Olivier Assayas invoca a Irma Vep
El director de cine francés realiza para HBO una serie de ocho capítulos de televisión inspirada en el serial que Louis Feuillade hizo en 1914 con la actriz Musidora, encarnación de la 'mujer fatal'
28 septiembre, 2022 19:50En 1996 Olivier Assayas (Paris, 1955) rodó Irma Vep, su mejor película hasta ese momento y la que lo lanzó internacionalmente. La protagonista era Maggie Cheung, estrella del cine de Hong Kong, que había trabajado en la legendaria productora de cine de artes marciales Shaw Brothers, había participado en películas de Jackie Chan y era la musa de Wong Kar Wai. Assayas quedó fascinado por Cheung tras conocerla en un Festival de Venecia, se empeñó en rodar con ella, le escribió el papel de Irma Wep y la convenció visitándola en Hong Kong. Acabaría casándose con ella, aunque el matrimonio no duró mucho.
Esa película ponía en escena una triple fascinación: la del director (interpretado por Jean Pierre Léaud) por su estrella oriental y también por el personaje al que interpretaba, la criminal Irma Vep, y por Musidora, la actriz que le dio vida en 1914 en el serial original de Louis Feuillade Los vampiros. Veinticinco años después, el cineasta ha regresado a Irma Vep, ahora en formato de serie de ocho capítulos para HBO. Sin embargo, no es exactamente un remake, sino algo un poco más complejo y mucho más interesante. Pero mejor empecemos por el principio: por Irma Vep y Musidora.
Cuando el cine evolucionó desde su origen como invento novedoso y curioso (los Lumière), pasando después por la ingeniosa pirueta visual (Georges Méliès), y empezó a explorar un lenguaje narrativo propio con el que contar historias, una de las primeras formas por las que optó fue, imitando a la literatura decimonónica, el folletín por entregas en forma de seriales. Este planteamiento influiría en la construcción narrativa de cineastas que empezaron en el periodo mundo –como Fritz Lang (piénsese en el Dr. Mabuse o Spione) o Hitchcock–, y ¿acaso no son el primer atisbo de las futuras series que triunfan hoy?.
Entre los seriales de aquel entonces destacan tres rodados por Louis Feuillade y producidos por Léon Gaumont: Fantomas (1913), Los vampiros (1914) y Judex (1916), todos ellos sobre temas criminales y con protagonistas enmascarados, disfrazados o embozados en capas. La relación de Feuillade con Gaumont había empezado unos años antes, en 1905. Con una carrera literaria y periodística a sus espaldas, empezó a proponer guiones a la productora y conoció a Alice Guy, una mujer fascinante, que había empezado como secretaria de Léon Gaumont y acabó siendo la directora artística de la compañía, además de dirigir montones de películas, la mayoría hoy perdidas.
Cuando en 1907 Guy y su marido, Herbert Blanché, partieron primero a Berlín y después a Estados Unidos para expandir el negocio, ella propuso a Gaumont que Feuillade la sustituyera en el puesto director artístico. Desde ese momento, Feuillade fue el hombre fuerte de la empresa. De los tres seriales mencionados, el mejor y más influyente es Los vampiros, que es el nombre de una organización criminal secreta. Uno de sus miembros es la seductora y enigmática cabaretera Irma Vep (anagrama de Vampire). Para el papel, Feuillade reclutó en el Folies Bergère a Jeanne Roques, que actuaba en teatros de vodevil parisinos bajo el nombre artístico de Musidora (llegó a compartir cartel con Colette). Embutida en un ceñido mallot de seda –lo que ahora llamaríamos un catsuit– diseñado por Paul Poiret (el primer genio de la alta costura francesa, maestro de Christian Dior), Musidora se convirtió en la vamp primigenia del cine, en la encarnación de la beauté fatale, de la femme fatale.
Desde la pantalla obnubiló a los jóvenes surrealistas, en especial a André Breton y Louis Aragon, que la convirtieron en su musa (llegaron a dedicarle una pieza teatral, Le Trésor del Jésuites, escrita en 1929 y representada una única vez en Praga en 1935, en la que los nombres de todos los personajes eran anagramas de Musidora). De ella dijo Aragon: “Esta magnífica bestia de sombra fue nuestra Venus y nuestra diosa Razón.” Los folletines de Feuillade y Musidora (que también aparecía en Judex) no solo fascinaron a los surrealistas.
