Philippe Sands y el delito de genocidio, de la Alemania nazi a Gaza e Israel
El jurista y escritor, autor de Calle Este-Oeste, ha sido capaz de encarar a dos hijos de jerarcas nazis en un auditorio público que refleja el debate moral que también presenta la película ‘La zona de interés’
3 febrero, 2024 18:23La conexión con el pasado, con nuestros ancestros, para saber por qué algunas cosas nos fascinan. Y sin que ese pasado nos deba condicionar, sin que el grupo al cual pertenecimos nos deba predestinar. Phillipe Sands lo sabe bien. Es un jurista que escribe con una maestría extraña, que hipnotiza al lector. Un abogado en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y en la Corte Penal Internacional de La Haya que defiende casos de delitos de genocidio y de crímenes contra la Humanidad. Judío, con un abuelo nacido en Lemberg, hoy Lviv, en Ucrania, Sands deslumbró al mundo con su libro Calle Este-Oeste, y, justo después, con Ruta de Escape, las dos publicadas en Anagrama. Lo que propone Sands nos interpela: un debate jurídico y moral sobre cómo castigar determinados delitos. Sus obras –no son ficción—son más necesarias que nunca, desde el momento en el que Sudáfrica ha decidido demandar a Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya (Naciones Unidas) por genocidio en la guerra en la Franja de Gaza, en Palestina.
Pero Sands aporta también el debate moral, el qué hacer con esos ancestros, cuando se sabe que tu padre fue un jercarca nazi responsable de miles de asesinatos, la idea que también plantea el director de cine Jonathan Glazer con su película La zona de interés, sobre la vida de la familia del comandante Rudolf Höss en una vivienda con todos los lujos al lado de Auschwitz.
Sands cuenta en Calle Este-Oeste la historia de cuatro personajes centrales y otros adyacentes con el objetivo de poner sobre la mesa un debate siempre presente: el derecho internacional, ¿debe juzgar crímenes cometidos contra individuos, o debe juzgar crímenes contra grupos nacionales o étnicos? ¿Qué es más importante, el individuo o el grupo? ¿Se puede crecer de forma aislada, sin verse influido y condicionado por el grupo? La distinción ha quedado superada con el tiempo. En 1998 un Tribunal Criminal Internacional para Ruanda emitió la primera condena por el crimen definido como genocidio, después de un juicio internacional. Se juzgó a Jean-Paul Akayesu, que fue declarado culpable de genocidio y crímenes contra la humanidad por participar y supervisar determinadas acciones cuando era alcalde de la ciudad ruandesa de Taba. El conflicto entre hutus y tutsis, en Ruanda, provocó el asesinato de casi el 70% de los tutsis. Entre medio millón y un millón de personas fueron asesinadas. Después hubo otros juicios, contra Milosevic, el que fuera líder serbio en la ex Yugoslavia.
La fuente, sin embargo, ¿dónde la debemos encontrar? Sands da a conocer las diferencias entre los dos delitos: crimen contra la humanidad y crimen de genocidio. El primero se basa en el individuo, en el asesinato de una persona, y coloca al individuo en el corazón del sistema jurídico. El segundo apela al grupo, a la etnia, y el contexto es el asesinato de millones de judíos a manos del régimen nazi en toda Europa, y, en concreto, en la Polonia ocupada por los nazis durante la II Guerra Mundial. Y los dos juristas que representan esas dos visiones, respectivamente, son Hersch Lauterpacht, judío, catedrátido de derecho internacional, nacido en 1897 en Zolkiew, a pocos kilómetros de Lemberg, y Rafael Lemkin, fiscal y abogado, nacido en 1900 en Ozerisko, cerca de Bialystok, (Polonia), en el seno, también, de una familia judía.
Los dos delitos se dieron a conocer, por primera vez, en los juicios de Nuremberg, contra los responsables nazis, entre ellos uno de los personajes de Calle Este-Oeste. Se trata de Hans Frank, abogado y ministro del Gobierno nazi. Nació en Karlsruhe, en 1900. Siempre se mostró en contra de que un posible Tribunal Internacional pudiera juzgar los asuntos decididos por un estado. Puso en pie la Academia Alemana de Derecho, como líder de los abogados del nacionalsocialismo, y fue el responsable del Gobierno alemán en Polonia, el representante directo de Hitler en la Polonia ocupada. Fue sentenciado a la pena máxima, (ahorcado) por crímenes contra la humanidad.
Lemkin no tuvo suerte en Nuremberg, aunque se mencionó el delito de genocidio, en la sentencia final no apareció. Fue más tarde cuando Lemkin sería considerado, hasta tal punto que el delito de genocidio acaba de ser invocado por Sudáfrica respecto a Israel. El Tribunal Interncional de La Haya ha respondido con una serie de recomendaciones a Israel para que no cometa, precisamente, en un delito de genocidio en Gaza.
