
Imagen de 'Una película de Minecraft'
Caída y auge de Jared Hess
El éxito de 'Una película de Minecraft' ha convertido al cineasta norteamericano en un triunfador de la industria de Hollywood, pero con un precio: ser un director de encargo y dejar de escribir las chaladuras que se marcaba con su mujer, Jerusha Demke
El éxito fenomenal de Una película de Minecraft ha convertido al cineasta norteamericano Jared Hess (Glendale, Arizona, 1979) en un triunfador de la industria de Hollywood. Eso sí, el hombre ha tenido que pagar un precio: convertirse en un director de encargo y dejar de escribir las fantásticas chaladuras que se marcaba con su mujer, Jerusha Demke (Omaha, Nebraska, 1980) y que dieron origen a las estupendas (y excéntricas) películas que Hess dirigió a principios de este siglo y que se convirtieron en piezas de culto, si bien ignoradas por el gran público: Napoleon Dynamite (2004), Nacho libre (2006), Gentlemen broncos (2009) y Don Verdean (2015).
Nuestro hombre se estrenó como director de guiones ajenos en 2016, con Masterminds, sobre un atraco llevado a cabo por una pandilla de inútiles de una torpeza inverosímil. La película era una comedia eficaz a la que le faltaba, lamentablemente, el plus de delirio y chaladura de los guiones escritos por los Hess, con los que me temo que era imposible alcanzar las recaudaciones de Una película de Minecraft.

Imagen de 'Una película de Minecraft'
El humor de Jared y Jerusha -quienes, por cierto, son mormones, la religión más delirante de todas, gracias en parte a la presencia del apócrifo arcángel Moroni, que le quitas la i y se te queda en moron (imbécil, en inglés)- resulta tronchante para algunos, entre los que me cuento, e indescifrable para otros.
Sin recaudación
Sus historias suelen centrarse en las lamentables andanzas de alumnos de instituto tirando a nerd (Napoleon Dynamite), luchadores mexicanos metidos en misiones de Dios (Nacho libre, protagonizada por un Jack Black en estado de gracia), aprendices de escritor que caen en las peores manos posibles a la hora de aprender (Gentlemen broncos) o estudiosos de la biblia que montan una iglesia y les roba el público un satanista que predica al lado (Don Verdean, con Sam Rockwell como el personaje del título).
Estas películas del matrimonio Hess no recaudaron un duro en Estados Unidos, pero se hicieron con una legión de fans, convenientemente reclutados entre lo más friki y alternativo de la población, que se rindió ante aquellas muestras de post humor subnormal al que solo ellos le veían la gracia.

Imagen de 'Napoleon Dynamite'
La primera, Napoleon Dynamite, se convirtió en un éxito para el frikismo internacional, y hasta se llegó a lanzar una camiseta con la frase Vote for Pedro, basada en la campaña electoral del instituto que el protagonista de la película pone en marcha para nombrar delegado de clase a un hispano llamado Pedro cuyas promesas incluyen sembrar el instituto de figuritas de la Virgen de Atocha.
Como los hermanos Marx
Nacho libre incluía una historia de amor entre un luchador mexicano y una monja y estaba inspirada en la vida de Fray Tormenta, un clérigo que llevaba una doble vida de luchador para reunir dinero para los niños huérfanos. Jack Black, el protagonista, estaba particularmente inspirado y consiguió incrementar el tono demencial de la propuesta, cosa que algunos le agradecimos sobremanera.
Gentlemen broncos abordaba el tema de las escuelas de escritura, centrándose en un autor de ciencia ficción ridículo a más no poder que daba a sus alumnos todo tipo de consejos inútiles. Don Verdean contenía estudiantes de la biblia, curas, pastores y satanistas y una historia de venta de estatuas tan pías como falsas.
Y así estábamos los Hess y sus fans, tan felices, hasta que llegó Hollywood y mandó parar. Como cuando Irving Thalberg agarró a los hermanos Marx y metió en sus películas canciones, historias de amor y otras distracciones imperdonables, la industria vio que podía aprovechar a Jared a condición de no dejarle escribir sus habituales majaradas. Así nacieron Masterminds (aquí titulada De-mentes criminales) y Una película de Minecraft, resueltas con gracia y talento por el señor Hess, pero exentas del desquiciado humor que el hombre generaba a medias con la parienta.
Si no conocen los primeros largometrajes de los Hess, ya tardan en buscarlos por las plataformas. Si les gusta el post humor subnormal, claro está.