Cómo cargarse una obra maestra (o dos)
Hay remakes que no son necesarios, que pueden, incluso, cabrear como ocurre con 'Inseparables' u 'Obsesion' si pensamos en la película de Cronenberg o 'Herida'
28 abril, 2023 20:51Dos de mis películas favoritas de todos los tiempos acaban de sufrir sendos remakes, innecesarios, inútiles y equivocados, en el maravilloso mundo de la televisión por streaming, que a veces, como es el caso, da muestras de una cierta escasez de ideas. Como dicen los anglosajones, Why mend it if it´s not broken? (¿Por qué repararlo si no está roto?). Es lo que uno se pregunta después de ver lo que han hecho los responsables de las versiones seriadas de Inseparables (1988), una de las mejores películas del canadiense David Cronenberg (Toronto, 1943), y Herida (1992), la excelente adaptación a cargo del francés Louis Malle (1932 – 1995) de la novela de Josephine Hart Damage (publicada aquí en su momento por Plaza & Janés).
No todo pueden ser alegrías en esta sección y hoy toca prevenir al espectador de lo que le espera si sigue mi ejemplo e intenta tragarse Inseparables, en Amazon, u Obsesión, en Netflix. Si le gustaron los largometrajes originales, es muy probable que se coja un berrinche muy similar al mío y que me obligó a abandonar Inseparables tras el tercer episodio (de un total de seis) y Obsesión después del segundo (de un total de cuatro). Consejo de amigo: si aún no han picado con ninguna de estas dos series, ahórrenselas y vuelvan a ver las películas de Cronenberg y Malle, que saldrán ganando y se evitarán pasar un mal rato.
¿TODAS LESBIANAS?
¿Qué es lo que no funciona en estas nuevas versiones de dos grandes películas de finales del siglo XX? Yo diría que no funciona absolutamente nada, y no entiendo muy bien por qué se han rodado, como no sea que haya una conspiración internacional para ciscarse en las mejores interpretaciones de Jeremy Irons, protagonista tanto de la cinta de Cronenberg como de la de Malle. Eso sí, incluso en los desastres hay clases y matices: Inseparables no hay por dónde cogerla y, además, resulta con frecuencia irritante; Obsesión es, simplemente, aburrida y cuenta con algunas de las secuencias de sexo más ridículas de los últimos tiempos.
La creadora de Inseparables, Alice Birch, tuvo la brillante idea de cambiar el sexo de los protagonistas de la película de Cronenberg (inspirada en un hecho real) y convertir a los gemelos ginecólogos interpretados por Irons en dos gemelas ginecólogas con la cara de Rachel Weisz, una actriz habitualmente solvente que aquí incurre en la sobreactuación por culpa, en parte, del desafortunado perfil de sus personajes, que, eso sí, le permiten estar permanentemente en pantalla (para algo ejerce de productora ejecutiva del engendro). Inseparables opta también por una visión queer de la jugada, por lo que no hay casi ningún personaje femenino que no sea lesbiana. Pero eso no es lo peor de la propuesta. Lo peor es que toda la humanidad que aportaba Irons a los dos tarados que le había tocado interpretar ni se atisba en esta nueva versión, que, aunque mantenga la posición de poder del, digamos, hermano malo sobre el, digamos, hermano bueno, nos deja con la sensación de que las hermanas ginecólogas son igualmente despreciables, aunque cada una a su manera. Y los personajes secundarios no se quedan atrás: costaría mucho encontrar a un amasijo de gente tan desagradable como la que aparece en Inseparables de manera, además, un tanto gratuita. La emoción y la inquietud que despertaban los ginecólogos de Cronenberg se convierten aquí en aburrimiento y una especie de refocile post moderno y con perspectiva de género en la maldad de los seres humanos, sobre todo los que tienen algo que ver con la industria farmacéutica.
En comparación, Obsesión es un desastre discreto fácilmente comparable con la pizza congelada: están todos los ingredientes, pero no sabe a nada. La pasión destructora que en el film de Malle destruía a Jeremy Irons vía Juliette Binoche, que en la ficción era la novia del hijo de Irons, deviene aquí un teatrillo muy poco creíble en el que ni Richard Armitage (uno de esos correctos actores ingleses con cierta cara de acelga) ni Charlie Murphy (carente de la impresionante gravitas de la señora Binoche) consiguen convencer a nadie de que lo suyo es un arrebato sexual enloquecedor de funestas consecuencias. Aunque el guion es más o menos fiel a la novela de Josephine Hart, la dirección (se la ofrecieron a Isabel Coixet, quien declinó prudentemente la propuesta) es rutinaria y no contribuye en nada a que nos creamos algo de lo que aparece en pantalla.
Lo dicho: ¿Por qué repararlo si no está roto?