'La tierra prometida', un 'western' danés del siglo XVIII
El cineasta Nikolaj Arcel adapta a la pantalla El capitán y Ann Barbara, una novela de Ida Jessen (inédita en español) que retrata el mundo feudal de Dinamarca a través de una historia sobre el dominio de Jutlandia
31 enero, 2024 18:22La península de Jutlandia es, en su parte Sur, la más cercana al continente europeo y perteneciente a Alemania, fértil y boscosa. En cambio, la extensa zona Norte, territorio de Dinamarca, está formada por una sucesión de yermas llanuras de tierras no aptas para el cultivo en las que solo crece el brezo. Para el amante del arte, Jutlandia es ante todo el pueblo pesquero de Skagen, en extremo Norte, donde a finales del siglo XIX se instaló una colonia de artistas, entre los que destaca el exquisito Peder Severin Krøyer. Y el entusiasta de las hazañas bélicas conocerá esa península porque frente a sus costas se desarrolló una de las batallas navales más importantes de la Segunda Guerra Mundial.
En el siglo XVIII este amplio territorio infértil, en el que abundaban las turberas y los bandidos, obsesionaba al monarca danés Federico V, empeñado en hacerlo productivo. Para ello incentivó la llegada de colonos dispuestos a cultivar esos terrenos áridos, pero los resultados fueron desastrosos. Uno de los que más empeño puso fue el capitán retirado Ludwig Kahlen, que lo intentó con patatas importadas de Alemania y la ayuda de un puñado de campesinos procedentes de ese país. El sufrido tubérculo parecía ideal para adaptarse a ese suelo sin apenas nutrientes, pero Kahlen también acabó vencido por el hostil entorno y abandonó finalmente la región.
Inspirándose en su figura, la novelista danesa Ida Jessen escribió en 2020 El capitán y Ann Barbara (inédita en España), que ha sido adaptada al cine por Nikolaj Arcel (Copenhague, 1972) con el título de La tierra prometida (en su lanzamiento internacional, ya que en Dinamarca se estrenó como El bastardo). Se trata de una sugestiva mezcla de película histórica y western escandinavo.
Su protagonista es un taciturno Mads Mikkelsen con hechuras de John Wayne, enfrentado a los elementos y los terratenientes de la zona, poco dispuestos a permitir que un extraño les haga la competencia, por mucho que disponga de un permiso real. El enfrentamiento entre modestos colonos y propietarios de grandes extensiones de tierra remite a la lucha entre pequeños granjeros y poderosos ganaderos que tiño de sangre el Oeste americano (Las puertas del cielo, el épico fracaso de Michael Cimino, fue el intento más ambicioso de abordar este asunto).
Arcel y Mikkelsen ya había colaborado en 2012 en otro largometraje de temática histórica ambientado en el siglo XVIII danés: Un asunto real. Basado también en hechos verídicos, está ambientado unos años después, durante el reinado de Cristián VII, un monarca todavía más impresentable que su alcohólico predecesor Federico V. La cinta relataba el amor de la joven reina (papel que sirvió de pista de despegue para la carrera internacional de la sueca Alicia Vikander) por el médico real (Mikkelsen), un hombre que trajo a la atrasada corte las ideas de la Ilustración. Apuntalado por el éxito de esta película, Arcel saltó a Hollywood y asumió el encargo de la impersonal adaptación de La Torre Oscura de Stephen King.
Con La tierra prometida regresa al formato de cine histórico ambientado en su país, de factura impecable. Comparte con Un asunto real la ambición de construir personajes complejos y dar a los acontecimientos del pasado una lectura actual. La cinta retrata bien un mundo todavía feudal en el que los campesinos eran propiedad de los señores, que además ejercían el derecho de pernada y abusaban de las criadas a placer. Este tema tiene un doble desarrollo complementario en la película: el capitán Kahlen es hijo bastardo de un noble con una sirvienta y a su vez acoge como ayudantes a una pareja de campesinos que han huido del poderoso terrateniente de la zona, para evitar los abusos sexuales que sufre la mujer.
Uno de los elementos que dota de modernidad a este largometraje de ambientación histórica es el papel relevante que concede a los tres personajes femeninos, que son secundarios pero no meras comparsas: por un lado están la campesina huida (Amanda Collin) y la prima del terrateniente (Kristine Kujath Thorp), destinada a casarse con él para que este acceda a un título nobiliario. Ambas se revelarán contra el sumiso papel que les reserva la sociedad de la época.
Además, formarán un triángulo amoroso con el capitán como tercer vértice y esta subtrama añade capas de complejidad a la historia. Aunque en algún momento parece que va a derivar hacia el melodrama ramplón, acaba siendo resuelta de forma muy inteligente. La tercera presencia femenina es una niña gitana vendida a los bandidos de la zona a la que el capitán acabará adoptando. Este personaje permite introducir el tema de los prejuicios de la época, ya que los supersticiosos colonos consideran que atrae la mala suerte. Sin embargo, no son las supersticiones las que provocan las tensiones y la violencia, sino el muy tangible conflicto sobre la posesión de la tierra.
El personaje del capitán Kahlen está construido con suficientes aristas como para dotarlo de matices y alejarlo del arquetipo del héroe de una pieza. Es un hombre arrastrado por una obsesión a cuyo altar está dispuesto a sacrificarlo todo. Un hombre que lucha por conseguir un título nobiliario para dejar atrás su condición de bastardo. Hay en él ecos de esos pistoleros solitarios, justicieros y de pasado oscuro que cincelaron los dos grandes Sergios del spaghetti western, Leone y Corbucci. Mads Mikkelsen genera magnetismo con radical economía de recursos: habla poco y la expresión de su rostro tiende a ser impenetrable. El secreto está en la fuerza de los matices casi perceptibles: expresar emociones sin mover un solo músculo facial.
En cambio, sorprende la brocha gorda con la que se construye al antagonista: el terrateniente Shinkel, que insiste cómicamente en ser llamado De Shinkel para darse aires aristocráticos. A este personaje le da vida Simon Bennebjerg, que interpretaba al ingenuo poeta seducido y manipulado por la anciana Isak Dinesen en El pacto, otra recomendable película danesa. En La tierra prometida el actor da rienda suelta al histrionismo para moldear a un personaje que acaba resultado caricaturesco. Una pena, porque posee un enorme potencial: Shinkel es un libertino, un nihilista que cree que la vida es un caos, además de un hombre dispuesto a todo por defender su estatus. Pero en lugar de explorar estos aspectos, el guion opta por convertirlo en un sádico perturbado sin freno alguno que, no contento con asesinar a un campesino huido escaldándolo con agua hirviendo, ¡tira a una criada por la ventana para fastidiar a su prima!
Cargar tanto las tintas en la perversidad del antagonista es un error de principiante, porque resta fuerza al personaje. Pero salvo por esta torpeza, La tierra prometida maneja con solvencia el contexto histórico de una Dinamarca feudal, un mundo injusto contra el que se sublevan el protagonista y las dos mujeres de la historia. En medio de estas luchas en una sociedad en lenta transformación está -testigo mudo pero omnipresente- el paisaje de Jutlandia, convertido en un protagonista más de la película. Arcel logra plasmar en la pantalla la severidad del clima -tormentas, nevadas, frío- y la dureza de las tareas del campo -el cultivo de una tierra poco propicia, la quema de rastrojos, la lucha contra las heladas-. Hay en sus imágenes una belleza primaria que por momentos se acerca al hito insuperable de Días del cielo de Terrence Malick.