'Amor en Oslo'

'Amor en Oslo'

Cine & Teatro

Sexo, amor y sueños en Oslo: la trilogía (contenida) del noruego Dag Johan Haugerud

El cineasta nórdico compone un tríptico audiovisual, lleno de encuadres sorprendentes, para contar la historia de personajes que discuten sobre sus experiencias amorosas y devaneos sexuales sin incurrir en lo pasional

Llegir en Català
Publicada

Tal vez la mejor manera de definir su cine sea con esta ecuación: Éric Rohmer + Ingmar Bergman = el noruego Dag Johan Haugerud. En la llamada trilogía de Oslo sus personajes viven el deseo y sus conflictos en diversas variantes, pero sobre todo verbalizan sus experiencias. Mantienen prolijas conversaciones sobre los devaneos amatorios, como en el cine del francés, solo que lo hacen al modo nórdico, más frío, analítico y racionalizador, como en las películas del maestro sueco.

La trilogía arrancó con Sexo en Oslo, a la que siguió Amor en Oslo (ambas disponibles en Filmin, la segunda recién incorporada) y se cierra con Sueños en Oslo, que llega a salas esta semana. El escenario de todas ellas es la capital noruega. Las dos primeras suceden durante el verano y la tercera, que tiene un arco temporal más extenso, atraviesa varias estaciones, pero también concluye en ese estío nórdico en el que todo renace y florece y se llena de luz y vitalidad.

'Sexo en Oslo'

'Sexo en Oslo'

Cada una de las entregas tiene protagonistas diferentes, pero hay un sutil elemento conector del que se percatará el espectador atento: un psicólogo llamado Bjørn, que aparece mencionado en la primera, es un personaje secundario muy relevante en la segunda y asoma en una única escena al final de la tercera. En las dos primeras se desarrollan dos historias en paralelo: dos parejas en Sexo en Oslo, dos personajes solos en Amor en Oslo, mientras que en la tercera, Sueños en Oslo, hay una protagonista principal adolescente, acompañada por otras dos generaciones de su familia: la madre y la abuela.

El tono de las tres es similar: luminosidad, colores cálidos, interiores diáfanos estilo Ikea, planos panorámicos de la ciudad en las transiciones y personajes que conversan sobre sus deseos en sordina, sin aspavientos ni dramas. Este tono es clave para construir el particular estilo de la trilogía: su autor explora las pasiones, los anhelos, los desengaños, los impulsos sexuales y las obsesiones, pero no explicita visualmente estos sentimientos o si lo hace maneja un registro muy distanciado, casi aséptico. Es decir, aunque ocupan el centro de la narración, no vemos ni arrebatos pasionales, ni tórridas escenas de sexo, ni desmoronamientos sentimentales. Vemos a personajes que verbalizan sus emociones sin perder nunca los papeles.

'Sexo en Oslo'

'Sexo en Oslo'

Tal vez parte de la explicación de este gusto por el uso de las palabras esté en el hecho de que el autor fue novelista antes que cineasta. El resultado es singular y estimulante por la contención y aparentemente liviandad con la que plasma el modo en que las personas procesan sus emociones y se confrontan con ellas.

Sexo en Oslo parte de una potente escena inicial: dos deshollinadores conversan durante la pausa de la comida. Uno le cuenta a su colega que lleva un tiempo teniendo un extraño sueño en el que aparece David Bowie que lo mira seductoramente como si él fuera una mujer. Ante esta confesión íntima, el otro se viene arriba y le explica que hace poco mantuvo relaciones sexuales con un cliente. Con total naturalidad le aclara que no se considera gay, pero el hombre se le insinuó y aunque él en un primer momento lo rechazó, finalmente se dejó penetrar. Además, le dice que se lo ha confesado todo a su esposa y ella, según él, lo ha entendido.

'Sexo en Oslo'

'Sexo en Oslo'

Sin embargo, por muy nórdica, racional y liberal que sea, la mujer entra en crisis y empieza a dudar de si su marido no será gay, pese a que él lo niega y además pretende que como no hubo amor en ese acto carnal puntual pues no se puede considerar un engaño. El otro deshollinador vive sus particulares angustias y tensiones familiares a causa de sus recurrentes sueños con David Bowie y sufre una alteración de la voz, lo cual es un problema porque canta en un coro.

