Cecilia Denot y el peligro del antisemitismo: “Es una de las semillas de la barbarie totalitaria”
La profesora Denot advierte en su libro ‘El canario en la mina’ sobre los mitos sobre Israel y los judíos y señala que estar en contra del sionismo significa, en realidad, que “se rechaza a casi todos los judíos”
1 junio, 2024 13:47Un nuevo fantasma recorre el mundo: el antisemitismo. ¿Es nuevo? No, ha ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de la Historia. Con el foco puesto en Israel y en los bombardeos en Gaza, los equívocos proliferan sobre el conflicto y sobre los judíos, en general. La profesora Cecilia Denot irrumpe en el debate con un libro importante, El canario en la mina, mitos modernos (y no tanto) sobre Israel y los judíos (libros del Zorzal). Su voz es clarividente, pero también molestará. No le importa a Denot señalar cuestiones espinosas. Hay un peligro para ella, el “antisemitismo”, que “es una de las semillas de la barbarie totalitaria”. Cuando aparece, no es solo una luz roja para los judíos, sino para la civilización, para las democracias, porque es el primer síntoma, a su juicio, de lo que puede llegar en breve.
¿Exagerado? Hay una corriente antisemita, y que coincide ahora con el conflicto entre Israel y Palestina. Lo que Denot pone sobre la mesa dejará a muchos lectores con la duda, pero esta profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde tiene una cátedra y un grupo de investigación sobre Medio Oriente, es persistente a partir de una consideración: “La inmensa mayoría de los judíos del mundo son sionistas”. Eso invalida el argumento que se suele esgrimir, el de amar al pueblo judío, mientras al mismo tiempo se señala que el sionismo ha sido un error, y que los sionistas están equivocados. ¿Por qué?
Sionismo, una "historia inspiradora"
Es una consideración que entra en el meollo de un conflicto histórico. Muchos ciudadanos educados, que se sienten cosmopolitas, y que valoran todo lo que han aportado y aportan los judíos en el mundo, entienden que el hecho de que los judíos tuvieran un estado, en Israel, una tierra histórica, podría haber sido un inmenso error, por la población musulmana que allí ya estaba presente. Hay dos cuestiones, por tanto: el antisemitismo, que tiene una naturaleza “conspirativa”, con la idea de que detrás de todos los problemas siempre habrá una mano judía, que mueve las piezas del tablero mundial, y el antisionismo, que negaría la posibilidad de que el pueblo judío deba tener un estado propio, o, por lo menos, que lo tenga en las tierras de lo que hoy es Israel.
“La inmensa mayoría de los judíos del mundo son sionistas. Por lo tanto, decir que no se está en contra de los judíos, sino sólo de los sionistas, es afirmar que se rechaza a casi todos los judíos. Que haya judíos antisionistas no cambia esta realidad, y utilizar por conveniencia política a esa minoría de oposición para callar a la mayoría es antisemitismo”, insiste Denot.
Pero, ¿hay un derecho a tener un estado por razones históricas, por muchos siglos que hayan pasado? El conflicto en Oriente Medio está plagado de suposiciones, de equívocos, de una historia colonial, con la responsabilidad de las grandes potencias. Pese a todo, el libro de Denot busca clarificar las cosas, con una posición firme. No se trata de acusar a nadie de ser de izquierda o de derechas, ni de identificar una posición sobre Israel a partir de una adscripción ideológica. Las palabras de esta investigadora argentina son contundentes:
“La historia del sionismo es una historia inspiradora y no significa más que el derecho judío a la autodeterminación en su tierra histórica. Es simplemente estar a favor de la existencia de Israel como Estado judío. Se puede ser sionista y a la vez ser de izquierda, criticar el control israelí de Cisjordania y defender el derecho de los palestinos a tener su propio Estado. Criticar a Israel, al gobierno de Israel y a políticas israelíes concretas no es antisionismo y, por consiguiente, tampoco antisemitismo. La inmensa mayoría de los judíos de la diáspora y los israelíes hacen esto todo el tiempo sin que eso afecte su sionismo”.
Esa posición es clave, porque de no entender esa cuestión o de mezclarla bajo otros intereses, se derivan grandes discusiones y una enorme incomunicación, querida o no. Cecilia Denot insiste en ello, aunque otras voces hayan querido ahondar en el problema original, y es que los judíos en Israel ocuparon unas tierras en las que había habitantes, no estaba vacía. Lo señala el escritor David Grossman, autor de un libro fundamental para situarse en las propias mentes tanto de judíos como de los árabes palestinos, La vida entera. Para Grossman –que perdió un hijo luchando en el Ejército de Israel-- un país no puede ser del todo democrático si lleva más de cincuenta años como ocupante.
En todo caso, Cecilia Denot quiere romper tópicos. Hay una sociedad israelí, democrática, que critica a su gobierno cuando lo considera, que se manifiesta en la calle. Y que debe defender –ella lo hace—el propio concepto que supone el sionismo: disponer de un estado propio. Negarlo, --e insiste en que de forma paralela se puede defender un estado para Palestina—es querer la destrucción de un país. “Antisionismo no es criticar a Israel, al gobierno de Israel o a una política israelí, sino negar el derecho de Israel a existir como Estado judío, ya sea directamente llamando a borrarlo del mapa o indirectamente pidiendo un Estado binacional, el ‘retorno’ de cinco millones de árabes a Israel, etc. El antisionismo consiste lisa y llanamente en eso, en pedir eliminar a un país entero”.