Alain Resnais fue siempre un rendido admirador, como también Georges Franju, que rodó un remake de Judex en 1963. Musidora tiene una curiosa etapa española : se enamoró de uno de los pioneros del rejoneo, Antonio Cañero, y se vino a vivir a España, donde dirigió varias películas de tema taurino e incluso llegó a posar para Julio Romero de Torres, que la pintó en 1921 recostada y mostrando un pecho (el cuadro está hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires). Después la actriz regresó a Francia y acabó trabajando como colaboradora de Henri Langlois en la Cinemateca Francesa.
Musidora e Irma Vep como encarnación de un ideal de lo femenino están en el origen de la película antes mencionada de Assayas, en la que se incorporaba la fascinación del cineasta por Maggie Cheung. Pues bien, la serie que ahora ha rodado supone una vuelta de tuerca más a este juego especular de hechizos en torno a un ideal fantasmático de la mujer deseada. En la serie un director muy neurótico y inseguro (Vincent Macaigne) rueda una versión moderna de Los vampiros y contrata para el papel de Irma Verp a una estrella norteamericana (la sueca Alicia Vikander), que acaba de protagonizar una película de superhéroes.
El cineasta neurótico (que visita de forma asidua a una psicoanalista de aspecto severo) ya había rodado una versión anterior protagonizada por una actriz oriental (vaya, como Assayas con Cheung) con la que sigue obsesionado. La nueva Irma Vermp entreteje cuatro capas: el rodaje de la serie, el recuerdo de la película anterior (al director se le llega a aparecer el fantasma de la actriz oriental), el original de Feuillade cuyas escenas está replicando el cineasta y, como cuarto elemento, pasajes inspirados en las memorias de Musidora, que reflexiona sobre aspectos del rodaje con Feuillade y separa al icono o fetiche (Irma Vep) de la mujer de carne y hueso.
Este seductor engranaje montado por Assayas conduce a dos asuntos principales. Por un lado, la reflexión sobre el cine como territorio en el que escenificar los sueños y deseos, en el que dar rienda suelta a la fantasía y los fantasmas. Por otro, la crónica del día a día de un rodaje (un tema que tiene ya entidad de subgénero cinematográfico, ya que ha dado pie a una larguísima lista de películas sobre la creación de películas). El cineasta francés ya había mostrado interés por explorar las entrañas de la creación: su mejor cinta es la deslumbrante Viaje a Sils Maria (2014) que es, entre otras cosas, una indagación en la profesión de actriz, mientras que en Dobles vidas (2018) muestra en tono de comedia –y con un resultado más discreto– el mundo editorial y las relaciones entre escritores y editores, entre ficciones y realidad.
En el anecdotario del rodaje de Irma Verp los más disparados momentos los proporciona la aparición del actor alemán bohemio, lunático y adicto al crack que interpreta a Moreno, el criminal archienemigo de Irma Verp (un genial y desatado Lars Eidinger). Hay también algunos apuntes desternillantes, como la aparición de un experto en bondage noruego para asesorar en una escena en que atan a Irma Verp. Otros personajes interesantes son los del actor francés siempre quejoso y afanoso por conseguir protagonismo (Vincent Lacoste) o el veterano (Hipolyte Girardot) al que el director acaba echando del rodaje por cuestionarlo.
El hecho de que la actriz a la que interpreta Alicia Vikander sea bisexual añade complejidad y matices a sus relaciones, que incluyen a la ex asistente y ex amante ( que ahora comparte su vida con un cineasta afroamericano especialista en películas de superhéroes que debe sustituir al neurótico director cuando este desaparece); la actual asistenta, una joven cinéfila (a la que da vida la modelo Devon Ross, de enigmático rostro), y un actor con el que ha estado casado, que también está rodando en París y cuya nueva pareja es cantante (un breve papel para Kristen Stewart, que ya aparecía en Regreso a Sils Maria y en la interesante y arriesgada Personal Shopper (2016), otra de las buenas películas de Assayas). El personaje de Vikander se va metiendo de tal modo en el papel de Irma Verp que acaba robando ¡e incluso atravesando paredes!
No es la primera incursión en las series de Assayas, que en 2010 rodó la portentosa Carlos sobre el terrorista internacional, de la que hizo también una versión abreviada para su estreno en cines. Y tampoco es la primera vez que trabaja con una plataforma de streaming, en 2019 hizo para Netflix La red avispa, una película sobre espías cubanos que no está nada mal. Con Irma Verp, a la que acaso le sobran algunos minutos y le faltan algunos matices, demuestra que no todo lo que producen las plataformas es previsible y regido por el famoso algoritmo, porque la propuesta es singular. Assayas regresa al personaje como el criminal que vuelve al escenario del crimen y establece un estimulante juego con su propia obra para proponer una reflexión sobre el poder del cine como invocador de fantasmas, aquí representados por Irma Vep-Musidora, musa, vamp, icono, fetiche y objeto del deseo.