Michael Reid: “Los males de España son los mismos que el de otras democracias”
El periodista, autor del 'The party’s over', la portada de 'The Economist' que interpeló a todos los españoles, publica ‘España’, una obra sin prejuicios, exigente y dura con los populistas, entre ellos “los independentistas”
23 marzo, 2024 17:40¡Aleluya!, leamos sin miedo, con atención y con un lápiz en la mano. Es un inglés, sí, pero Michael Reid (Guildford, 1952) ha llevado como bandera el rigor en su trabajo periodístico y sabe bien que los británicos han caído en muchas ocasiones en tópicos y en falsedades sobre España, y sobre los nacionalismos. Reid ha publicado España, (Espasa), uno de los libros más exhaustivos sobre la España contemporánea, con el mérito de conjugar la comprensión con la exigencia, la mirada del joven inglés que fue, y que conoció el país en distintos viajes, con la severidad del profesional de la información, autor del informe sobre la crisis financiera y económica en The Economist, que el semanario británico tituló con un brutal The party’s over, con una imagen fallera, un 11 de noviembre de 2008.
Reid se olvida de la excepcionalidad española, deja atrás los interesados relatos de historiadores o de políticos británicos del pasado y señala la tesis de su libro, que se expone con todo detalle a lo largo de la obra. “Los males de España son los mismos que el de otras democracias”, las que han experimentado la irrupción de los populismos, la creciente desigualdad económica o el choque que han provocado las nuevas tecnologías a la hora de acceder a la información. Los matices de Reid son los propios de alguien que conoce como pocos lo que ha sucedido en España desde la Transición. Lejos de alabar a los nacionalistas, al independentismo catalán, como hicieron algunos corresponsales británicos y medios anglosajones, ---con el argumento de que todavía quedaba en España un poso demasiado notable del franquismo—Reid reclama responsabilidad y seriedad, sin dejar de advertir lo que ha visto y comprobado como periodista de The Economist: una lenta decadencia, que ha cobrado celeridad en los últimos años, de un país que no ha sabido valorar como debería el enorme salto que dio con la Transición, y desde algunos años antes, en todos los ámbitos, económicos, sociales o culturales.
El logro de Reid es la mesura, el difícil equilibrio entre la crítica y el reconocimiento de un problema. Es un bisturí que entra con delicadeza en el cuerpo de España, con un conocimiento que pocos otros periodistas extranjeros han sabido atesorar. Un ejemplo claro es el análisis que realiza sobre el proceso independentista catalán, al entender que ha sido uno de los elementos fundamentales de la crisis de España en los últimos años. Deja constancia de una lucha de poder en el seno del independentismo, de una fuga hacia adelante, con enormes responsabilidades por parte de sus dirigentes. Pero no elude tampoco que España podría profundizar mejor en su propia esencia, que no es ni puede ser ya un estado similar a Francia, sino que ha sido y es un estado con una enorme diversidad interna.
Una cosa no quita la otra, pero hay unos que son más responsables que otros. Reid insiste en esa tesis para constatar la evolución de España, que él mismo ha vivido. Una de las imágenes es la del pueblo Fernán Núñez, municipio de la provincia de Córdoba. De joven conoció el pueblo. Corría el año 1971. Junto con dos amigos de la universidad, desde Londres, Reid recorrió buena parte de la geografía española, con una autocaravana. En el sur, y tras salir de Córdoba para admirar su mezquita, se detuvieron en Fernán Nuñez para comprar comida. “Fernan Nuñez se me grabó en la memoria como el lugar más pobre en el que había estado nunca”, señala. Lo que vio fue un pueblo de paredes encaladas y jornaleros agrícolas que pasaban buena parte del año desempleados. En 2017 regresó al mismo municipio, pero era ya otro: casas de dos o tres plantas, bullicio y actividad, entre las tiendas un supermercado chino. “Ahora son más los que tienen tierras, y muchos han estudiado”, le dijo una mujer a Reid.
Lo que el periodista señala, para entender lo que ha pasado, es que esa transformación ha quedado un tanto varada en los últimos años por una especie de bloqueo en muchos ámbitos, con una falta clara de renovación: “Pocos lugares hay mejores para vivir que España. Aun así, si el país no puede encontrar un camino de renovación política, la permanencia de sus logros quedará en entredicho”.
España es un país que se encuentra inmerso en los mismos problemas que otras grandes democracias liberales. Lo que Reid ve como algo singular, sin embargo, es el problema territorial, con Catalunya en primero orden, “el verdadero dolor de cabeza de España”, a su juicio. Pero eso no quiere decir que el nacionalismo catalán, --primero catalanismo, y ahora independentismo—tenga razón en sus reivindicaciones. Se trata de un “populismo” que ha tomado prestado o que ha llegado a las mismas conclusiones que otros movimientos en otros países, llámese Brexit en el Reino Unido o la doctrina de derecha populista en Italia.
“En muchos sentidos, la campaña independentista en Catalunya puede agruparse en la misma categoría que el Brexit en Gran Bretaña y la Liga de Matteo Salvini en Italia como uno de los movimientos revolucionarios populistas nacionalistas más potentes de la Europa occidental reciente”, indica Reid, para añadir a continuación que “el conflicto catalán también puede considerarse simplemente como la más reciente reedición de la batalla secular (e irresoluta todavía) de España por conciliar su diversidad regional con su unidad nacional”.