Pero, ¿se pide eso, realmente? Esa es la cuestión que centra el libro de Denot, al intentar quitar la máscara que, a su juicio, adoptan antisemitas. “Lo característico de esta forma de antisemitismo es que en general, para conseguir apoyo hacia ese objetivo que presentado de manera transparente resultaría en principio impopular, utiliza distintas tácticas de demonización y deslegitimación, como acusaciones de apartheid, genocidio, limpieza étnica, pinkwashing, llamados a boicots, entre otras cosas. El objetivo es disfrazar el antisemitismo de justifica social y normaliza entre un público más amplio la idea de que Israel es el mal absoluto y por lo tanto que su desaparición es algo deseable”.
La apuesta de Denot es alta, porque trata de desmitificar todo lo relacionado con el mundo judío y, principalmente, con todo lo relacionado con Israel. Claro que se puede defender Israel y un estado Palestino, claro que se puede criticar –y se debe ahora, por parte de los mismos ciudadanos israelís-- al gobierno de Israel. Y claro que se puede decir y se debe decir que lo que sucede en la Franja de Gaza es un despropósito. Pero también se debe desterrar, a juicio de esta politóloga, el mito de que Israel controla la política de Estados Unidos, y, por tanto, el gobierno norteamericano siempre defenderá los intereses del estado judío.
¿Hay un grupo de presión en favor de Israel en Estados Unidos? Sí, como hay otros muchos grupos de presión en favor de otros estados, o de intereses económicos concretos. Lo que sucede es que Israel es “estratégico” para Estados Unidos. Y también que la mayoría de ciudadanos norteamericanos están más cerca de Israel que de Palestina y del mundo árabe. Es lo que explica con muchos datos y reflexiones Cecilia Denot en su libro. Y que lleva a una reflexión profunda sobre uno de los conflictos más duraderos y polarizadores del mundo.
Hay otras reflexiones que surgen de forma colateral y que nos llevan a otros libros. La cuestión del genocidio, por ejemplo. ¿Es un genocidio lo que sucede en la Gaza? Es oportuno referirse aquí a lo que escribió el jurista Philippe Sands en su obra Calle Este-Oeste (Anagrama). Sands da a conocer el origen de los dos conceptos jurídicos: crimen contra la humanidad y crimen de genocidio. El primero se basa en el individuo, en el asesinato de una persona, y coloca al individuo en el corazón del sistema jurídico. El segundo apela al grupo, a la etnia, y el contexto es el asesinato de millones de judíos a manos del régimen nazi en toda Europa, y, en concreto, en la Polonia ocupada por los nazis durante la II Guerra Mundial.
¿Genocidio en Gaza?
Es Rafael Lemkin uno de los protagonistas del libro de Sands. Fue Fiscal y abogado, nació en Ozerisko, cerca de Bialystok, (Polonia), en el seno de una familia judía. Fue el gran defensor del crimen por genocidio. De hecho, fue quien propuso el propio vocablo: genos (tribu), cide (matar), a partir del griego y del latín. En los juicios de Núremberg insistió casi de forma enfermiza en que se reconociera el genocidio, para que los jerarcas nazis fueran juzgados por genocidio. Tuvo poca suerte. Hubo mención a lo largo del juicio, por las delegaciones británica, francesa y soviética, pero no se fijó en la sentencia.
Lemkin escribió un libro, El dominio del Eje, en el que justificaba su idea del genocidio, y que regaló a todo aquel que tuviera responsabilidades durante el juicio de Núremberg. En el libro de Sands se explica que Lemkin recibió una carta privada de un académico austriaco, Leopold Kohr, en la que criticaba esa apuesta por juzgar a partir del crimen de genocidio. La crítica se centra sobre la cuestión de los grupos. Vale la pena reproducir lo que dice Sands sobre la crítica de Kohr:
“Al hacer de los grupos el ‘principal beneficiario’ de la protección y el derecho internacional, Lemkin había caído en una trampa, adoptando un ‘pensamiento biológico’ como el que había llevado al antisemitismo y al antigermanismo. Kohr le decía a Lemkin que se equivocaba al centrarse en la responsabilidad de los grupos antes que en la de los individuos, y que debería haber adoptado un enfoque que hiciera del ‘individuo, no del grupo, su principal objeto de interés’. El camino que había tomado ‘aunque no siempre termina en Hitler, lleva hacia él’”.
Es decir, ¿debe haber ahora una batalla dialéctica sobre esa posibilidad de genocidio en Gaza, o debe primar la solución de un problema sin que se caiga en los tópicos sobre el antisemitismo?
Otra cosa es la crítica severa, dura, de toda la comunidad internacional contra la actuación y la forma de gobernar del gobierno israelí de Benjamín Netanyahu. Y siempre que se tenga claro lo que expone de forma clara Cecilia Denot en El canario en la mina.