpretado la Historia como algo mecánico, donde no hay espacio para lo imprevisible. Y con la utilización de la palabra fascismo es como si quisiéramos colocarnos en el lado correcto de esa Historia, sabiendo que ganó el antifascismo. Pero de alguna forma condenamos a los que no lo vieron venir, y, por tanto, lo hacemos desde una cierta altanería intelectual y moral”.

Son reflexiones que nos descolocan. Lo que pretende Gerchunoff es alertar, más desde un espacio de izquierda, sobre la pereza intelectual, sobre la falta de proyecto político y social. La cuestión que pone sobre la mesa es que ese antifascismo –que, de hecho, unió a países y proyectos políticos muy distintos frente a un enemigo común en la II Guerra Mundial—no se ha transformado en algo alternativo y propositivo. “Se actuó y se actúa como partisanos frente a ese fascismo”, asegura.

Santiago Gerchunoff, en la entrevista con 'Letra Global'

Santiago Gerchunoff, en la entrevista con 'Letra Global'

La letanía es que vuelven los años treinta. Que hay similitudes peligrosas. Y ante esa composición de lugar, se tacha de fascista a movimientos nuevos, que se alimentan de características propias, de situaciones distintas. “Nos encallamos en lugar de proponer, sólo tenemos una reacción de guerra. Por tanto, ha habido un vaciamiento ideológico, desde un miedo que no atiende lo que demandan o lo que señalan nuevas generaciones. No se atiende, de verdad, por qué tienen más votos determinadas opciones. Y para mí eso representa un fracaso”.

Gerchunoff toma como una base importante para la reflexión los famosos versos que se atribuyen a Bertold Brecht. Son los que señalan a una supuesta indiferencia de los ciudadanos de a pie, de los que no le dieron importancia cuando se “llevaron a los judíos”. Como no lo eran, como tampoco eran comunistas u obreros, o estudiantes, entonces no les iba a pasar nada. "Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde", acaba el poema.

El 'falso Brecht'

Sin embargo, el autor real fue Martin Niemöller, un pastor protestante alemán que apoyó el nazismo en un principio, pero más tarde se opuso y fue detenido. Estamos ante un arrepentido. Gerchunoff se refiere al caso como “el falso Brecht” para explicar que el poema actúa “como un mea culpa universal que se extiende a todas las víctimas reales cuando todavía no eran víctimas de hecho, cuando sólo eran futuras víctimas que podían ‘darse el lujo’ de la ingenuidad, la pereza, la cobardía o la complicidad con sus futuros verdugos”.

Portada del libro de Gerchunoff

Portada del libro de Gerchunoff

Entonces, ¿qué sucede? “Usando la palabra fascismo pretendemos conjurar esa indiferencia y salvar nuestra imagen moral. Este es el anhelo mezquino que se esconde tras el engañoso humanismo del falso Brecht”.

La culpa se generaliza. No hay responsables. Es un nazi quien se recrimina no haber reaccionado ante la naturaleza real de los nazis. “Se trata, pues, de una manera sutil y perversa de exonerar a los verdugos: un detalle siniestro”, señala Santiago Gerchunoff.

La comodidad del sillón

Por tanto, estamos ante posiciones individuales con el objeto de preservar nuestras propias marcas personales. “Se trata de sentirse cómodo desde el punto de vista individual, y esa palabra me interesa especialmente, la comodidad. Uno cree que hace algo abnegado, solidario, colectivo. Pero ese falso Brecht nos hace prestar atención a lo insolidario. Es el miedo individual lo que nos lleva a señalar el fascismo. Usamos la palabra fascismo, desde una altanería intelectual o moral para protegernos de nuestro miedo individual, en realidad.

La reflexión de Gerchunoff incomoda a esa izquierda que se siente muy digna. Pero lo hace, precisamente, desde el ámbito de la izquierda para que despierte de “una hipnopsis colectiva”, y sea capaz de presentar propuestas y proyectos propios, que miren de frente a aquellos ciudadanos que optan hoy por la ultraderecha, o por partidos que les ofrecen algunas respuestas, sean o no factibles.

Desde el sillón, el ensayo de Gerchunoff produce escalofríos. Aunque, tal vez, se deje de lado, y se prefiera mantener esa posición perezosa y cómoda: ¡Llega el fascismo, yo ya lo dije!