¿Qué nos enseña Sands? En contra de la idea que la filósofa y teórica política Hannah Arendt defendió, sobre la banalidad del mal, sobre los responsables nazis que obedecían órdenes como buenos funcionarios del estado alemán, Sands tiene claro que hay mal, y que los jerarcas nazis eran conscientes de lo que hacían en todo momento. En el libro queda reflejado, con los diarios que escribía el propio Frank Hans, y que fueron decisivos, de hecho, para ser condenado en Nuremberg. Pero Sands también ofrece una visión clara sobre los delitos, sobre la necesidad de juzgar al individuo, y prescindir del grupo, aunque es perfectamente consciente del aguijón que siente en su interior como judío, cuando explica la historia de su abuelo Leon Buchholz. Nació en Lemberg, y, tras pasar por Viena, recaló en París. Toda su familia fue asesinada en los campos de concentración, después de sufrir en los guetos organizados por los nazis en Polonia, entre ellos por… Frank Hans.
Y aquí es donde Sands ha logrado algo único. En el libro Calle Este-Oeste, el jurista y escritor contacta con el hijo de Hans, --Niklas-- quien le presentará al hijo de Otto von Wächter, el lugarteniente de Hans en Polonia, y responsable, también, de miles de asesinatos. Wächter será el protagonista del otro libro formidable de Sands, Ruta de Escape, en el que explica cómo logró huir y acabar protegido por el Vaticano, muriendo en Roma, sin que fuera descubierto.
Sands consigue que los dos hijos hablen sobre sus padres frente a un auditorio público, en Londres. El resultado se puede ver en My nazi Legacy, un documental accesible en las plataformas de streaming, que sirve, también, para entender el libro sobre los dos juristas que inventaron la tipificación de crimen contra la humanidad y de genocidio, los ya presentados Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin.
¿Qué sucede? El hijo de Hans, Niklas, que fue periodista en Alemania –llegó a entrevistar a Lech Walesa—no quiere ni ver a su padre. Siente una auténtica aversión. En el caso del vástago de Wächter, Horts, pesa más su infancia feliz, el recuerdo del padre cariñoso, hasta el punto de que niega que fuera responsable de asesinatos, porque no queda constancia por escrito en ningún documento. Los dos se miran. Se respetan. Pero en el caso de Niklas comienza a crecer un sentimiento extraño: “Es un nazi”, le llega a decir a Sands, sobre Horts. En Londres, la audiencia pregunta, reprocha y busca respuestas que no existen.
Es la propia naturaleza humana la que se presenta con toda su crudeza. Es el propio Sands el que hostiga con preguntas al hijo de Wächter, porque quiere saber, porque nota que es difícil vivir sin comprender. Porque recuerda a su abuelo, que, una vez en París, nunca quiso explicar nada a su familia, ni a su propia hija, la madre de Sands.
Debate moral, naturaleza humana. Y también debate jurídico. De altura. Sands no tiene dudas. Está al lado de Lauterpacht. Cree que es el individuo el que siempre debe estar en el corazón del sistema jurídico. La palabra genocidio es muy gruesa, aunque Sands también asimila que no otra cosa pretendía el régimen nazi respecto a los judíos. Se había teorizado y puesto en práctica. Lemkin se había dedicado a coleccionar todas las leyes y órdenes que se aprobaban y se registraban en los correspondientes Boletines Oficiales del Estado alemán para comprobar que el plan fue sistemático. Pero se queda con Lauterpacht, que fue profesor en Cambridge, y asesor del gobierno británico en los juicios de Nuremberg.
La reflexión la ofrece un académico austriaco, que le envió una carta privada a Lemkin. Se trata de Leopold Kohr, que le reprocha que desee juzgar a los jerarcas nazis por genocidio. Sands lo explica en Calle Este-Oeste: “Al hacer de los grupos el ‘principal beneficiario’ de la protección y el derecho internacional, Lemkin había caído en una trampa, adoptando un ‘pensamiento biológico’ como el que había llevado al antisemitismo y al antigermanismo. Kohr le decía a Lemkin que se equivocaba al centrarse en la responsabilidad de los grupos antes que en la de los individuos, y que debería haber adoptado un enfoque que hiciera del ‘individuo, no del grupo, su principal objeto de interés’. El camino que había tomado ‘aunque no siempre termina en Hitler, lleva hacia él’”, concluía Kohr en su correspondencia con Lemkin.
Sands ha logrado algo muy complicado con esas dos obras relacionadas: rigor jurídico, con un ritmo trepidante de novela. Y no hay nada de ficción. Los abogados también saben escribir, muy bien, aunque les ayuden los editores, que para eso están. Y todo en beneficio del lector.