Cómo sobrevivir a Marilyn Manson
El documental 'Phoenix rising' muestra la auténtica naturaleza del cantante Marilyn Manson, un monstruo real que se descubre debajo de los escenarios
26 abril, 2022 23:48Como bien saben los lectores de novelas policiacas, la mejor manera de ocultar un objeto comprometedor es dejarlo a la vista de todos. Del mismo modo, para disimular que eres un tarado y un pervertido, lo mejor que puedes hacer es mostrarte públicamente como tal, pues todo el mundo pensará que se trata de una puesta en escena y que, en el fondo, eres un buen chico con ganas de hacerse notar. Ese fue el método elegido por el cantante Marilyn Manson (Brian Warner, Canton, Ohio, 1969) y le funcionó durante años mientras todos le tomábamos por un alumno aventajado de Alice Cooper, devoto del grand guignol, cuyos ruidos infernales de rock industrial aparentaban ser la banda sonora del Anticristo. Solo la derecha religiosa norteamericana se lo tomó en serio y se creyó la imagen que proyectaba, procediendo a un boicot de sus discos y conciertos que únicamente consiguió incrementar el volumen de su cuenta bancaria. Los demás lo considerábamos un payaso sin mucha gracia ni talento que, curiosamente, había conseguido seducir a dos personas tan inteligentes como David Lynch (que lo incluyó en su Carretera perdida) o Alejandro Jodorowsky, que lo casó con la reina del neo burlesque Dita Von Teese. No fue hasta que se fijó en él la documentalista norteamericana Amy Berg --responsable del excelente largometraje Líbranos del mal (2006), sobre los abusos de la iglesia católica, así como de otras obras entre las que cabe destacar An open secret (2014), sobre los abusos infantiles en el mundo del cine, o Janis: Little girl blue, sobre la difunta Janis Joplin-- y expuso al mundo su auténtica naturaleza, que siempre había estado a la vista, pasando así desapercibida, en un documental en dos partes titulado Phoenix rising (Renacer de las cenizas), que puede verse en HBO Max.
Manson no es el protagonista del film, pero proyecta su sombra siniestra sobre toda la trama, protagonizada por una de sus víctimas, la actriz Evan Rachel Wood, que salió muy perjudicada de su relación con el cantante y le ha costado Dios y ayuda levantar cabeza, como se hace patente a lo largo de todo el metraje. Lo que cuenta es espeluznante y muestra al monstruo real que hay debajo del de los escenarios y cuya existencia nunca sospechamos mientras lo consideramos un payaso del pop con pretensiones luciferinas: estamos ante un tipo muy dañado mentalmente --fue el típico niño impopular que se pasa el día encajando las collejas de sus compañeros de clase y el no menos típico adolescente friki del que las chicas pasan-- que se toma la vida como una venganza tardía, pero muy satisfactoria, en la que el dominio, maltrato y hasta tortura de las mujeres constituye una parte esencial. Evan Rachel Wood fue la primera en denunciarlo, pero no la única. De repente, empezaron a salir de debajo de las piedras mujeres que aseguraban haber sido maltratadas, aterrorizadas, encerradas y golpeadas por el monstruo, que actualmente está prácticamente cancelado en Estados Unidos mientras prosigue la investigación policial sobre sus presuntas fechorías (curiosamente, Dita Von Teese sigue manteniendo que nunca atisbó la faceta monstruosa de su ex marido).
Una sarta de mentiras
Pasa en Phoenix rising lo mismo que en El silencio de los corderos, donde compadecíamos a la agente del FBI Clarice Sterling, pero disfrutábamos con las maldades del doctor Hannibal Lecter. Aunque estamos ante un documental sobre una víctima, quien nos fascina es el verdugo, ese ser abyecto del que se habla, pero que nunca habla, más allá de emitir comunicados de su equipo legal negando todo lo que afirman sus víctimas. Es decir, sí, hay algo inevitablemente morboso en el visionado de Phoenix rising, algo que tal vez debería avergonzarnos porque no estamos ante una obra de ficción, sino ante un drama real vivido por una serie de mujeres que se funden en la figura de Evan Rachel Wood, que aparece como una nueva versión de Caperucita Roja a la que le llevó años librarse de su Lobo Feroz.
Puede que a los que siempre consideramos a Manson un payaso sin gracia nos cueste un poco entender su poder de seducción. Con el maquillaje, es un ser horrible, pero sin él solo es un tipo grandote, feo y desgarbado que se comporta como si cada día fuese Halloween. Su contribución a la historia del rock es, siendo compasivos, irrelevante (aún más que la de Alice Cooper, alguien que sí interpretaba un papel, ya que en la vida privada parece ser un tipo encantador y hasta fue amigo de Groucho Marx). Sus referentes culturales son escasos, confusos y superficiales (su homenaje a Baudelaire consistió en fabricar su propia marca de absenta, que atendía por Mansinte). Pero todo eso no le impidió cazar caperucitas una detrás de otra, hasta que la última se le rebotó y le buscó una merecida ruina.
La investigación de sus presuntos desmanes sigue adelante. De momento, Manson no graba discos, no actúa, se ha quedado sin agente y está prácticamente cancelado. Eso sí, tiene una nueva esposa e insiste en que todo aquello de que se le acusa es una sarta de mentiras, ya que, según él, las caperucitas sabían perfectamente donde se metían. Para mí, su principal logro siempre será haber aplicado a la realidad ese concepto de la literatura negra según el cual la mejor manera de ocultar algo es dejarlo a la vista de todos.