El debate que se plantea, a partir de lo sucedido en Cataluña, guarda relación con lo que hoy se puede entender como nación, con el instrumento del referéndum, en el sentido de que puede solucionar o agravar problemas políticos. Reid intenta responder a cada uno de esos interrogantes, en los que incluye los problemas estructurales de España, como un alto porcentaje de desempleo, que difícilmente cae por debajo del 10% incluso en los ciclos económicos más expansivos. O busca respuestas a cómo se debe manejar la memoria histórica, si es un deber democrático o un proyecto político partidista.
No evita Michael Reid el esfuerzo de mirar de frente a España con capítulos que trazan un recorrido histórico, como el de Por qué España no es Francia. Y plantea retos al nacionalismo, con valentía, con La invención de Cataluña, un capítulo que no gustará nada a los que nunca dudan, a los que creen que Cataluña es una nación milenaria. “Si Cataluña de verdad es una nación, no es una nación ‘milenaria’, sino cultural. Dicho de otro modo, la nación catalana se inventó en el siglo XIX gracias al impulso de la Reinaxença y del movimiento cultural catalanista”. “Más que en el caso de muchas otras naciones, Cataluña es más bien una nación plural”, añade, con la idea de que el independentismo olvida en muchas ocasiones esa pluralidad interna. Lejos de otros autores británicos, de los que han abrazado los postulados nacionalistas en los últimos diez años, --dejando a España es una posición incómoda, con titulares e informaciones en medios anglosajones prestigiosos—Reid reclama rigor, porque él lo exhibe en cada una de las páginas de su libro.
El inglés que querría Eduardo Mendoza
Se atreve el periodista, que fue corresponsal en España de The Economist entre 2016 y 2021, con Franco, para presentar las contradicciones del dictador, pero también para constatar que ya no puede ser una justificación de nada, mientras señala que se ha producido, ciertamente, un despertar del nacionalismo español. Habla del nacionalismo vasco, de los progresos sociales y del feminismo, y apunta hacia el verdadero problema en estos momentos: “el foso infranqueable entre izquierda y derecha”, con lo que puede suponer el “coste del blibloquismo”.
Ese es el punto. El que puso sobre la mesa el historiador John Elliott en 2008, en una conferencia en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Señaló Elliott que el periodo entre 1975 y 2000 “va a ser visto desde un punto de vista retrospectivo como una segunda época dorada en la historia de España”. Pero, ¿y después? Desde ese año, el historiador había percibido algunas sombras, entre ellas la polarización y el resurgimiento del dogmatismo y del “nacionalismo y el localismo de mentalidad estrecha”. Se sumaría luego, como añade Reid, la depresión económica con la crisis de 2008-2009.
El matiz no tiene un gran predicamento en estos tiempos. Reid lo aporta una y otra vez para presentar España como un país más en el concierto de las democracias, con algunas singularidades. En Catalunya, un escritor como Eduardo Mendoza quiso hacerlo con su libro Qué está pasando en Catalunya, de 2017. Lo escribió después de que se diera cuenta de la “frivolidad” con la que se trataba el tema en el Reino Unido. Mendoza estaba viviendo en Londres y la BBC le preguntó sobre la cuestión, sobre cómo entendía él lo que sucedía en Barcelona. Las propias preguntas escamaron al autor de La ciudad de los prodigios, porque se insistía en si todo era producto de una especie de contestación al poso que había dejado la dictadura franquista. “¿Qué Franco ni qué dictadura?”, señaló Mendoza, que quiso escribir su libro, y que tuvo una recepción discreta. ¿Por qué?
El peligro de la polarización
La respuesta la tenemos en el España, de Michael Reid, un inglés que vivió el país en su juventud, que trabajó en él como corresponsal, que quiere y que respeta. Y por eso mismo lo que ofrece es tan válido para un lector inglés como para un español, y mucho más para un catalán, el que quiera escuchar y escudriñar informaciones constrastadas, claro.
Reid habló en 2017 con el que era, entonces, director de El País, Antonio Caño, quien le soltó con claridad: “Siempre hay algún inglés que se empeña en decirnos que España es diferente, España no es diferente”. Y Reid le da la razón, porque la tesis de su libro es precisamente esa, pero con un añadido de suma importancia, que los principales actores políticos han preferido no admitir, con luchas partidistas que podrían ser trágicas: “Defiendo la tesis de que el país no está cayendo en las garras de ningún autoritarismo atávico, y de que los males de España durante esta turbulenta década pasada no se deben principalmente a ningún pecado original que acompañase al nacimiento de su democracia, pues son, en esencia, los mismos que han aquejado a otras democracias del resto del mundo durante está década de 2000 tanto en Europa como en Estados Unidos y América Latina: la soberbia, la austeridad, el populismo, la polarización, los malos liderazgos y los problemas para adaptarse a un mundo que se transforma a gran velocidad, marcado por la globalización y el cambio tecnológico”.
Pongan a un inglés en las reflexiones sobre España, sin prejuicios, pero que sea Reid. La palabra de Antonio Muñoz Molina no puede obviarse: "El libro mejor y más completo que he leído sobre la España de hoy".