El cineasta Atom Egoyan
La resurrección de Atom Egoyan
El cineasta cautivó a los amantes del arte y ensayo con obras tan icónicas como 'El viaje de Felicia', pero firmó otras muy desastrosas como 'Where the truth lies'. Ahora resurge con 'Seven veils', que se saltó las salas para aterrizar directamente en Filmin
El cineasta canadiense de origen armenio Atom Egoyan (El Cairo, 1960) llevaba mucho tiempo en el que parecía que había perdido esa gracia de Dios que algunos detectamos en sus grandes películas de los años 90: Exótica (1994), El dulce porvenir (1997) o El viaje de Felicia (1999). Como dicen los rockers, daba la impresión de que nuestro hombre había perdido el mojo.
Imagen de 'El viaje de Felicia'
A partir de la desastrosa Where the truth lies (2005), puede decirse que el señor Egoyan empezó a no dar pie con bola y a perder todo el atractivo visual e intelectual que nos había fascinado cuando vimos Exótica en las salas de arte y ensayo (y que nos hizo propulsarnos hacia su obra anterior, entre la que destacaba especialmente El liquidador, o las extrañas desventuras de un tasador de incendios).
Lo de Where the truth lies era una pena, ya que la novela original de Rupert Holmes, nunca traducida al español, era una espléndida reconstrucción de la farándula norteamericana de los años 50 a través de una pareja de cómicos, claramente inspirada en la de Dean Martin y Jerry Lewis, que se separó por unas desavenencias que nunca se aclararon (pero que tenían un componente homosexual, añado).
Pérdida de los hijos
Where the truth lies habría dado para una interesante miniserie, pero tuvo que conformarse con un largometraje de bajísimo presupuesto que solo se centraba, y no muy bien, en algunas incidencias de la trama, impidiendo el fresco que podría haberse esperado de una película que no se hubiese rodado con un presupuesto de diez pesetas.
A partir de ahí, solo llegaron desgracias filmadas, películas que no iban a ninguna parte y que nos hacían preguntarnos a los fans de Egoyan qué había sido del tipo que nos dio El dulce porvenir, escalofriante adaptación de la magnífica novela de Russell Banks sobre la muerte y la pérdida de los hijos.
Una especialidad del buen cine de Egoyan consistía en que siempre había una exposición, un nudo y un desenlace, pero no necesariamente en ese orden. La mezcla de pasado y presente constituía una estructura fascinante y misteriosa que nos iba haciendo partícipes de la trama de turno de una manera fragmentaria y desordenada que funcionaba mejor que una posible narración lineal.
Un humanista
Películas propias de un humanista, como Exótica, El dulce porvenir o El viaje de Felicia (basada en una desoladora novela de William Trevor, con el que Egoyan escribió el guion del largometraje), hicieron del canadiense un pilar del cine independiente. Hasta que perdió la brújula.
Podríamos decir que la ha recuperado con su última película, Seven veils (Siete velos, 2023), que se ha saltado las salas para aterrizar directamente en Filmin. Empecé a verla con todas las prevenciones posibles, y también con la esperanza de que el hombre hubiera vuelto por donde solía. Y, afortunadamente, así fue.
Imagen de 'Seven veils', de Atom Egoyan
Con la habitual estructura a base de saltos temporales, Siete velos nos cuenta la historia de Jeanine (Amanda Seyfried), una directora de teatro a la que le cae el encargo de poner al día un montaje de la ópera de Richard Strauss Salomé, montaje llevado a cabo años ha por el maestro de Jeanine (y amante ocasional), ya difunto.
Comunión espiritual
Poco a poco, el drama de la mujer que exigió la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja y la de la chica que explica musicalmente su historia se van mezclando, y el padre incestuoso de Salomé, Herodías, se superpone al progenitor de Jeanine, que abusó de ella cuando era una niña (“Te amé demasiado”, dicen los dos).
Con Siete velos, Atom Egoyan reemprende su filmografía donde nunca debió interrumpirla. Su cine nunca fue fácil, y es de temer que con el paso del tiempo cada vez haya sido más difícil, de ahí las películas rodadas últimamente, pocas e innecesarias o necesitadas de otro tipo de director, menos personal. De ahí la alegría experimentada por la recuperación de un cineasta a través de su última obra, de la que las salas de cine de este país no quisieron saber nada.
El arte y ensayo ya solo sobrevive en la plataforma Filmin. Uno echa de menos el conato de comunión espiritual que se daba en las salas, pero supongo que menos da una piedra. Esperemos que con Siete velos no haya sonado la flauta por casualidad y que podamos celebrar el retorno de Egoyan (a sí mismo) con nuevas aportaciones suyas a ese séptimo arte que a veces, como todas las alegrías de nuestras vidas, se nos antoja moribundo.