Los amantes de las teorías queer dirán que la película sondea la fluidez de la identidad sexual, pero al cineasta parece interesarle más abordar temas como la desconfianza en la pareja o la capacidad de controlar las pulsiones. Estilísticamente es de las tres la más osada, porque abundan las escenas construidas en larguísimos planos sostenidos, en ocasiones con encuadres sorprendentes. Por ejemplo, en la primera conversación confesional entre el protagonista que ha tenido la relación homosexual y su esposa, esta aparece de espaldas, frente a un ventanal, sin que nunca veamos su rostro ni por tanto percibamos sus reacciones emocionales, salvo por las modulaciones de la voz.

'Amor en Oslo'

'Amor en Oslo'

Amor en Oslo está protagonizada por una uróloga y un enfermero, que trabajan en el mismo hospital y se encuentran en un ferry que une la ciudad con las islas cercanas. Ella va a una fiesta en la que una amiga le quiere presentan a un potencial pretendiente, un arquitecto divorciado. El enfermero le confiesa que toma el ferry por las noches buscando encuentros sexuales gays mediante Grindr.

Los destinos de ambos personajes se invertirán. Él, que busca sexo sin compromiso, se interesa por uno de sus encuentros esporádicos cuando lo reencuentra en el hospital como paciente. Ella, tentada por las andanzas del enfermero y con dudas sobre si lanzarse a una nueva relación sentimental, prueba Tinder en el ferry y mantiene un encuentro sexual con un desconocido. La película aborda con sutileza el dilema del amor y el sexo, entre el compromiso emocional o la simple búsqueda de placer.

'Amor en Oslo'

'Amor en Oslo'

Dag Johan Haugerud indaga de forma sugestiva en los deseos y los miedos -los sucesivos pacientes asustados cuando la uróloga les comunica que padecen cáncer de próstata- y en la búsqueda de afecto y complicidad emocional, sea o no a través del sexo.

La tercera y última entrega, Sueños en Oslo (Oso de Oro en el Festival de Berlín de 2025), da una nueva vuelta de tuerca al tema del deseo a través de una adolescente de diecisiete años que se enamora en secreto de su nueva profesora de francés. La profesora parece dar tímidas muestras de corresponderla, o al menos eso cree ella, hasta que la relación -en la que no ha pasado nada, salvo algún roce que pudiera interpretarse como una caricia- se rompe. Entonces la chica, desolada, aboca sus emociones en un texto confesional que le da a leer a su abuela. A la anciana, que es poeta, le sorprende la calidad literaria de la prosa y le impacta lo que cuenta su nieta. Se siente en la obligación de pasarle el manuscrito a la madre, cuya primera reacción es plantearse si la profesora ha podido manipular a su hija y abusar de ella, siendo esta todavía menor de edad.

'Sueños en Oslo'

'Sueños en Oslo'

A través de la editora de la abuela, se presenta la posibilidad de publicar el texto confesional de la adolescente y la madre contacta con la profesora -que, entre tanto, ha dejado el colegio- para obtener su visto bueno y evitar posibles conflictos legales. Ese encuentro es clave porque permite a la madre aclarar sus sospechas sobre un posible abuso y sobre todo permite al espectador descubrir cómo ha vivido la profesora esa supuesta historia de amor que cuenta la adolescente. El deseo es una cuestión de perspectiva, porque como acaba entendiendo la chica acerca de su temprano enamoramiento con mucho de fijación: “Estás más obsesionada con tu propio deseo que con el objeto de tu deseo”. Y es ese deseo el que se proyecta en la idealización del ser amado.

Superada la confusión emocional propia de la adolescencia y dejado atrás ese primer enamoramiento o más bien ensimismamiento inmaduro, Sueños de Oslo concluye con un final abierto a la esperanza de abrir una nueva etapa. Un encuentro casual que acaso permita a la protagonista experimentar su deseo de un modo menos ensimismado.